El aire del poeta
Es un hombre, pero podr¨ªa ser otra cosa: una cat¨¢strofe, un rugido, el viento. Sentado en una butaca baja cubierta por una manta de lana, viste camisa de jean, un su¨¦ter beis que tiene varios agujeros, un pantal¨®n de corderoy. A su espalda, una puerta vidriada separa la sala de un balc¨®n en el que se ven dos sillas y, m¨¢s all¨¢, un terreno cubierto por arbustos. Despu¨¦s, el oc¨¦ano Pac¨ªfico, las olas que muerden rocas como corazones negros.
-Adelante, adelante.
Es un hombre, pero podr¨ªa ser un drag¨®n, el estertor de un volc¨¢n, la rigidez que antecede a un terremoto.
-Adelante, adelante.
Llegar a la casa de la calle Lincoln, en el pueblo costero de Las Cruces a 200 kil¨®metros de Santiago de Chile, donde vive Nicanor Parra, es f¨¢cil. Lo dif¨ªcil es llegar a ¨¦l.
Nicanor. Nicanor Parra. Oriundo de San Fabi¨¢n de Alico, hijo primog¨¦nito de un total de ocho venidos al mundo de la uni¨®n de Nicanor Parra, profesor de colegio, y Clara Sandoval. Ten¨ªa 25 a?os cuando la Segunda Guerra, 66 cuando mataron a John Lennon, 87 cuando lo de los aviones y las Torres. Nicanor. Nicanor Parra. Naci¨® en 1914. En septiembre cumpli¨® 97. Hay quienes creen que ya no est¨¢ entre los vivos.
Las Cruces es un poblado de dos mil habitantes protegido del oc¨¦ano Pac¨ªfico por una bah¨ªa que engarza a varios pueblos: Cartagena, El Tabo. La casa de Nicanor Parra est¨¢ en una barranca, mirando el mar. En el antejard¨ªn, una escalera desciende hacia la puerta de entrada en la que un grafiti, pintado por los punkis locales para que nadie ose tocarle la vivienda, dice: "Antipoes¨ªa". En el pasillo que conduce a la sala, anotados con fibr¨®n en la pared con su caligraf¨ªa de maestro, los nombres y los n¨²meros telef¨®nicos de algunos de sus hijos: Barraco, Colombina.
"Cuando nace el primer nieto, el hombre se retira del mundo. Nunca m¨¢s mujer. Nunca m¨¢s familia. Nunca m¨¢s bienes materiales"
-Adelante, adelante.
El pelo de Nicanor Parra es de un blanco sulf¨²rico. Lleva la barba crecida y no tiene arrugas: s¨®lo surcos en una cara que parece hecha con cosas de la tierra. Las manos bronceadas, sin manchas ni pliegues, como dos ra¨ªces pulidas por el agua. Sobre una mesa baja est¨¢ el segundo tomo de sus obras completas -Obras completas & algo (1975- 2006)- publicado cinco a?os despu¨¦s del primero por Galaxia Gutenberg, una edici¨®n a cargo del brit¨¢nico Niall Binns y del espa?ol Ignacio Echevarr¨ªa, con un prefacio de Harold Bloom, que dice "(...) creo firmemente que, si el poeta m¨¢s poderoso que hasta ahora ha dado el Nuevo Mundo sigue siendo Walt Whitman, Parra se le une como un poeta esencial de las Tierras del Crep¨²sculo". A fines de los ochenta, cuando a¨²n viv¨ªa en Santiago, Parra dej¨® de dar entrevistas y, aunque siempre ha habido excepciones, las preguntas directas lo disgustan de formas impensadas, de modo que una conversaci¨®n con ¨¦l est¨¢ sometida a una deriva incierta, con t¨®picos que repite y a los que arriba con cualquier excusa: sus nietos, el C¨®digo de Man¨², el Tao Te King, Neruda.
-Hombres del sur. ?C¨®mo se dec¨ªa hombres del sur? A ver, a ver...
Echa la cabeza hacia atr¨¢s, cierra los ojos, repite el mantra perentorio:
-A ver, a ver... ?C¨®mo se llaman los pueblos del sur originarios de Chile? Antes se llamaban onas, alacalufes y yaganes...
