Carlos Oroza, el poeta alquimista
Carlos Oroza es poeta. Algunos, con h¨¢bitos de sepultureros o vocaci¨®n de taxidermistas, intentan disecarlo en el Madrid de los a?os sesenta; otros, m¨¢s pr¨®ximos a la taxonom¨ªa, pretenden clasificarlo como poeta beatnik, como underground. Algunos repiten como una moviola el t¨ªtulo de "el Allen Ginsberg espa?ol". Francisco Umbral trat¨® tambi¨¦n de encajonar a este gallego como "el poeta maldito del Caf¨¦ Gij¨®n, el bohemio de los sesenta".
Dicen que naci¨® en el Viveiro de 1933, un a?o despu¨¦s de que otro singular poeta, el tambi¨¦n periodista ?lvaro Cunqueiro, publicara en Santiago de Compostela esa biblia del vanguardismo gallego que es Mar ao Norde, su primer libro de poemas. Carlos Oroza prosigui¨® su viaje y se fue a la isla Ibiza o a Estados Unidos, donde fue halagado y premiado. Y contin¨²a sobreviviendo a cualquier af¨¢n embalsamador, a cualquier pseudocient¨ªfico de la clasificaci¨®n porque su tiempo es el de la alquimia, aquel donde la palabra se transforma en un cristal lleno de luz, de igual forma que Ave es la inversi¨®n de Eva.
Oh eva / ¨¦vame / eva! ¨¦vame si me transito, le hemos o¨ªdo orar como una llamadaja ulatoria, un mantra que se repite como medio de concentraci¨®n. Su territorio, el de la voz clara, intensa, fluida e irreverente. Una voz que canta como el n¨²mero exacto que nos habla. El mismo lleg¨® a autorretratarse como un "poeta n¨®rdico que codicia lo lejano, la luz. No s¨®lo la luz del sol, sino tambi¨¦n la luz del pensamiento, del f¨®sforo, del rayo en el bosque, la luz de la imaginaci¨®n". Carlos Oroza ive en ese estado permanente de la inocencia porque jam¨¢s ha sido asimilado por el poder. No se ha dejado.
En la obra del poeta Carlos Oroza brota un germen que nos remite a las mejores resonancias de la tradici¨®n po¨¦tica europea, y tambi¨¦n a su humanismo. En la oralidad de sus versos, la belleza no es un restrictivo concepto can¨®nico. Es una aspiraci¨®n por encima de lo cotidiano para ahondar mejor en su sentido. Ya nadie lo duda.
Pero no lo busquen ustedes en los escaparates de las librer¨ªas. No lo divisar¨¢n. No es un producto bendecido por el mercado editorial, a pesar de sus miles de lectores y seguidores leales. La mayor parte de sus libros est¨¢n agotados. Aparecen y se volatilizan como un rel¨¢mpago, espor¨¢dica y fugazmente. T¨ªtulos como Cabalum, del a?o 1980; Una porci¨®n de tierra gris del norte, de 1996; o En el norte hay un mar m¨¢s alto que el cielo, de 1997, forman parte ya de un imaginario colectivo.
La superficial inmediatez de las nuevas tecnolog¨ªas tambi¨¦n resulta un sistema casi in¨²til para conocer a este poeta gallego. B¨²squenlo ustedes en el caos de la ciudad que eligi¨® para vivir: Vigo. Pronto lograr¨¢n descubrir su blanqu¨ªsima presencia, como una l¨ªnea infinita que sue?a, entre la masa de paseantes insatisfechos que deambulan por la comercial calle del Pr¨ªncipe. O encu¨¦ntrenlo ustedes en la Plaza de Compostela, mientras pasa el viento lento, y su sombra se desliza con suave complacencia en la corriente. Se le distingue por su caminar lento, firme y preciso. Y tambi¨¦n por su mirada juvenil, vanguardista.
Mientras Carlos Oroza camina -¨¦l mismo me lo ha dicho- se activa su capacidad de asombro y, como en los viejos poetas, ¨¦ste se convierte en mecanismo generador de sensaciones, pensamientos y poes¨ªa. Nada le es ajeno. Sus impresiones pasajeras se entrelazan con sus reflexiones existenciales, con su voluntad de conjugar tradici¨®n y modernidad.
Pelda?os
Viveiro, 1933.
En los a?os sesenta. Fund¨®, junto a V¨ªctor Liz¨¢rraga y Victoria Paniagua, la revista Tropos.
Se le otorg¨® en Nueva York el premio internacional de Poes¨ªa Underground.
Despu¨¦s de vivir en Madrid, Ibiza y EE UU actualmente reside en Vigo.
El¨¦ncar (1974).
Cabalum, (1980).
Alicia, (1985).
Una porci¨®n de tierra gris del norte, (1996).
En el norte hay un mar que es m¨¢s alto que el cielo (primera edici¨®n en 1997).
La llama prestada, (1998).
Un sentimiento ingr¨¢vido recorre el ambiente, (2006).
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