Estamos trabajando en ello
El ingl¨¦s abre muchas puertas. Ay, la frasecilla. Aquellos que no recibimos una buena ense?anza de idiomas en el colegio, o sea, casi todos los espa?oles, y que crecimos en la ¨¦poca "pre-Erasmus", o sea, la generaci¨®n del BUP que disfruta a d¨ªa de hoy de una espl¨¦ndida madurez, vivimos con ese mantra comi¨¦ndonos la oreja. El ingl¨¦s abre muchas puertas. Lo dec¨ªa el otro d¨ªa con mucha sensatez el catedr¨¢tico Pablo Salvador Cordech en este mismo peri¨®dico, que la modernizaci¨®n de la universidad espa?ola pasa, entre otras cosas, por que alumnos y profesores conozcan esta herramienta internacional. Tambi¨¦n los presidentes debieran manejarse al menos en lo b¨¢sico, para no quedarse encasquillados en el simp¨¢tico "Everyday, Bonsai" con el que Zapatero dio la bienvenida a Schroeder y Chirac, o en el "Estamos trabajando en ello", que Aznar pronunci¨® en perfecto espa?ol con acento tejano. Y que conste que nunca les agradecer¨¦ lo bastante que me prestaran estas dos muletillas que tan socorridas me vienen resultando en mi vida diaria: cuando me pongo frente al ordenador cada ma?ana para escribir una columna, me digo a m¨ª misma, "everyday bonsai", y cuando los redactores de este suplemento me reclaman el art¨ªculo, les escribo, "estamos trabajando en ello", aunque no s¨¦ si est¨¢n de humor para leerlo con el correcto acento de rancho tejano. Con el tiempo, Aznar ha progresado adecuadamente: ya no solo habla ingl¨¦s con Bush en la intimidad, tambi¨¦n lo hace en foros p¨²blicos americanos donde, con relativa soltura, se explaya sobre c¨®mo los socialistas han hundido Espa?a. Haciendo patria. En cuanto a Zapatero, va a tener mucho tiempo para darle al "everyday bonsai", e imagino que en Le¨®n habr¨¢ academias espl¨¦ndidas. Yo he probado todos los sistemas. Incluso los que precisaban de teatrillo para, en teor¨ªa, desinhibir al alumno, aunque generalmente provocaban el efecto contrario. Ya cont¨¦ una vez (lo repito porque es bueno) que en una ocasi¨®n me sacaron a la palestra con un tal Vicente, empleado de banca, que no s¨¦ por qu¨¦ me tocaba siempre de pareja. Vicente, adem¨¢s de no ser un hacha para los idiomas, era un hombre t¨ªmido. El profesor, entusiasta, nos pidi¨® que nos imagin¨¢ramos que ¨ªbamos en una barca del Retiro un domingo por la ma?ana y que charl¨¢ramos. Vicente y yo empezamos a remar con nuestros remos invisibles, pero como si fu¨¦ramos unos novios antiguos vigilados por una carabina, enmudecimos y pasamos un minuto interminable remando sin hablar. El profesor, at¨®nito, nos record¨® que el ejercicio no era exactamente m¨ªmico. En fin, despu¨¦s de muchos a?os remando, finalmente, aprend¨ª a hablar, no estudiando, sino, perm¨ªtanme la insoportable vulgaridad, en la universidad de la calle. Ahora s¨®lo conecto el canal de Vaughan System porque dicho se?or Vaughan tiene mucho morbo. S¨ª, el ingl¨¦s abre puertas, o mejor dicho, hace que algunas no se te cierren. Los espa?oles estamos queriendo autoconvencernos de que en Nueva York se puede sobrevivir sin ¨¦l pero yo, francamente, lo dudo. Es cierto que es fant¨¢stico para los turistas de habla hispana que en todos los restaurantes cuenten con un camarero latino al que recurrir, pero no saber entenderse en ingl¨¦s es, en esta ciudad, como estar sordo de un o¨ªdo y tener en el otro un tap¨®n. Esa ha sido, hasta ayer mismo, mi (humilde) opini¨®n. Pero como soy de la escuela marxista (la de Groucho), mis opiniones son cambiantes: "?Estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros!". Ayer, dec¨ªa, voy y me siento muy de ma?ana, como tengo por costumbre, con mi caf¨¦, mi muffin y mi New York Times y leo, en portada, un reportaje dedicado, literalmente, a llevarme la contraria. En Estados Unidos, cuenta el periodista, hay 4.500.000 trabajadores que o no hablan ingl¨¦s en absoluto o lo hablan muy mal, y entre esos ciudadanos cerca de 35.000 son propietarios de negocios pr¨®speros. Chinos, coreanos, hispanos. Algunos venden productos culinarios destinados a su propia comunidad, otros abren negocios sin ning¨²n acento identitario. Internet les ha ofrecido la posibilidad de hacer pedidos y contactar con clientes sin necesidad de pasar el apuro de hablar por tel¨¦fono. En algunos casos son incluso l¨ªderes de sus comunidades dado que crean puestos de trabajo para los reci¨¦n llegados y les proporcionan un n¨²cleo de ambiente familiar. Cuando los hijos de los empresarios crecen se convierten en el enlace perfecto de sus padres con el mundo anglosaj¨®n. Incluso si estos desconocedores del ingl¨¦s caen enfermos cuentan con la ventaja de que los hospitales facilitan traductores en todas las lenguas para mediar entre m¨¦dico y paciente. Pues bien, esto me ha llevado a replantearme mis teor¨ªas: en Nueva York, aun sabiendo ingl¨¦s, siempre est¨¢s sordo de un o¨ªdo. Al fin y al cabo, te pasas el d¨ªa oyendo a hablar a los coreanos entre ellos o a los chinos o a los ¨¢rabes. Te cobran en el supermercado, te hacen la manicura, te sirven la comida, te llevan en el taxi o te venden el peri¨®dico sin que te cruces con ellos m¨¢s all¨¢ de dos frases. Con esto no quiero fomentar la burricie, que bastante extendida est¨¢, pero por qu¨¦ no hacer un canto al viejo lenguaje de los gestos. Vicente y yo, remando, remando, hubi¨¦ramos llegado lejos.
No saber entenderse en ingl¨¦s en Nueva York es como estar sordo de un o¨ªdo y tener en el otro un tap¨®n
Seg¨²n 'The New York Times', 4,5 millones de trabajadores en Estados Unidos no hablan ingl¨¦s
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