-?Selk'nam?
-Eso, eso. Selk'nam. Hay una frase. "La tierra del fuego se apaga". Autor: Francisco Coloane. Una gran frase. Pero ¨¦l era un personaje bastante antip¨¢tico, ?ah? Insoportable.
-?Conoce Tierra del Fuego?
-He pasado con un nieto, el Tololo. Es el autor de frases muy fenomenales. Lo primero que dijo fue "dadn". Y despu¨¦s "di¨²c". A?os despu¨¦s le dije: "Usted me va a contar qu¨¦ quiso decir con 'dadn". En ese tiempo yo estaba traduciendo El Rey Lear y me paseaba de un lado a otro, y ¨¦l estaba en su cuna, y yo recitaba: "I thought the king had more affected the Duke of Albany than Cornwall". Y pensaba. "?C¨®mo traduzco esto?". Y ¨¦l ah¨ª pesc¨®: el "di¨²k". Y le digo "?Y el 'dadn?". Y me dijo: "To be or not to be: that is the question". That is: 'dadn". Una vez la directora de colegio cit¨® a una reuni¨®n urgente a su mam¨¢ porque pasaba lista y el Tololo no contestaba. Entonces le dijo "Oiga, compadre, ?por qu¨¦ no contesta cuando paso lista?". "No puedo porque yo ya no me llamo Crist¨®bal. Ahora me llamo Hamlet". Desde esa ¨¦poca yo renunci¨¦ a la literatura y me dedico a anotar las frases de los ni?os.
"Braulio Arenas me ense?¨® que cada diez versos hay que tirar uno oscuro, uno que no entienda nadie, ni uno mismo. Y ah¨ª se arregla la cosa"
La frase puede parecer un chiste, pero no: Parra anota cosas que dicen sus nietos; o Rosita Avenda?o, la mujer que limpia en su casa; o la gente que pasa por ah¨ª, y las transforma en la enga?osa sencillez de sus poemas: "Despu¨¦s me quisieron mandar al colegio / Donde estaban los ni?os enfermos / Pero yo no les aguant¨¦ / Porque no soy ninguna ni?a enferma / Me cuesta decir las palabras / Pero no soy ninguna ni?a enferma", escribi¨® en 'Rosita Avenda?o'.
-?Ha estado en la India? Estuve una semana. Yo no conoc¨ªa el C¨®digo de Man¨². Si lo hubiera conocido, me quedo. El ¨²ltimo verso del C¨®digo de Man¨² es el siguiente: "?Por qu¨¦?, se pregunta uno. Porque humillaci¨®n m¨¢s grande que existir no hay".
Cuenta las s¨ªlabas con los dedos, llevando el ritmo con los pies.
-Atenci¨®n. Dice el C¨®digo de Man¨²: las edades del hombre no son ni dos ni tres, sino cuatro. Primero, ne¨®fito. Segundo, gal¨¢n. Tercero anacoreta. Cuando nace el primer nieto, el hombre se retira del mundo. Nunca m¨¢s mujer. Nunca m¨¢s familia. Nunca m¨¢s bienes materiales. Nunca m¨¢s b¨²squeda de la fama.
-?Y la cuarta edad?
-Asceta o mariposa resplandeciente. Quien haya pasado por todas esas etapas ser¨¢ premiado. Y para el que queda a medio camino, castigo. Resucitar¨¢. En cambio el otro, el asceta, no resucita. Porque no hay humillaci¨®n m¨¢s grande que existir. El mejor premio es borrarlo a uno del mapa. ?Y entonces qu¨¦ hace uno despu¨¦s de eso? Uno se va de la India y se viene a Las Cruces.
