Cohen
Al escuchar voces y sonidos que han regalado sensaciones impagables a tu alma quieres imaginarte el rostro y la apariencia de los seres que las han creado. Al ver sus caras, su actitud, su expresividad, su estilo, deseas que guarden similitud con lo que t¨² has querido imaginar. En muchos casos esas fotograf¨ªas, lo que percibes o constatas en su personalidad al ver en carne y hueso a los h¨¦roes de tu mitolog¨ªa, guardan armon¨ªa con lo que te sugiere su obra. El bigote de Brassens, su mirada descre¨ªda, su pipa, la melena aristocr¨¢tica de Leo Ferr¨¦, la cara angulosa y canalla de Brel, la forma de vestir, la expresividad y los movimientos de Sinatra, las genuinas chuler¨ªa y dureza de Miles Davis (alguien cuya trompeta pod¨ªa hacerte llorar pero tambi¨¦n un macarra importante, se?or arrogantemente seguro de s¨ª mismo y de su arte, que al ser invitado a una recepci¨®n en la Casa Blanca e interrogado por una desde?osa y enjoyada invitada sobre los m¨¦ritos que hab¨ªa hecho un negro tan altivo para estar en lugar tan trascendente, le contest¨®: "Se?ora, yo he cambiado tres veces la historia de la m¨²sica en este siglo, pero imagino que usted lo ¨²nico que posee es dinero"), la hipnosis y el misterio que siempre ha desprendido Dylan, el rictus hosco y de le¨®n herido de Van Morrison, corresponden fielmente a lo que algunos de sus incondicionales sentimos al o¨ªr su m¨²sica.
Llevo cuarenta a?os escuchando a Leonard Cohen. Esa voz, los sentimientos que describe y la forma de hacerlo siempre me han enamorado y conmovido, aliviado llagas, convencido de que est¨¢ hablando de cosas que me remueven y obsesionan, regal¨¢ndome im¨¢genes aut¨¦nticamente po¨¦ticas, anhelos, desolaci¨®n, certidumbres, dudas, mordacidad, enigmas, erotismo, emociones y sue?os. Nunca he pensado en su edad, para m¨ª jam¨¢s ha sido joven ni viejo. Es simplemente Cohen, un g¨¦nero, un estado de ¨¢nimo, una genuina e inimitable visi¨®n del mundo, un eco que mantiene intacta su ancestral capacidad de seducci¨®n, un universo que comprender¨ªa y sentir¨ªa aunque no existiera la traducci¨®n de sus palabras.
El hombre de 75 a?os (s¨ª, el de la gabardina azul, el que bailaba hasta el final del amor), el que recib¨ªa el viernes ese galard¨®n principesco, estaba l¨®gicamente encorvado, pero era un pr¨ªncipe de los de verdad. Cont¨® que los seis acordes que desprend¨ªa la guitarra de un espa?ol suicida fueron la base de todo lo que ha querido expresar en sus canciones. La hermosura, la inteligencia y la complejidad sentimental del sello Cohen son intemporales. Es un cl¨¢sico. Seguir¨¢ emocionando a aquellos que se lo merezcan en cualquier ¨¦poca, en los pr¨®ximos siglos.
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