La ley (del silencio) de ?ngeles Gonz¨¢lez-Sinde
La escritora Elvira Lindo traza una semblanza de la controvertida ministra d¨ªas antes de su cese. Dese el inicio de su amistad hasta las horas m¨¢s bajas de su abrupto mandato al frente de cultura
El restaurante Gonpachi es una inmensa taberna ubicada en el barrio tokiota de Roppongi. Es popular, entre otras cosas, por haber sido el escenario de la pel¨ªcula Kill Bill. Las autoridades espa?olas en la capital japonesa suelen llevar all¨ª a sus invitados para ofrecerles una cena bullanguera y colorista. Cuando entr¨¦ en ella la noche del 21 de octubre, acompa?ada por el equipo directivo del Cervantes de Tokio, ?ngeles Gonz¨¢lez-Sinde ya estaba sentada y rodeada por asistente, asesores, escolta, el embajador de Espa?a y otros cargos diplom¨¢ticos. Sinde es una mujer fuerte, de gran envergadura ¨®sea, pero esa noche me pareci¨® encontrarla disminuida, con el encogimiento propio de quien est¨¢ incubando una gripe. Lo achaqu¨¦ al jet lag y, al cabo del rato, como suele ocurrir, tras unos vasos de sake, la conversaci¨®n fluy¨® sobre curiosidades japonesas y cre¨ª ver el mismo rostro de siempre.
El duelo de la muerte inesperada de su hermano peque?o en mayo, que lo cambi¨® todo, le oblig¨® a tener una vida p¨²blica cuando menos ¨¢nimos ten¨ªa
Sinde ha sido siempre para el partido una "independiente", alguien de fuera
Garmendia fue su aliada en la mesa de ministros y en la de algunos restaurantes
Al d¨ªa siguiente nos encontramos en la sede del Cervantes. Su viaje se deb¨ªa a una exposici¨®n de Goya que se inauguraba en el Museo de Arte Occidental de Tokio. El m¨ªo, a mis asuntos, pero la invitaci¨®n del festival de cine asi¨¢tico realizado por mujeres nos hab¨ªa unido en un mismo acto. La ministra paseaba de un lado a otro en la entrada del instituto. Sola y meditabunda, p¨¢lida como la noche anterior. Me acerqu¨¦ y la tom¨¦ del brazo, pero no le arranqu¨¦ una respuesta concreta, aparte de que me confirmara que sent¨ªa un enorme cansancio. En estos ¨²ltimos d¨ªas de mandato al frente del Ministerio de Cultura, ?ngeles rumia su experiencia sin hacer part¨ªcipe a casi nadie de sus meditaciones. Es leal con quienes pusieron en ella su confianza y, al mismo tiempo, imagino, no quiere arriesgarse o declarar algo inconveniente justo ahora que ya est¨¢ todo el pescado vendido.
Puedo imaginar que el hecho de que se haya paralizado la aprobaci¨®n del reglamento de la ley Sinde le hace sentirse frustrada, por haber puesto en ella gran parte de sus energ¨ªas. Los empresarios culturales braman por que el consejo de ministros la apruebe en breve, pero nadie parece dispuesto a encarar ahora, en plena campa?a, un asunto que en nuestro pa¨ªs es tremendamente impopular. Puede ser esa la causa de su melancol¨ªa, o bien la incertidumbre que provoca el final de una etapa. O bien el duelo de la muerte inesperada de su hermano peque?o en mayo, que lo cambi¨® todo y le oblig¨® a tener una vida p¨²blica cuando menos ¨¢nimos ten¨ªa para hacerlo.
Conozco a ?ngeles Gonz¨¢lez-Sinde desde hace muchos a?os. Desde que nos embarcamos hace ya m¨¢s de una d¨¦cada, con otras mujeres del cine, rumbo a Los ?ngeles, invitadas por el Latin Film Festival. En las fotos, que a¨²n conservo, de aquel viaje aparece con el pelo muy corto, esa sonrisa de persona seria que tanto le caracteriza, y una austeridad en el vestir que le da un aire de profesora de campus norteamericano.
Alquilamos un coche que condujo ella y nos gui¨® por aquella complicada ciudad en la que hab¨ªa estudiado cine unos a?os antes. Me pareci¨® una persona cosmopolita, seca en sus expresiones afectivas, inteligente y con una gran tendencia al ensimismamiento. A¨²n hoy la veo as¨ª, aunque parte de lo que s¨¦ de ella lo tengo que sospechar o deducir porque ?ngeles ha llevado su lealtad con el Gobierno al extremo y no confiesa ni una sola de las dificultades, zancadillas o pellizcos de monja con los que ha estado trufado su mandato. No se f¨ªa. Not¨¦ que no se f¨ªa cuando hace algo menos de un mes, en un restaurante discreto del barrio de las Letras, quedamos para que me ayudara a escribir esta semblanza. No es una desconfianza personal, es la consecuencia de un aprendizaje pol¨ªtico duro e intenso. Raquel Hidalgo, amiga suya desde los a?os de estudio en el Liceo Italiano, me corrobora esa impresi¨®n: "?ngeles se ha blindado. Es posible que se trate de un mecanismo de defensa, una manera de no mostrar su debilidad".