Tuvo una infancia con privaciones y mudanzas hasta que, a los 16 o 17, parti¨® a Santiago, solo, y gracias a una beca en la Liga de Estudiantes Pobres termin¨® los estudios en un instituto prestigioso. Como ten¨ªa notas altas en materias human¨ªsticas pero no en ciencias exactas, estudi¨® Matem¨¢tica y F¨ªsica en la Universidad de Chile "para demostrarles a esos desgraciados que no sab¨ªan nada de matem¨¢ticas". En 1938, mientras se ganaba la vida como profesor, public¨® Cancionero sin nombre. En 1943 viaj¨® a Estados Unidos para estudiar mec¨¢nica avanzada; en 1949 a Inglaterra para estudiar cosmolog¨ªa; desde 1951 ense?¨® matem¨¢ticas y f¨ªsica en la Universidad de Chile. En 1954 public¨® Poemas y antipoemas, un libro que, con un lenguaje de apariencia simple pero con un tratamiento muy sofisticado, revolucion¨® la poes¨ªa hispanoamericana: "Ni muy listo ni tonto de remate / fui lo que fui: una mezcla / de vinagre y de aceite de comer / ?Un embutido de ¨¢ngel y bestia!". Llevaba pr¨®logo de Neruda, con quien Parra tendr¨ªa una relaci¨®n cargada de contradicciones, entre otras cosas porque sus poemas empezaron a leerse como una reacci¨®n a cualquier forma de poes¨ªa ampulosa, y fue recibido con elogios altos. Sigui¨®, a eso, una ¨¦poca pr¨®diga. Public¨® La cueca larga en 1958; Versos de sal¨®n, en 1962 ("Durante medio siglo / la poes¨ªa fue / el para¨ªso del tonto solemne. / Hasta que vine yo / y me instal¨¦ con mi monta?a rusa"); Manifiesto en 1963; Canciones rusas en 1967. En 1969 gan¨® el Premio Nacional de Literatura y reuni¨® su obra en Obra Gruesa. Ten¨ªa 55 a?os, era procastrista y jurado del Premio Casa de las Am¨¦ricas cuando, en 1970, asisti¨® a un encuentro de escritores en Washington y, junto a otros invitados, hizo una visita a la Casa Blanca donde los invit¨®, inesperadamente, la mujer de Nixon a tomar el t¨¦. La taza de t¨¦ con la esposa de Nixon, en plena guerra de Vietnam, fue, para Parra, la aniquilaci¨®n: Casa de las Am¨¦ricas lo inhabilit¨® para actuar como jurado y le llovieron denostaciones. Si su posici¨®n pol¨ªtica cay¨® bajo sospecha, su obra no tard¨® en pasar al mismo plano: en 1972 public¨® Artefactos, una serie de frases, acompa?adas por dibujos, que se mov¨ªan entre la irreverencia, la blasfemia y la incorrecci¨®n pol¨ªtica: "La derecha y la izquierda unidas jam¨¢s ser¨¢n vencidas", "Casa Blanca Casa de las Am¨¦ricas Casa de orates". Los m¨¢s amables dijeron que eso no era poes¨ªa. Los menos, que era la mejor propaganda que los fascistas pod¨ªan conseguir. En 1977, durante la dictadura de Pinochet, public¨® Sermones y pr¨¦dicas del Cristo del Elqui ("Apuesto mi cabeza / a que nadie ser r¨ªe como yo cuando los filisteos lo torturan"), y Chistes para desorientar a la polic¨ªa ("De aparecer apareci¨® / pero en la lista de los desaparecidos"), pero, como sucedi¨® con otros poetas que se quedaron en Chile en esos a?os, pes¨® sobre ¨¦l cierta sospecha de no oponerse al r¨¦gimen con demasiado ¨ªmpetu. En 1985 public¨® Hojas de Parra y, poco despu¨¦s, se fue a vivir a Las Cruces. Siguieron, a eso, veinte a?os de silencio hasta que, en 2004, public¨®, en Ediciones Universidad Diego Portales, una traducci¨®n de Rey Lear, de Shakespeare, que fue recibida como la mejor jam¨¢s hecha al castellano.
Nicanor. Nicanor Parra. Escribe con birome com¨²n en cuadernos comunes, toma ¨¢cido asc¨®rbico en dosis masivas, come siempre lo mismo: cazuelas, arrollados, sopas. Fue varias veces candidato al Nobel, sempiterno al Cervantes. Hace tiempo le propusieron filmar una publicidad de leche y, como Shakira formaba parte del proyecto, pidi¨® cobrar lo mismo que ella. Dizque le pagaron treinta mil d¨®lares por medio minuto de participaci¨®n y que, desde entonces, repite que su tarifa es de mil d¨®lares por segundo. Tiene dos casas en Santiago, una en Las Cruces, otra en Isla Negra. Nadie sabe qu¨¦ hace con aquellas que no habita.
