?Qui¨¦n es Angela Merkel?
Sabemos de las aventuras lascivas de Silvio Berlusconi, de las intimidades familiares de Sarkozy, de los vicios y gustos de numerosos mandatarios. De Angela Merkel, cuyo nombre e imagen visitan a diario la prensa de todo el mundo, apenas se sabe nada que no incumba exclusivamente a su actividad profesional. ?Qui¨¦n y c¨®mo es esta mujer que la revista Forbes y el semanario Time han se?alado repetidamente como uno de los seres humanos m¨¢s poderosos e influyentes del planeta?
En Espa?a, algunos que se expresan en p¨²blico insisten en llamarla "?ngela". Se dice Anguela, como "anguila" pero sin "i". A menudo se le aplica el t¨®pico caricaturesco de dama de hierro, lo que no se corresponde en absoluto ni con sus maneras educadas ni con lo que con toda probabilidad constituye su mayor fortaleza: la ductilidad para alcanzar acuerdos. Es una consumada maestra en la t¨¦cnica de "s¨ª, pero". Condesciende, admite, cede y, cuando tiene al oponente satisfecho y confiado, le saca el pero, a continuaci¨®n las razones que tra¨ªa archipreparadas, y se lleva el gato al agua.
Trabajadora, tenaz, competente y discreta, es una consumada maestra del "s¨ª, pero..."
De no haber sido por la recomendaci¨®n insistente de los asesores de imagen de su partido, esta se?ora introvertida, m¨¢s bien sosa, a quien durante a?os le bastaba una pasada de peine por todo acicalamiento, gobernar¨ªa su pa¨ªs con ropa informal de estudiante.
Las puertas que a otros les abrieron el atractivo f¨ªsico o el carisma, a Angela Merkel se las han abierto cualidades adquiridas por la v¨ªa de una educaci¨®n estricta, en la onda severa de su religi¨®n, la luterana. Nos referimos al trabajo constante, al af¨¢n de superaci¨®n, a la paciencia, al c¨¢lculo, al esp¨ªritu de sacrificio. Todo ello se une en su caso a una discreci¨®n absoluta y a un mal disimulado desd¨¦n por las actitudes hedonistas.
Al rev¨¦s que a la mayor¨ªa de sus compatriotas, de ahora y de anta?o, no la conmueve el mito de Italia. Ya en cierta ocasi¨®n se le escap¨® que los europeos del sur pecan de ganduler¨ªa. Le replicaron que en Espa?a, por poner un ejemplo, empleados y obreros manuales trabajan un promedio superior de horas que sus iguales alemanes. Ella apret¨® los labios, dando a entender que en el fondo era m¨¢s respetuoso considerar gandules a los mediterr¨¢neos, pues, en rigor, si trabajan m¨¢s horas y producen menos es que son o torpes o in¨²tiles, si no es que se tiran a dormir en cuanto los pierde de vista el jefe.
Seria, contenida, disciplinada, correcta. Aprendi¨® a ser as¨ª bajo la f¨¦rula de su padre, pastor protestante, y de su madre, profesora a quien, por razones ideol¨®gicas, no se le dej¨® ejercer la docencia en la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana, pa¨ªs en el que Angela Merkel, aunque nacida en Hamburgo (1954), se cri¨® y estudi¨®. Apasionada de las matem¨¢ticas y la lengua rusa, cerr¨® el Bachillerato con nota m¨¢xima. Se expresa con soltura en lengua inglesa y es doctora en F¨ªsica por la Universidad de Leipzig. Nadie le discute sus competencias. La oposici¨®n sabe que a los debates parlamentarios conviene acudir con buena preparaci¨®n t¨¦cnica cuando toca enfrentarse a ella.
Es opini¨®n general que en su probada aptitud para pasar inadvertida radica uno de los secretos principales de su ¨¦xito. Form¨® parte de las juventudes comunistas, requisito sin el cual no habr¨ªa podido cursar estudios en la RDA; pero nunca se signific¨® ni como defensora ni como adversaria del r¨¦gimen. Hasta la ca¨ªda del Muro, a finales de 1989, no le da seriamente por la pol¨ªtica. A partir de entonces su entrega es total. No es madre, pero s¨ª esposa de un primer marido, de quien tom¨® el apellido, y ahora de otro, profesor de universidad, que jam¨¢s la acompa?a en sus viajes oficiales, ni reside en la canciller¨ªa, ni se asoma a las c¨¢maras de televisi¨®n.
Angela Merkel tuvo la habilidad, acaso la fortuna, de implicarse poco en el r¨¦gimen comunista. Iba de segundona. Siempre ha ido en apariencia de segundona, esperando calladita que los voluntariosos y locuaces maniqu¨ªes que la anteced¨ªan se derrumbasen. Estos empezaron, en efecto, a caer conforme se fueron abriendo al p¨²blico los archivos de la polic¨ªa secreta. Al final, entre los alemanes orientales que defend¨ªan en primera l¨ªnea una opci¨®n democr¨¢tica de centro-derecha, solo qued¨® libre de m¨¢cula ella, la chica callada del flequillo.
Consumada la reunificaci¨®n, el enorme y autoritario canciller Kohl la aup¨® a un ministerio de segundo orden. Lo persuadieron a colocar en el Gobierno una figura que hiciera poca sombra y al mismo tiempo sirviese para cubrir la cuota femenina y la de representantes del lado oriental, lo que asegurar¨ªa en los nuevos Estados federados a su partido (el democristiano CDU) un aceptable flujo de votos. Eligi¨®, sin apenas conocerla, a "la chica", como paternalmente se refer¨ªa en privado a Angela Merkel.
Y la chica servicial, cumplidora, vio como los tiburones del partido se despedazaban mutuamente, ambiciosos y corruptos, y vio de cerca el desplome, tras 20 a?os a la cabeza del Gobierno del corpulento canciller, de quien se distanci¨® p¨²blicamente en cuanto comprob¨® que el puesto iba a quedar vacante. La eligieron para sufrir una segura derrota electoral. El presidente de Baviera, Edmund Stoiber, ingenuo y torpe, le tom¨® la delantera. Ca¨ªdo el ¨²ltimo codicioso, Angela Merkel, la supuesta mosquita muerta, tom¨® en 2005 a su cargo el tim¨®n de una de las naciones m¨¢s desarrolladas del planeta.
Fernando Aramburu es escritor.
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