Deslizamientos del deseo
El arte s¨®lo anhela conseguir la belleza, pero el concepto de belleza, desde el siglo XVIII se ha ido deslizando por sendas extraviadas, acerc¨¢ndose a lo feo y a lo terrible, hasta llegar en la actualidad a rozar lo cutre y lo abyecto. Al final, parece que la obra de arte, desligada ya de su dependencia a la belleza cl¨¢sica, s¨®lo se puede definir como aquello que carece premeditadamente de utilidad pr¨¢ctica. Carlos Pazos (Barcelona, 1949) es precisamente un constructor de objetos in¨²tiles, pero tan sugerentes, tan po¨¦ticos y deslumbrantes, que inequ¨ªvocamente son reconocidos como grandes obras de arte.
Sirvi¨¦ndose de objetos cotidianos, la mayor¨ªa de las veces de gusto kitsch, Carlos Pazos construye microambientes que recrean un mundo particular, fetichista y afectado. El espectador que se sit¨²a ante estos objetos se puede sentir, de entrada, golpeado por lo absurdo que supone contemplar juntos, y en determinadas posiciones muy estudiadas, objetos reconocibles pero que dif¨ªcilmente hubi¨¦ramos encontrado colocados as¨ª en el tedioso mundo cotidiano. Cada objeto elegido para formar parte de la obra ten¨ªa previamente un significado, una funci¨®n o una utilidad, sin embargo, fuera de su contexto habitual y ordenados unos objetos junto a otros, ¨¦stos son vistos y comprendidos desde otra ¨®ptica. Entre los objetos que conforman las obras se establecen relaciones y correspondencias, basadas en la analog¨ªa de formas, materiales y texturas, que hacen aflorar en ellos nuevos sentidos y significados. Lo que nos ofrece Pazos no son ocurrencias graciosas, m¨¢s o menos simp¨¢ticas, sino aut¨¦nticos juegos de lenguaje en los que los objetos se convierten en im¨¢genes, iconos o estilemas de un mundo personal. Como el propio artista dice, son "sedimentos vitales".
Carlos Pazos
Galer¨ªa Michel Soskine
Padilla, 38. Madrid
Hasta el 5 de noviembre
Las claves para interpretar las obras de Carlos Pazos hay que buscarlas en el humor pataf¨ªsico, en las correspondencias surrealistas, en el teatro del absurdo y en el lenguaje de la poes¨ªa visual, pero la interpretaci¨®n de cada obra queda absolutamente abierta. Cada objeto es enormemente sugerente, su relaci¨®n con los otros resulta estimulante, excitando la imaginaci¨®n y el inconsciente de quien contempla el conjunto. As¨ª, cada espectador proyectar¨¢ sobre los objetos sus obsesiones, sus experiencias y recuerdos, generando de esta manera nuevos sentidos y hasta cierta narratividad. Son los deseos de los espectadores los que transforman la significaci¨®n de estas obras. Las relaciones entre los objetos reunidos suelen ser tan absurdas que generan un mecanismo asociativo desde el que se desliza la realidad objetual hacia una ficci¨®n narrativa cuyo desarrollo lo debe aportar ¨ªntegramente el espectador.
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