-?l tiene mucha conciencia de lo que vale, y tambi¨¦n en eso es un antipoeta -dice Mat¨ªas Rivas, director de Ediciones Universidad Diego Portales y quien se acerc¨® a Parra para proponerle publicar la traducci¨®n de Lear. -Despu¨¦s que publicamos El Rey Lear entr¨® en la universidad y eran miles de j¨®venes detr¨¢s de ¨¦l. Volvi¨® convertido en un rock star. Est¨¢ m¨¢s vivo y despierto que uno. Por eso los interlocutores de su edad, o un poco menores, se quedan espantados con los Artefactos. Nicanor est¨¢ en la onda punk, y los interlocutores m¨¢s viejos llegaron hasta su onda jazz. "M¨¢s vale nuevo que bueno", dice siempre.
La frase no es una declamaci¨®n vac¨ªa: hace poco, Parra escribi¨® un rap, El rap de la Sagrada Familia, que cuenta la relaci¨®n entre un viejo y una estudiante, y su producci¨®n de Artefactos, que ahora acompa?a con el dibujo de un coraz¨®n con ojos, no s¨®lo no ha dejado de crecer sino que se le han agregado los Trabajos pr¨¢cticos, objetos intervenidos como una cruz donde, en vez de Cristo, hay un cartel que dice "Voy y vuelvo", o una foto de Bola?o con una cita de Hamlet: "Good night sweet prince".
En 1940 se cas¨® con Anita Troncoso, con quien tuvo tres hijos y, en 1951, con Inga Palmen. Tuvo un hijo con Rosita Mu?oz, que fuera su empleada, y dos m¨¢s con Nury Tuca, a quien le llevaba treinta y tres a?os. En 1978 conoci¨® a Ana Mar¨ªa Molinare, de poco m¨¢s de treinta. Ella lo dej¨® y ¨¦l, que mordi¨® el polvo, escribi¨® un mantra radioactivo, un poema llamado 'El hombre imaginario': "El hombre imaginario / vive en una mansi¨®n imaginaria / rodeada de ¨¢rboles imaginarios / a la orilla de un r¨ªo imaginario". Tres a?os m¨¢s tarde, Ana Mar¨ªa Molinare se suicid¨®. A mediados de los noventa conoci¨® a Andrea Lodeiro, a quien le llevaba varias d¨¦cadas -quiz¨¢s seis- y con quien estuvo hasta 1998. Desde entonces permanece -m¨¢s o menos- solo. "Lo que yo necesito urgentemente / es una Mar¨ªa Kodama / que se haga cargo de la biblioteca (...) con una viuda joven en el horizonte/ (...) el ata¨²d se ve color de rosa / hasta los dolores de guata / provocados x los acad¨¦micos de Estocolmo / desaparecen como x encanto", escribi¨®. En sus a?os altos empez¨® a cultivar una imagen desma?ada. Compra ropa de segunda mano en el Puerto de San Antonio, un sitio rufi¨¢n por el que se mueve c¨®modo, como en todas partes: cuando, tiempo atr¨¢s, desaparecieron de su casa algunos de los cuadernos en los que escribe y supo que unos dealers locales los hab¨ªan recibido en forma de pago, march¨® a buscarlos y le fueron devueltos con disculpas. Su reticencia a publicar es legendaria. Aun cuando en Ediciones Universidad Diego Portales sac¨® dos libros m¨¢s -Discursos de sobremesa (2006) y La vuelta del cristo de Elqui (2007)-, demora a?os en firmar contrato, meses en llegar a una versi¨®n con la que est¨¦ conforme. El proceso de las obras completas llev¨® casi una d¨¦cada. En noviembre de 1999, Ignacio Echevarr¨ªa y Roberto Bola?o, que se hab¨ªa transformado en un gran impulsor de la obra de Parra ("escribe como si al d¨ªa siguiente fuera a ser electrocutado", escribi¨®), fueron a visitarlo.
