Fabra remata a Camps
En realidad, a Francisco Camps quien lo est¨¢ rematando es su sucesor, Alberto Fabra, con sus constantes posicionamientos en las ant¨ªpodas. Es cierto que la gesti¨®n del expresidente al frente de la Generalitat, sin entrar a hacerle la autopsia, ha quedado emborronada para siempre con tinta china por un acontecimiento judicial que, m¨¢s all¨¢ del fallo del juez, ya le ha acarreado el desprestigio pol¨ªtico y ha adherido a su figura un tufo infecto perpetuo, pero quien est¨¢ desguazando su talla pol¨ªtica y ceg¨¢ndole el paso a un hipot¨¦tico regreso es carne de su carne.
Ungir Mariano Rajoy a Fabra y empezar la demolici¨®n de Camps fue todo uno. El exalcalde de Castell¨®n exhibi¨® en seguida un talante ins¨®lito en la presidencia del Consell. Sorprendi¨® con los afectados por el accidente de metro y familiares de las v¨ªctimas, y con los vecinos y comerciantes de El Cabanyal. Y lo volvi¨® a hacer el viernes tras el pleno del Consell, cuando, forzado por la delicada situaci¨®n financiera del Gobierno valenciano, la desesperaci¨®n de los acreedores y la presi¨®n del inicio de la campa?a electoral, pidi¨® perd¨®n a los proveedores por los retrasos en los pagos en una comparecencia que visti¨® como balance de sus 100 d¨ªas.
Aunque Fabra no resuelva los problemas (a las v¨ªctimas del metro no les ha solucionado nada, lo del Cabanyal sigue como est¨¢ y los proveedores ya veremos cu¨¢ndo cobran), por lo menos no los rehuye ni los ignora como acostumbraron Camps y el s¨¦quito de hermetistas que lo siliconaron en su despacho g¨®tico. Por eso, cada vez que Fabra hace un gesto p¨²blico, subraya en fosforescente los defectos de su antecesor; cada vez que habla, le echa una pala m¨¢s de tierra sobre su hoyo.
Una vez Fabra ha marcado perfil y ha establecido frente Camps la distancia que va del d¨ªa a la noche, ya solo queda por despejar si su empat¨ªa (de la que emana la actitud conciliadora y comprensiva con los que sufren) tiene como fecha de caducidad el 20 de noviembre o si, por el contrario, no se trataba de una calculada estrategia para rebajar la presi¨®n que constre?¨ªa al Gobierno y el PP valencianos por el caso G¨¹rtel y conjurar posibles (aunque inciertos) efectos secundarios electorales.
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