Y es que a nadie se le ha escapado que su ministerio ha sido uno de los m¨¢s pol¨¦micos de este Gobierno. La ministra tom¨® posesi¨®n de su cargo un 8 de abril de 2009, el d¨ªa de su cumplea?os. Podr¨ªa pensarse que se trataba de un regalo envenenado, aunque ella se esfuerza en aclarar que ha merecido la pena. El ministro saliente, C¨¦sar Antonio Molina, contaba, tal vez movido por el modo desconsiderado en que Zapatero lo destituy¨®, que el presidente hab¨ªa asegurado que estaba buscando a alguien "con m¨¢s glamour". La an¨¦cdota dejaba a Sinde enmarcada en un perfil algo superficial que en absoluto se corresponde con la realidad. La ministra, licenciada en Filolog¨ªa Cl¨¢sica y que maneja con fluidez tres idiomas, franc¨¦s, ingl¨¦s e italiano, creci¨® a la sombra de un padre comprometido pol¨ªticamente con el partido comunista y hered¨® de su progenitor una inclinaci¨®n hacia el compromiso social. Si algo marca car¨¢cter, no es una tendencia al hedonismo o a la frivolidad, sino, bien al contrario, una cierta rigidez que le impide tener un talante m¨¢s relajado y puede hacerle parecer soberbia. Por otra parte, si Zapatero entendi¨® que nombrando a alguien del mundo del cine aportaba un factor de popularidad a su Gobierno pec¨® de iluso, porque el mundo de la cultura no es en estos momentos el que goza de mayor popularidad en Espa?a, y menos el relativo al cine.
Sea como fuere, nunca me extra?¨® el nombramiento de Sinde como ministra de Cultura. Tan escasamente me sorprendi¨® que, aunque no pueda hacer nada ahora para probarlo, lo predije y dije (en casa) cuando se supo que C¨¦sar Antonio Molina hab¨ªa ca¨ªdo en desgracia. ?Por qu¨¦? Porque la futura ministra siempre estuvo activamente relacionada con las reivindicaciones de ese gremio maltratado al que pertenec¨ªa, el de los guionistas, y porque tuvo la habilidad de otorgarle a su cargo de presidenta de la Academia de Cine una presencia p¨²blica de la que hab¨ªa carecido con anteriores presidentes, aunque fueran personajes c¨¦lebres. Siempre advert¨ª en ella esa vena pol¨ªtica. La tiene. Por eso debi¨® morderse la lengua cuando el Gobierno la excluy¨® de la defensa de la ley Sinde en el Congreso. "Hay, desde luego", me comenta alguien cercano a la ministra, "un factor mis¨®gino en todo esto: cuando llega la hora de defender asuntos de calado, como era este, parece que las mujeres no est¨¢n lo suficientemente preparadas". Para colmo, Sinde ha sido siempre para el partido una "independiente". Alguien de fuera.
El caso es que una vez que la ley no consigui¨® una mayor¨ªa que la aprobara, fue ella, la advenediza, quien tom¨® las riendas para negociar con otros partidos y model¨® la ley a su manera, introduciendo novedades ins¨®litas en su redacci¨®n, como que no se penara al usuario, sino al intermediario, algo que la hace diferente a otras leyes europeas, como la que rige en Francia.
La cr¨ªtica a su mandato ha sido en ocasiones razonada y otras muchas innecesariamente hiriente. No ayud¨® en absoluto que la ley fuera bautizada como "Sinde", ya que daba la impresi¨®n de que nac¨ªa de un inter¨¦s personal m¨¢s que de la voluntad de un Gobierno; observando desde la barrera el linchamiento medi¨¢tico al que fue sometida, no es disparatado pensar que al Gobierno le vino bien tener un chivo expiatorio que se llevara los palos del universo internauta. A Sinde se la vio muy sola. As¨ª se lo dije aquel mediod¨ªa en el restaurante madrile?o. Me contest¨®, empecinadamente imbuida de responsabilidad ministerial, que un ministro es un soldado que tiene que asumir riesgos.
