Contrato ¨²nico, estructura productiva y paro
El pasado 5 de noviembre, Luis Mart¨ªnez Noval (exministro de Trabajo) criticaba en la tribuna Contrato ¨²nico y paro las conclusiones de un reciente trabajo de investigaci¨®n en el que estudiamos si una menor segmentaci¨®n contractual en nuestro mercado laboral habr¨ªa ayudado a evitar parte del desmedido aumento de la tasa de paro durante la crisis. Vaya por delante que, como investigadores, estamos siempre abiertos a la cr¨ªtica, si est¨¢ bien fundamentada. Pensamos que este no es el caso.
Conviene repasar brevemente nuestro argumento sobre la necesidad de eliminar la dualidad del actual sistema de contrataci¨®n laboral. Esta se explica por la gran brecha de indemnizaciones por despido entre indefinidos y temporales, responsable tanto de la fuerte creaci¨®n de empleo temporal en las expansiones como de su masiva destrucci¨®n en las recesiones. Ha ocurrido ahora y ocurri¨® en 1994, con una tasa de paro similar a la actual (22%). Entonces, pese a la gran creaci¨®n de empleo posterior, tardamos 13 a?os en converger a la media europea (8% en 2007). No existe ning¨²n otro pa¨ªs europeo con un mercado laboral tan bul¨ªmico. Debido a dicha brecha, la tasa media de conversi¨®n de temporales en indefinidos es muy baja, alrededor del 5%, con independencia del rendimiento del trabajador temporal. El resultado es una exagerada e ineficiente rotaci¨®n entre empleo y desempleo, que redunda en una tasa de paro media muy alta y vol¨¢til, baja productividad, escasa movilidad geogr¨¢fica y la imposibilidad de un horizonte de carrera profesional para los j¨®venes.
El exceso de trabajo no cualificado y el aumento de la temporalidad elevan el paro
Tras el fracaso de las reformas a dos velocidades implementadas desde 1984, la introducci¨®n del contrato indefinido ¨²nico parece inaplazable. Las indemnizaciones de dicho contrato deber¨ªan crecer lentamente con la antig¨¹edad (por ejemplo, de 8 a 12 d¨ªas de salario al principio hasta un m¨¢ximo de 33 a 36, con aumentos anuales de 2 o 3 d¨ªas). La raz¨®n es que la diferencia entre el coste social del despido (capital humano espec¨ªfico perdido, prestaciones por desempleo sufragadas por los cotizantes, etc¨¦tera) y el privado aumenta con la antig¨¹edad del trabajador despedido. Con este perfil, el coste adicional para la empresa de prorrogar los contratos se reducir¨ªa radicalmente, mientras que la indemnizaci¨®n media por despido percibida por el trabajador seguramente aumentar¨ªa pues, pese a recibir una menor cuant¨ªa anual que la actual del despido improcedente, la duraci¨®n de su contrato crecer¨ªa m¨¢s que proporcionalmente. Dicho contrato ser¨ªa adem¨¢s compatible con una m¨ªnima gama de contratos temporales (por ejemplo, por sustituci¨®n en bajas por maternidad o enfermedad) y con el recurso legal frente al despido discriminatorio.
Pasemos ahora a rebatir las cr¨ªticas de Mart¨ªnez Noval. Nuestra investigaci¨®n analiza cu¨¢nto habr¨ªa aumentado la tasa de paro en Espa?a durante la Gran Recesi¨®n de haber tenido la brecha de costes de despido de Francia. All¨ª la tasa de paro tambi¨¦n era del 8% en 2007 y sus instituciones laborales son parecidas a las nuestras, incluyendo el coste medio del despido, pero su brecha es la mitad de la nuestra. Mart¨ªnez Noval afirma que ese efecto habr¨ªa sido escaso pues, en su opini¨®n, el gran responsable de nuestra hecatombe es el desplome del sector inmobiliario. Espa?a tiene un recurso natural (sol y playa) que normalmente implicar¨¢ un mayor peso de la construcci¨®n en el empleo que en otras econom¨ªas. Sin embargo, es la tercera vez en 35 a?os que superamos una tasa de paro del 20%, sin que las otras veces se culpara al "ladrillo". Su conclusi¨®n ignora nuestro argumento de que la dualidad del mercado laboral afecta a la especializaci¨®n productiva, siendo una de las principales causas de la burbuja inmobiliaria. Tras la fuerte ca¨ªda de los tipos de inter¨¦s reales durante el acceso al euro, las nuevas inversiones se centraron en sectores intensivos en mano de obra poco cualificada con contratos flexibles, como la construcci¨®n, en vez de en sectores con alto valor a?adido pero mayor riesgo, como los de alta tecnolog¨ªa, incompatibles con el uso de r¨ªgidos contratos indefinidos. A diferencia de lo que afirma Mart¨ªnez Noval, nuestras simulaciones tienen en cuenta este efecto indirecto y predicen que, con la brecha francesa, el aumento del paro habr¨ªa sido bastante menor: del 8% al 15,5% en vez de al 21,5%.
El mismo razonamiento sirve para rebatir la falacia de que la regulaci¨®n laboral no puede ser responsable del alto paro, porque es incompatible con la enorme diversidad de tasas de paro entre comunidades sujetas a iguales regulaciones -digamos Andaluc¨ªa y Navarra-. En efecto, mientras que en 1995 el peso del empleo en la construcci¨®n era muy similar en ambas, alrededor del 10%, el boom inversor ampli¨® la diferencia a m¨¢s de 3 puntos en 2007. ?Por qu¨¦? Posiblemente porque en 1995 la proporci¨®n de j¨®venes que abandonaba la ESO en Andaluc¨ªa era del 42% frente al 19% en Navarra y porque la tasa de temporalidad andaluza superaba en casi 20 puntos a la navarra. El exceso de trabajo no cualificado y el acceso a la temporalidad fomentaron en parte una especializaci¨®n productiva diferente. No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Samuel Bentolila es profesor de Econom¨ªa en el Centro de Estudios Monetarios y Financieros (CEMFI) y Juan J. Dolado es catedr¨¢tico de Econom¨ªa en la Universidad Carlos III.
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