Lecciones francesas
En junio del a?o pasado, el presidente Nicolas Sarkozy, dirigi¨¦ndose al Congreso, reunido en Versalles, dijo: "Deseo ir lo m¨¢s lejos posible con la tasa carbono. Es un reto inmenso. Un reto ecol¨®gico. Un reto por el empleo". En septiembre, Sarkozy fue m¨¢s lejos: "Lo he firmado y lo har¨¦. Es una cuesti¨®n de honestidad. Si no se hace, no se es honesto". Y cinco d¨ªas despu¨¦s, sigui¨® la escalada verbal: La tasa carbono "es una gran reforma, como la descolonizaci¨®n, la elecci¨®n del presidente de la Rep¨²blica por sufragio universal, la abolici¨®n de la pena de muerte y la legislaci¨®n del aborto". Pues bien, el martes pasado, el primer ministro Fran?ois Fillon, anunci¨® que la tasa carbono se retrasaba indefinidamente. En octubre de 2007, Sarkozy convoc¨® el llamado encuentro de Grenelle para alcanzar con todos los agentes sociales un gran pacto sobre la sostenibilidad. La tasa del carbono fue el acuerdo estrella. Ahora desaparece de la escena.
Asumir el primer plano, tapando a los ministros, tiene un efecto letal: un cambio de Gobierno no sirve de nada
?Qu¨¦ ha pasado desde entonces? Desde la moralizaci¨®n del capitalismo hasta la salvaci¨®n del planeta pasando por la refundaci¨®n de la identidad francesa, Nicolas Sarkozy ha seguido prometiendo un acontecimiento hist¨®rico cada semana, pero los franceses se han cansado de tanta promesa grandilocuente y tan poca respuesta concreta. Y le han dado un severo aviso electoral. Primera consecuencia: adi¨®s a la tasa carbono. Un ejemplo interesante para que nuestros pol¨ªticos saquen las lecciones oportunas. En la derrota, Sarkozy se ha acordado de un principio elemental: lo ¨²nico que garantiza el ¨¦xito es hacer el pleno de los tuyos. Cuando empiezan las fugas en el electorado propio, el peligro acecha. Ante los aires de fronda que llegaban de los diputados de la derecha, Sarkozy ha sacrificado una promesa que irritaba a los conservadores. El segundo paso ser¨¢ el abandono paulatino de las veleidades que le llevaron a aprovechar la vanidad humana para extender su influencia a los territorios de la izquierda. La derecha se sent¨ªa despreciada y la izquierda real no se ha sentido seducida como algunos de sus personajes p¨²blicos. Estos ganaban cargos y privilegios, la ciudadan¨ªa no ten¨ªa la sensaci¨®n de ganar nada. Lecci¨®n clara por tanto: los ¨¦xitos de la derecha se fraguan en la derecha, los ¨¦xitos de la izquierda se fraguan en la izquierda. Defraudar al propio electorado es el camino directo a la derrota.
La segunda consideraci¨®n es que en materia de reformas se tiene que pasar inmediatamente al acto. Las reformas inquietan porque afectan a la rutina, a los h¨¢bitos, a las relaciones de poder, a la posici¨®n de las personas. La tendencia a la hip¨¦rbole en su presentaci¨®n tiene m¨¢s efectos inquietantes que eficacia pedag¨®gica. Y cuanto m¨¢s grande es la distancia entre las palabras y los hechos m¨¢s tiempo hay para que la inquietud se extienda y el rechazo crezca. Al mismo tiempo, los partidarios de la reforma se desentienden de ella cuando no se ven concreciones por ning¨²n lado. Zapatero, que ha sido un reformador eficaz en materia de derechos civiles, deber¨ªa aprender de las cuitas de Sarkozy, que repitiendo vaguedades como la ley de econom¨ªa sostenible no se va a ninguna parte.
Tanto el r¨¦gimen franc¨¦s como el espa?ol son muy presidencialistas. Pero la V Rep¨²blica se basaba en la continuidad de la funci¨®n presidencial y la provisionalidad del cargo de primer ministro. Sarkozy en vez de tomar distancia y dejar que el Gobierno se queme, quiso ser a la vez presidente y primer ministro. Resultado: el discreto primer ministro le supera ampliamente en reconocimiento. Zapatero tiene poco margen para la distancia, porque el puesto de jefe del Estado est¨¢ ocupado. Pero deber¨ªa darse cuenta de que asumir siempre el primer plano, tapando a los ministros significa trabajar sin parapeto. Y tiene un efecto letal: un cambio de Gobierno no sirve de nada, mientras el presidente sea el mismo.
El ¨²ltimo mensaje que viene de Francia est¨¢ dirigido a los que creen que a la extrema derecha se la frena asumiendo parte de su agenda. Es una actitud extendida en la clase pol¨ªtica que deteriora la democracia y debilita las defensas de la ciudadan¨ªa contra los neopopulismos y los neofascismos. Basta ver lo que est¨¢ ocurriendo en Italia o en el partido republicano de Estados Unidos para saber que los neopopulismos no son ninguna fantas¨ªa. Con el debate sobre la identidad nacional y el burka, Sarkozy agit¨® el ¨¢rbol y una parte de las nueces fue directamente a la cesta del Frente Nacional. Pero, adem¨¢s, este demostr¨® cierta capacidad de adaptaci¨®n y centr¨® su campa?a en la cuesti¨®n social. Contemporizar con los neofascismos es una forma de legitimarlos.
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