Eso no quiere decir que en el Gobierno no encontrara refugio. Cristina Garmendia, la ministra de Ciencia e Innovaci¨®n, se convirti¨® en una aliada en la mesa del Consejo de Ministros y en la de algunos restaurantes. Eran reuniones espor¨¢dicas a las que se sumaban Carme Chac¨®n y Leire Paj¨ªn. Garmendia comparte con ella, adem¨¢s de su condici¨®n de advenediza en el mundo de la pol¨ªtica, los desvelos como madre y las culpabilidades a?adidas. Opina que no es lo mismo formar parte de un colectivo, como el cultural, que regir las pautas que lo determinan. Cierto. No se puede decir que la expresidenta de la Academia de Cine encontrara entre sus colegas un terreno abonado. Sin duda, uno de los desencuentros m¨¢s sonados que tuvo fue el propiciado por Alex de la Iglesia, protagonista de unas reuniones paralelas con el entorno internauta que le granjearon el aplauso inmediato en el ciberespacio, entusiasmo que no fue secundado por pesos pesados de su profesi¨®n. Tampoco es f¨¢cil sacarle palabra sobre si en ese momento se sinti¨® traicionada, aunque me comentan sus allegados que se mostr¨® dolida cuando el director de cine no se acerc¨® a saludarla en el ¨²ltimo Festival de San Sebasti¨¢n.
En una cr¨®nica social de dicho festival, una periodista con un sentido dudoso de la iron¨ªa comentaba que Sinde segu¨ªa fiel a su empe?o de llevar luto por su hermano; "f¨ªjense, si no, en la manicura". No, no ha habido piedad en los comentarios, y su timidez distante no le ha ayudado a acortar distancias con quienes se cebaban en las cr¨ªticas. Tiene Sinde un gesto enigm¨¢tico, esa peculiar sonrisa seria que el interlocutor no sabe bien c¨®mo interpretar. Ella reconoce y confiesa que solo con sus hijas, Estrella y Valentina, es capaz de expresar sin pudor la ternura. Ellas, m¨¢s que nadie, disfrutar¨¢n de la vuelta de su madre a casa. En estos casi tres a?os han acusado sus ausencias. Casi tres a?os en los que su madre ha sido ministra, ha estado en boca de cualquiera, ha vivido una separaci¨®n y ha sufrido la muerte de su hermano. No es poco, aunque me repiti¨® una y otra vez, paseando por el paseo del Prado despu¨¦s de la comida, que los sinsabores han merecido la pena. Como si quisiera que dejara constancia de ello en esta pieza.
?Y cu¨¢l es el futuro? Se ha matriculado en Antropolog¨ªa en la UNED y quiere volver al universo de los libros infantiles. Aunque quien esto escribe, que ya predijo un d¨ªa que ser¨ªa ministra, cree que la vida de Sinde al servicio del Estado a¨²n no ha tocado a su fin.
"Se va con secretos que no revelar¨¢"
Una persona del entorno de la ministra en el ministerio me comenta: "Puede que alguien afirme en el futuro que ?ngeles no ha terminado bien su trabajo, pero no es as¨ª: la verdad es que no se lo han dejado terminar, y eso es lo que le puede provocar m¨¢s frustraci¨®n. Ella se va a su casa con un mont¨®n de secretos. Cuando toda la pol¨¦mica con la Academia de Cine, pens¨¢bamos: si ella pudiera contar de verdad lo que est¨¢ viviendo... Pero ni lo ha hecho ni lo har¨¢".
Quiere escribir cuentos infantiles para Valentina, su hija peque?a. Cuando les dijo que iba a dejar por fin el cargo de ministra, sus hijas se lo celebraron. Ella les dijo que se quedar¨ªa en casa escribiendo y Valentina protest¨®: "?Pero escribir tambi¨¦n es trabajar!". Y ?ngeles se r¨ªe. "Bueno, algo positivo he ense?ado a mi hija. Tan peque?a y sabe que la actividad intelectual es un trabajo como otro cualquiera". "Ahora trato de no exponerme demasiado, de no arriesgarme, de bajar el ritmo. Esto es algo como ir en bicicleta; si frenas de pronto, te puedes caer. Quiero acostumbrarme poco a poco a lo que viene ahora".
Los viajes y el hast¨ªo
"El plan de pasarme d¨ªas rodeada siempre de una comitiva de siete personas muy majas y muy serviciales y bien intencionadas, pero que no te abandonan nunca, me fue minando", confiesa la ministra. "Yo creo que como escritora estoy acostumbrada a una dosis de intimidad y soledad importantes, y tanta sociabilidad hace que se me saturen las neuronas. Y que desde que muri¨® mi hermano los viajes me sientan fatal".
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