El carnicero de Praga
PIEDRA DE TOQUE. ?C¨®mo fue posible que existiera una inmundicia humana de la catadura de Reinhard Heydrich? Es la inquietante pregunta que 'HHhH', el magn¨ªfico libro de Laurent Binet, nos plantea
Hace por lo menos tres d¨¦cadas que no le¨ªa un Premio Goncourt. En los a?os sesenta, cuando trabajaba en la Radio Televisi¨®n Francesa, lo hac¨ªa de manera obligatoria, pues deb¨ªamos dedicarle el programa La literatura en debate, en el que, con Jorge Edwards, Carlos Sempr¨²n y Jean Supervielle pas¨¢bamos revista semanal a la actualidad literaria francesa. O mi memoria es injusta, o aquellos premios eran bastante flojos, pues no recuerdo uno solo de los siete que en aquellos a?os coment¨¦.
Pero estoy seguro, en cambio, que este Goncourt que acabo de leer, HHhH, de Laurent Binet -tiene 39 a?os, es profesor y esta es su primera novela- lo recordar¨¦ con nitidez lo que me queda de vida. No dir¨ªa que es una gran obra de ficci¨®n, pero s¨ª que es un magn¨ªfico libro. Su misterioso t¨ªtulo son las siglas de una frase que, al parecer, se dec¨ªa en Alemania en tiempos de Hitler: "Himmlers Hirn heisst Heydrich" (El cerebro de Himmler se llama Heydrich).
La muerte de la Bestia Rubia mostr¨® que, pese a su poder¨ªo, el Tercer Reich no era invencible
?Qu¨¦ debemos hacer para que una ignominia semejante no vuelva a repetirse?
La recreaci¨®n hist¨®rica de la vida y la ¨¦poca del jefe de la Gestapo, Reinhard Heydrich, de la creaci¨®n y funciones de las SS, as¨ª como de la preparaci¨®n y ejecuci¨®n del atentado de la resistencia checoslovaca que puso fin a la vida del Carnicero de Praga (se le apodaba tambi¨¦n La Bestia Rubia) es inmejorable. Se advierte que hay detr¨¢s de ella una investigaci¨®n exhaustiva y un rigor extremo que lleva al autor a prevenir al lector cada vez que se siente tentado -y no puede resistir la tentaci¨®n- de exagerar o colorear alg¨²n hecho, de rellenar alg¨²n vac¨ªo con fantas¨ªas o alterar alguna circunstancia para dar mayor eficacia al relato. Esta es la parte m¨¢s novelesca del libro, los comentarios en los que el narrador se detiene para referir c¨®mo naci¨® su fascinaci¨®n por el personaje, los estados emocionales que experimenta a lo largo de los a?os que le toma el trabajo, las peque?as an¨¦cdotas que vivi¨® mientras se documentaba y escrib¨ªa. Todo esto est¨¢ contado con gracia y elegancia, pero es, a fin de cuentas, adjetivo comparado con la formidable reconstrucci¨®n de las atroces haza?as perpetradas por Heydrich, que fue, en efecto, el brazo derecho de Himmler y uno de los jerarcas nazis m¨¢s estimados por el propio F¨¹hrer.
Carnicero, Bestia y otros apodos igual de feroces no bastan, sin embargo, para describir a cabalidad la vertiginosa crueldad de esa encarnaci¨®n del mal en que se convirti¨® Reinhard Heydrich a medida que escalaba posiciones en las fuerzas de choque del nazismo, hasta llegar a ser nombrado por Hitler el Protector de las provincias anexadas al Reich de Bohemia y Moravia. Era hijo de un pasable compositor y recibi¨® una buena educaci¨®n, en un colegio de ni?os bien donde sus compa?eros lo atormentaban acus¨¢ndolo de ser jud¨ªo, acusaci¨®n que estrope¨® luego su carrera en la Marina de Guerra. Tal vez su precoz incorporaci¨®n a las SS, cuando este cuerpo de ¨¦lite del nazismo estaba apenas constituy¨¦ndose, fue la manera que utiliz¨® para poner fin a esa sospecha que pon¨ªa en duda su pureza aria y que hubiera podido arruinar su futuro pol¨ªtico. Fue gracias a su talento organizador y su absoluta falta de escr¨²pulos que las SS pasaron a ser la maquinaria m¨¢s efectiva para la implantaci¨®n del r¨¦gimen nazi en toda la sociedad alemana, la fuerza de choque que destrozaba los comercios jud¨ªos, asesinaba disidentes y cr¨ªticos, sembraba el terror en sindicatos independientes o fuerzas pol¨ªticas insumisas, y, comenzada la guerra, la punta de lanza de la estrategia de sujeci¨®n y exterminaci¨®n de las razas inferiores.
