Las miserias de la supervivencia
La necesidad de descubrir nuevos lenguajes expresivos, un cine distinto hablando de realidades desconocidas para los occidentales, logra que los festivales se inventen y abusen de modas ex¨®ticas que siempre tienen fecha de caducidad. Ocurri¨® con el cine chino, con el tailand¨¦s, con el iran¨ª y actualmente est¨¢ disfrutando de tan golosa plataforma cultural todo lo que lleve se?as de identidad coreanas y filipinas. Y sabes que durante varios a?os van a intentar venderte como arte extraordinario todo lo que exhiban de esa moda que pretenden imponerte, que los organizadores y programadores de esos culturalistas cert¨¢menes pierdan el sue?o buscando incansablemente nuevos genios del cine oriental.
NADER Y SIMIN, UNA SEPARACI?N
Direcci¨®n: Asghar Farghadi.
Int¨¦rpretes: Leila Hatami, Peyman Moaadi, Shahab Hosseini.
G¨¦nero: drama. Ir¨¢n, 2011.
Duraci¨®n: 123 minutos.
Los filmes de Farghadi est¨¢n narrados con pulso hitchcockiano
Al parecer, los asistentes a los festivales disfrutan interminablemente con el ritmo, el tono y la narrativa de esas pel¨ªculas, les dedican tesis, aseguran que estas contienen el ¨²nico ozono en medio de la contaminaci¨®n y la trivialidad que aqueja al cine convencional, o sea, el que consume mayoritariamente el embrutecido p¨²blico occidental. Para mi desgracia, no suelo captar ese irresistible encanto, mi sensibilidad o la ausencia de ella conecta pocas veces con esos universos presuntamente fascinantes. Despu¨¦s de infinitas aunque nada memorables horas consumiendo cine oriental, alimento razonados prejuicios.
Pero como no soy absolutamente ciego, tonto y maniqueo, no he perdido la facultad y el placer de reconocer una gran pel¨ªcula venga de donde venga. Es lo que sent¨ª al ver en el ¨²ltimo festival de Berl¨ªn Nader y Simin, una separaci¨®n. Sensaci¨®n renovada al revisarla fuera de los agobios de un festival. La dirige Asghar Farghadi, del que tuve grata noticia en su A prop¨®sito de Elly, dotada de un suspense notable y un conocimiento perturbador de la naturaleza humana.
En esta confirma esas apasionantes caracter¨ªsticas narrando con pulso hitchcockiano (la trama y el lenguaje me hacen recordar Falso culpable) la inmersi¨®n de un hombre legal y esforzado en un infierno psicol¨®gico y judicial que le puede despojar de todo lo que valora. Farghadi describe mod¨¦licamente la angustia progresiva de un padre, hijo y marido ejemplar desde que su mujer le pide el divorcio por negarse a exiliarse de ese Ir¨¢n presuntamente asfixiante en compa?¨ªa de ella y de la hija com¨²n (eso supondr¨ªa abandonar el cuidado de un padre anciano y enfermo de alzh¨¦imer) hasta que la denuncia por agresi¨®n de una mujer embarazada que ha contratado para que le ayude en la casa y atienda al enfermo transforma la realidad en una pesadilla. Es un retrato sombr¨ªo y profundamente humano del acorralamiento y el miedo, del sentido de culpa y la mala conciencia, de la mentira y el chantaje moral, del despertar de las miserias cuando la supervivencia aprieta, la violencia subterr¨¢nea en una sociedad atemorizada, en la que casi todo desprende mal rollo.
Farghadi te introduce con enorme talento, con matices, con tensi¨®n y complejidad en esa atm¨®sfera angustiosa, no juzga a sus personajes sino que expone sus razones para actuar como act¨²an, te hace part¨ªcipe de su incertidumbre y su tormento, logra que todo sea cre¨ªble y perturbador, dirige admirablemente a los actores, incluida una ni?a tan adulta como extraordinaria. Es una pel¨ªcula que te conmueve al verla, tambi¨¦n al recordarla.
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