-De regreso en Barcelona -dice Ignacio Echevarr¨ªa-, Roberto me sugiri¨® que hiciera las obras completas de Parra. Todos me dijeron que era imposible, pero se lo propuse y dijo que estaba dispuesto. Claro que luego yo le enviaba un contrato, ¨¦l lo ten¨ªa seis meses y me dec¨ªa que lo hab¨ªa perdido, y hab¨ªa que hacer todo de nuevo. Tres a?os pasaron hasta que, luego de la muerte de Bola?o, viaj¨¦ a Chile, lo visit¨¦ y me dijo: "Voy a firmar el contrato. A Roberto le hubiera gustado, ?verdad? Vamos a hacerlo por Roberto". Pero he ido sintiendo un escr¨²pulo cada vez mayor por haber obligado a Parra a hacer algo que ¨¦l no quer¨ªa hacer. ?l concibe la antipoes¨ªa como algo que se escribe en un muro, en una servilleta. Y creo que la idea de las obras completas le repugna.
En el ba?o de la casa, colgada de un clavo, sobre el inodoro, hay una bandeja de cart¨®n que, con su caligraf¨ªa, dice: "No tire el papel en la taza del water". En la sala, Parra toma t¨¦ y recita en griego los primeros versos de la Il¨ªada. Despu¨¦s, echa la cabeza hacia atr¨¢s y se coloca la bolsa de t¨¦ sobre el ojo derecho.
-Tengo algo en el ojo. Con esto se cura. La vez pasada me fui corriendo de la cl¨ªnica, en Santiago. El ur¨®logo me dijo: "Prepares¨¦, compadre, porque ma?ana es la intervenci¨®n quir¨²rgica. Una simple sistolog¨ªa". Y entonces le dije: "Prefiero morirme. Deme de alta o salto por esa ventana". Y yo iba a saltar. Acabo de descubrir en mi biblioteca un libro que se llama El libro del desasosiego.
-De Pessoa.
-Ya no corre. Ese chiste de los heter¨®nimos. Ya, compadre, ya. Tiene un poema que es insuperable. Dice: "Todas las cartas de amor son rid¨ªculas. Si no fueren rid¨ªculas no ser¨ªan cartas de amor". Y sigue, "yo tambi¨¦n en mi tiempo escrib¨ª cartas de amor, como las otras, rid¨ªculas". Mire usted las volteretas que se da. Como esas poetisas argentinas. La Mar¨ªa Elena
... la Mar¨ªa Elena...
-?Walsh?
-Claaaro. A ver, hay otras.
-?Alejandra Pizarnik?
-Ah, la Pizarnik. Fant¨¢stica. ?Y cu¨¢l de ellas es la autora de La vaca estudiosa?
Mar¨ªa Elena Walsh se dedic¨®, aunque no ¨²nicamente, a escribir para ni?os, rama en la que tuvo el m¨¢s alto de los prestigios pero, en cualquier caso, es due?a de una obra muy distinta a la de Alejandra Pizarnik, una poeta oscura que se suicid¨® en 1972. La vaca estudiosa es una canci¨®n de Mar¨ªa Elena Walsh, que cuenta la historia de una vaca que quer¨ªa estudiar.
-Ah, qu¨¦ maravilla. Y para matar el aburrimiento la vaca se matricula en una escuela. Y a los ni?os les llama la atenci¨®n, entonces ella dice: "No, yo me comprometo a ser una vaca estudiosa". No, la Mar¨ªa Elena. Estamos cien por ciento con ella.
-Tiene esa cosa ladina, Nicanor, de descalificar sin estridencias, dice Alejandro Zambra, que trabaj¨® con Parra en El Rey Lear y que, como otros escritores j¨®venes, asegura que se ha comportado siempre con una generosidad tit¨¢nica. -?l no te va a decir algo malo de Neruda, pero te va a contar algo de tal forma que solidarices con ¨¦l, y no con Neruda.
