Acordes
Los Premios Pr¨ªncipe de Asturias de este a?o han quedado sepultados bajo la sombra del comunicado de ETA y el linchamiento de Gadafi. Uno y otro asunto precisan del periodismo m¨¢s rabioso, el de verdad. Elementos tan potentes redescubren el valor de la prensa, ocupada como anda casi siempre en vanas epidermis. Noticias as¨ª le dan raz¨®n de existir, en contraste con la deriva habitual, como si a Nadal le tienes entretenido con una piruleta y le cae en las manos una verdadera raqueta.
Contaban de la tertulia de los viernes de los brit¨¢nicos Martin Amis, Hitchens y Salman Rushdie que practicaban una gimnasia del ingenio consistente en cambiar la palabra casa por calcet¨ªn y la palabra amor por rabo y reinventar con esa variante t¨ªtulos de pel¨ªculas y novelas. Algo parecido se podr¨ªa hacer con el comunicado de ETA. Si uno prueba a leerlo como si anunciara el cese de actividad de La Oreja de Van Gogh, apreciar¨ªa la confusi¨®n; por un lado renuncian a dar m¨¢s actuaciones, pero por otro quieren llevarse el disco de oro.
Las lecturas van del desacuerdo a la vociferante caverna. Pero con prudencia y altura de miras, cerraremos como se merece este episodio, nosotros que tan mal cerramos los episodios de nuestra historia. El discurso del Pr¨ªncipe en la gala de sus premios supo volar por encima del acostumbrado "es para m¨ª motivo de honda satisfacci¨®n". Como el chaleco amarillo de Gebreselassie, necesitamos sacudir la previsibilidad de estos actos y nutrir con palabras necesarias el entendimiento colectivo.
La guinda de Leonard Cohen me trajo a la memoria a una amiga que lo detesta. Le recuerda siempre un novio ajado y trist¨®n que tuvo, que no hac¨ªa m¨¢s que escuchar sus canciones. Mi amiga, tan bella, no sabe que Cohen quiz¨¢ resultaba un consuelo anticipado para ese viejo amante derrotado. Lo ha sido para muchos que comparten con ¨¦l aquel verso m¨ªtico, "somos feos, pero tenemos la m¨²sica", aquellos que se perdieron lejos en busca de la belleza. Cohen explic¨® un secreto hasta ese d¨ªa guardado. Los seis acordes de su guitarra los aprendi¨® de un espa?ol suicida. Por eso suenan siempre con esa melancol¨ªa sabia.
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