Busquemos acuerdos realistas
Una vez m¨¢s llega la reuni¨®n anual de Naciones Unidas sobre cambio clim¨¢tico y, como en anteriores ocasiones, muchos tratan de aventurar posibles resultados de la cumbre: ?se conseguir¨¢ por fin un acuerdo vinculante, un sucesor de Kioto, para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global? La pregunta no es trivial porque, como acaba de dejar claro la OCDE-AIE en su Perspectiva energ¨¦tica mundial, empieza a cerrarse la ventana de tiempo para modificar nuestros sistemas energ¨¦ticos antes de que el carbono acumulado en la atm¨®sfera modifique irremediablemente el clima. Por tanto, no parece razonable seguir dilatando la cuesti¨®n.
Y sin embargo, no somos muy optimistas respecto a que se alcance un acuerdo de este tipo o, mejor dicho, a que se logre en el marco de Naciones Unidas. La primera raz¨®n para ello es que, aunque sus efectos s¨ª lo sean, la reducci¨®n de las emisiones de gases de efecto invernadero no es una cuesti¨®n global: aproximadamente el 70% de estas emisiones se deben a solo cinco pa¨ªses (incluyendo como tal a la UE). Por ello, ?para qu¨¦ complicar una negociaci¨®n a cinco incorporando decenas de pa¨ªses sin apenas fuerza pol¨ªtica y nula contribuci¨®n al problema pero con capacidad de entorpecer el proceso? Teniendo en cuenta que las pol¨ªticas de reducci¨®n de las emisiones causantes del cambio clim¨¢tico pueden influir en la competitividad econ¨®mica de los distintos territorios, probablemente sea m¨¢s razonable concentrar los esfuerzos en una negociaci¨®n a peque?a escala y vinculada a cuestiones econ¨®micas m¨¢s amplias. Desgraciadamente, tampoco hay razones para ser optimistas en este caso, al menos mientras no se produzca un cambio significativo en la situaci¨®n pol¨ªtica de EE UU.
La segunda raz¨®n es que, seg¨²n la l¨®gica habitual de las negociaciones internacionales, uno solo se embarca en un compromiso de este tipo si cree factible conseguirlo. Es decir, que los posibles acuerdos globales sobre cambio clim¨¢tico ser¨ªan por fuerza muy ligeros y con limitadas penalizaciones a los incumplidores (tipo Kioto), tal y como predijo el economista y Nobel Schelling hace m¨¢s de 20 a?os.
Esto no quiere decir que las cumbres clim¨¢ticas de la ONU no sean necesarias. Lo que ocurre es que deber¨ªan concentrar sus esfuerzos en aquellas cuestiones donde todos los pa¨ªses tienen realmente un papel que jugar: la creaci¨®n de un marco institucional s¨®lido que gestione la financiaci¨®n de la adaptaci¨®n, la transferencia tecnol¨®gica, la verificaci¨®n de reducciones o, en un futuro no inmediato, ese deseado acuerdo de reducci¨®n global de emisiones. De hecho, muchos creen que el ¨¦nfasis actual en la reducci¨®n global de emisiones puede entorpecer la obtenci¨®n de objetivos factibles y muy necesarios en estos otros campos.
No obstante, no todo son malas noticias: aunque no haya acuerdo global, todas las grandes econom¨ªas est¨¢n haciendo esfuerzos para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (mismo en EE UU, aunque sea a nivel estatal). Incluso algunos expertos defienden que esa v¨ªa descentralizada puede ser mucho m¨¢s efectiva que un acuerdo global.
En vista de todo esto, y dada la urgencia que nos transmite la AIE, quiz¨¢ fuera m¨¢s sensato pues dejar de empe?arnos en lograr acuerdos casi imposibles, y dirigir nuestros esfuerzos a la reducci¨®n de emisiones a nivel nacional o europeo, a la espera de mejores tiempos para la colaboraci¨®n internacional.
Pedro Linares es profesor de Comillas-ICAI y Xavier Labandeira catedr¨¢tico de la Universidad de Vigo. Directores de Economics for Energy.
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