'Dios' se jubila
A sir Gus O'Donnell le llaman Dios. En parte, porque eso es lo que significan sus iniciales en ingl¨¦s, GOD. Pero tambi¨¦n porque tiene tanto poder como un dios. Los brit¨¢nicos suelen criticar a Europa con el argumento de que es antidemocr¨¢tica y el poder lo ejercen los funcionarios. Lo que ellos llaman, con todo el desprecio que es posible acumular en tan pocas palabras, "los bur¨®cratas de Bruselas". Y, sin embargo, tienen una tendencia irrefrenable a delegar inmensos poderes en cargos no elegidos: en comisiones formadas para estudiar los problemas m¨¢s delicados, cuyas conclusiones los Gobiernos acatan a pies juntillas por absurdas que sean; o en el Comit¨¦ Monetario del Banco de Inglaterra; o en altos funcionarios que suelen tener m¨¢s poder que muchos ministros.
Beb¨ªa con los periodistas y no le importaba que le vieran jugando a la ruleta
Sir Gus O'Donnell no solo forma parte de esa casta, sino que en los ¨²ltimos seis a?os ha ocupado la c¨²spide de esa pir¨¢mide funcionarial en la que Reino Unido se ha apoyado durante siglos. Con 59 a?os de vida y 32 de carrera, la semana pasada anunci¨® que a final de a?o colgar¨¢ los trastos de funcionario p¨²blico. Dejar¨¢ de una sola tacada tres funciones al mismo tiempo: secretario del Gabinete en Downing Street, secretario permanente del Cabinet Office (Ministerio de la Presidencia) y responsable de toda la funci¨®n p¨²blica. No tendr¨¢ un sucesor, sino tres: cada cartera recaer¨¢ en un funcionario distinto.
A la muy profesional Administraci¨®n brit¨¢nica se la conoce como Whitehall, la arteria que une la plaza del Parlamento con la de Trafalgar. All¨ª est¨¢n las sedes centrales de los grandes ministerios, como Downing Street, el Tesoro, el Foreign Office, el Cabinet Office o Defensa. Y a los altos funcionarios que controlan esos ministerios se les llama mandarines. Sir Gus O'Donnell es un mandar¨ªn de mandarines. Su gran aportaci¨®n en seis a?os en Downing Street ha sido su intuici¨®n, meses antes de las elecciones de 2010, de que el pa¨ªs se abocaba a un Gobierno de coalici¨®n: prepar¨® el terreno para que los partidos negociaran sin problemas constitucionales, sin comprometer a la reina y sin permitir que Gordon Brown se atrincherara en Downing Street a pesar de que los tories pensaban que ese era el objetivo de sus preparativos.
La influencia de altos funcionarios como sir Gus ha sido inmortalizada por un personaje de la BBC, sir Humphrey Appleby, en las hilarantes series de los a?os ochenta S¨ª, ministro, y S¨ª, primer ministro, interpretado por el actor sir Nigel Hawthorne. Dicen que Margaret Thatcher se desternillaba de risa viendo cada entrega. A¨²n hoy se difunden a menudo y es incre¨ªble c¨®mo la inmensa mayor¨ªa de los cap¨ªtulos giran en torno a asuntos que siguen estando de plena actualidad y en t¨¦rminos casi gemelos. Desde la cuesti¨®n europea hasta la prensa, los recortes, los organismos p¨²blicos superfluos, la reforma de la Sanidad, la funci¨®n p¨²blica, etc¨¦tera.
Algunos comentaristas han sub-rayado estos d¨ªas que sir Gus y sir Humphrey tienen muy pocas cosas en com¨²n. El funcionario real es un hombre de origen humilde que cree profundamente en el igualitarismo y que en sus ¨¦pocas de secretario de prensa se relacionaba de t¨² a t¨² con los periodistas, beb¨ªa con ellos y no le importaba que le vieran jugando a la ruleta. En eso tiene muy poco que ver con el orgulloso y clasista sir Humphrey.
Pero realidad y ficci¨®n parecen coincidir al menos en un par de cosas: los dos creen que los pol¨ªticos pasan y los funcionarios permanecen. Sir Gus ha servido a cuatro primeros ministros: dos conservadores (John Major y David Cameron) y dos laboristas (Tony Blair y Gordon Brown). Y los dos son escurridizos como anguilas. "Si tiene alguna debilidad es que es un poco respetuoso, quiz¨¢ un poco demasiado respetuoso. No le gustan en absoluto las confrontaciones", ha dicho de ¨¦l Nigel Lawson, canciller del Exchequer en tiempos de That-cher y el hombre que descubri¨® a O'Donnell y lo convirti¨® en su jefe de prensa. Sir Humphrey estar¨ªa de acuerdo: lo suyo era decir que s¨ª para hacer luego lo que le parec¨ªa m¨¢s conveniente para el pa¨ªs y, sobre todo, para ¨¦l.
MANDAMIENTOS DE UN MANDAR?N FICTICIO, SIR HUMPHREY APPLEBY
Estas perlas seleccionadas del ficticio sir Humphrey Appleby de la teleserie c¨®mica de los ochenta 'S¨ª, ministro', servir¨ªan para un perfecto dec¨¢logo para altos funcionarios brit¨¢nicos.
? "Si la gente no sabe lo que haces, no sabe lo que haces mal".
? "El asunto est¨¢ siendo considerado' significa que hemos perdido una carpeta. 'El asunto est¨¢ siendo activamente considerado' significa que estamos buscando la carpeta".
? "El primer ministro no quiere la verdad, quiere algo que pueda decir al Parlamento".
? "Si los funcionarios no pelean por el presupuesto de su departamento, se pueden quedar con un departamento tan peque?o que lo puede gestionar hasta un ministro".
? "La Ley de Secretos Oficiales no est¨¢ para proteger los secretos, sino para proteger a los oficiales".
? "Lo sorprendente de los acad¨¦micos no es que tengan un precio, sino lo bajo que es su precio".
? "Solo son totalitarios los Gobiernos que suprimen los hechos. En este pa¨ªs simplemente tomamos la decisi¨®n democr¨¢tica de no publicarlos".
? "Si no te gusta la decisi¨®n de un ministro, ac¨¦ptala con gusto y sugi¨¦rele que deje los detalles en tus manos".
? "Nuestro trabajo es decirle al Parlamento la verdad y solo la verdad. Pero ser¨ªa irresponsable decirle toda la verdad".
? "Es bien sabido en el Foreign Office que una orden del primer ministro se convierte en un requerimiento del ministro, luego en una recomendaci¨®n del secretario de Estado y finalmente en una sugerencia del embajador. Si es que llega tan lejos...".
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