-Es un gato de campo, dice Sergio Parra, editor y poeta, que conoce a Parra desde los ochenta. -Una vez est¨¢bamos en su casa y ¨¦l se fue a buscar sus cuadernos. Me dijo: "Te voy a leer unos textos". Y de pronto se da vuelta y me dice "Pero sin moverse, ah".
-?Le cont¨¦ la historia de la hui?a? La hui?a es un gato salvaje, de monte.
Parra abre la puerta que separa la sala del balc¨®n y se?ala un trozo de tierra entre las plantas del jard¨ªn trasero.
-Era arisca. Pero un d¨ªa se acerc¨® y la pude tocar. Y al otro d¨ªa estaba muerta. Le molest¨® que yo la tocara. Se sinti¨® desvirgada. Est¨¢ enterrada ah¨ª. Le hicimos los funerales.
De regreso en la sala se pone una chaqueta verde, un sombrero de paja.
-Vamos a almorzar.
En el auto, camino al restaurante, mira por la ventanilla y dice, divertido:
-?Usted es de Buenos Aires? Una vez a Borges le preguntaron qu¨¦ pasaba con la poes¨ªa chilena y dijo: "?Qu¨¦ es eso?". Y le dijeron que ah¨ª estaba un premio Nobel que era Pablo Neruda. Y dijo: "Ya lo dijo Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, un gran mal poeta". Y eso que Neruda todav¨ªa no hab¨ªa descubierto el kitsch. Y le preguntaron por Nicanor Parra. Y dijo: "No puede haber un poeta con un nombre tan horrible".
El restaurante es un sitio familiar, con un men¨² que ofrece empanadas y mariscos y que ¨¦l escudri?a sin usar la lupa que lleva en el bolsillo (no usa gafas).
-Yo quiero una empanada de camar¨®n, le dice a la mesera.
-Vienen dos.
Parra hace un silencio.
-Entonces nada.
-?Nada?
Otro silencio.
-Mire, tiene raz¨®n. Dos empanadas. Y nada m¨¢s. Ya me enoj¨¦, ya.
La conversaci¨®n deriva hacia algunos poetas chilenos, hacia la visita que la fot¨®grafa argentina Sara Facio hizo en los a?os 50 a su casa de Isla Negra para hacerle un retrato.
-Con lo de la Sarita hubo un punto de inflexi¨®n. Una revista puso en la portada una foto que dec¨ªa: "El poeta de Isla Negra: Nicanor Parra". Neruda vio eso y dijo "Esta es la cabeza de una maniobra internacional antineruda, pero yo voy a descargar todo mi poder en la cabeza de Nicanor Parra". Y dicho y hecho. Descarg¨® todo el poder del PC internacional.
-?Se acuerda de ese verso de Neruda, "dar muerte a una monja con un golpe de oreja"?
-Un poeta, Braulio Arenas, me ense?¨® que cada diez versos hay que tirar uno oscuro, uno que no entienda nadie, ni uno mismo. Y ah¨ª se arregla la cosa.
Despu¨¦s, de regreso a su casa, desde el auto, se?ala una colina.
-Ah¨ª hay un desarmadero de autom¨®viles. A veces voy. Me gusta ese sitio.
-?Est¨¢ contento con las obras completas?
-Sorprendido. Yo leo esos poemas y no me siento el autor. Pienso que nunca fui el autor de nada porque siempre he pescado cosas que andaban en el aire.
El asfalto se desliza terso, entre los pinos y el mar, bajo una luz suave.
-Bonito, ?ah?
-Para quedarse a vivir.
-O sea, a morir.
Algo en la tarde recuerda la respiraci¨®n pl¨¢cida de un animal dormido.
-F¨ªjese todo lo que han hecho y no han podido resolver ese asunto.
-?Qu¨¦ asunto?
-El de la muerte. Han resuelto otras cosas. ?Pero por qu¨¦ no se concentran en eso?
Obras Completas II. Obras completas & algo (1975-2006). Nicanor Parra. Prefacio de Harold Bloom. Niall Binns e Ignacio Echevarr¨ªa, editores. Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores. Barcelona, 2011. 1.200 p¨¢ginas. 58 euros. Obras Completas I. Obras Completas & algo (1935-1972). Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores. Barcelona, 2006. 1.224 p¨¢ginas. 55 euros.
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