En la c¨¦lebre conferencia de Wannsee, del 20 de enero de 1942, fue Heydrich, secundado por Eichmann, quien present¨®, con lujo de detalles, el proyecto de Soluci¨®n Final, es decir, de industrializar el genocidio jud¨ªo -la liquidaci¨®n de 11 millones de personas- utilizando t¨¦cnicas modernas como las c¨¢maras de gas, en vez de continuar con la liquidaci¨®n a balazos y por peque?os grupos, lo que, seg¨²n explic¨®, extenuaba f¨ªsica y psicol¨®gicamente a sus Einsatzgruppen. Cuentan que cuando Himmler asisti¨® por primera vez a las operaciones de exterminio masivo de hombres, mujeres y ni?os, la impresi¨®n fue tan grande que se desmay¨®. Heydrich estaba vacunado contra esas debilidades: ¨¦l asist¨ªa a los asesinatos colectivos con papel y l¨¢piz a la mano, tomando nota de aquello que pod¨ªa ser perfeccionado en n¨²mero de v¨ªctimas, rapidez en la matanza o en la pulverizaci¨®n de los restos. Era fr¨ªo, elegante, buen marido y buen padre, ¨¢vido de honores y de bienes materiales, y, a los pocos meses de asumir su protectorado, se jactaba de haber limpiado Checoslovaquia de saboteadores y resistentes y de haber empezado ya la germanizaci¨®n acelerada de checos y eslovacos. Hitler, feliz, lo llamaba a Berl¨ªn con frecuencia para coloquios privados.
En estos precisos momentos, el Gobierno checo en el exilio de Londres, presidido por Benes, decide montar la Operaci¨®n Antropoide, para ajusticiar al Carnicero de Praga, a fin de levantar la moral de la diezmada resistencia interna y mostrar al mundo que Checoslovaquia no se ha rendido del todo al ocupante. Entre todos los voluntarios que se ofrecen, se elige a dos muchachos humildes, provincianos y sencillos, el eslovaco Jozef Gabc¨ªk y el checo Jan Kubiš. Ambos son adiestrados en la campi?a inglesa por los jefes militares del exilio y lanzados en paraca¨ªdas. Durante varios meses, malvivir¨¢n en escondrijos transe¨²ntes, ayudados por los peque?os grupos de resistentes, mientras hacen las averiguaciones que les permitan montar un atentado exitoso en el que, tanto Gabc¨ªk como Kubiš lo saben, tienen muy pocas posibilidades de salir con vida.
Las p¨¢ginas que Binet dedica a narrar el atentado, lo que ocurre despu¨¦s, la cacer¨ªa enloquecida de los autores por una jaur¨ªa que asesina, tortura y deporta a miles de inocentes, son de una gran maestr¨ªa literaria. El lenguaje limpio, transparente, que evita toda truculencia, que parece desaparecer detr¨¢s de lo que narra, ejerce una impresi¨®n hipn¨®tica sobre el lector, quien se siente trasladado en el espacio y en el tiempo al lugar de los hechos narrados, deslizado literalmente en la intimidad incandescente de los dos j¨®venes que esperan la llegada del coche descapotable de su v¨ªctima, los imprevistos de ¨²ltimo minuto que alteran sus planes, el rev¨®lver que se encasquilla, la bomba que hace saltar solo parte del coche, la persecuci¨®n por el ch¨®fer. Todos los pormenores tienen tanta fuerza persuasiva que quedan grabados de manera indeleble en la memoria del lector.
Parece mentira que, luego de este cr¨¢ter, el libro de Laurent Binet sea capaz todav¨ªa de hacer vivir una nueva experiencia convulsiva a sus lectores, con el relato de los d¨ªas que siguen al atentado que acab¨® con la vida de Heydrich. Hay algo de tragedia griega y de espl¨¦ndido thriller en esas p¨¢ginas en que un grupo de checos patriotas se multiplica para esconder a los ajusticiadores, sabiendo muy bien que por esa acci¨®n deber¨¢n morir tambi¨¦n ellos, hasta el ep¨®nimo final en que, vendidos por un Judas llamado Karel Curda, Gabc¨ªk, Kubiš y cinco compa?eros de la resistencia se enfrentan a balazos a 800 SS durante cinco horas, en la cripta de una iglesia, antes de suicidarse para no caer prisioneros.
La muerte de Heydrich desencaden¨® represalias indescriptibles, como el exterminio de toda la poblaci¨®n de L¨ªdice, y torturas y matanzas de centenares de familias eslovacas y checas. Pero, tambi¨¦n, mostr¨® al mundo lo que, todav¨ªa en 1942, muchos se negaban a admitir: la verdadera naturaleza sanguinaria y la inhumanidad esencial del nazismo. En Checoslovaquia misma, pese al horror que se vivi¨® en las semanas y meses siguientes a la Operaci¨®n Antropoide, la muerte de Heydrich mantuvo viva la convicci¨®n de que, pese a todo su poder¨ªo, el Tercer Reich no era invencible.
Un buen libro, como este, perdura en la conciencia, y es un gusanito que no nos da sosiego con esas preguntas inquietantes: ?c¨®mo fue posible que existiera una inmundicia humana de la catadura de un Reinhard Heydrich? ?C¨®mo fue posible el r¨¦gimen en que individuos como ¨¦l pod¨ªan prosperar, alcanzar las m¨¢s altas posiciones, convertirse en amos absolutos de millones de personas? ?Qu¨¦ debemos hacer para que una ignominia semejante no vuelva a repetirse?
? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PA?S, SL, 2011. ? Mario Vargas Llosa, 2011.
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