De Hollywood a la eternidad
Lo aparentemente ef¨ªmero acaba siendo en ocasiones imperecedero y Hollywood, la gran f¨¢brica de sue?os y m¨¢ximo exponente del poder blando norteamericano, se repite frecuentemente para los m¨¢s mayores como un hipo del coraz¨®n. Doris Day -?sabe la juventud qui¨¦n es, qui¨¦n era?- regresa al mundo de la m¨²sica con su primer ¨¢lbum en casi dos d¨¦cadas. La segunda novia de Am¨¦rica -la primera fue Mary Pickford en el cine mudo-, la que agraciaba las pantallas con partenaires como Cary Grant, James Stewart, Rock Hudson o Jack Lemmon en los a?os cincuenta y sesenta, con su alada, asexuada y honest¨ªsima presencia, tiene 88 a?os y vive en Carmel, California, localidad de la que un d¨ªa fue alcalde Clint Eastwood cuando era medio progre. El ¨¢lbum contiene 13 composiciones in¨¦ditas, que la actriz fue grabando a lo largo de 40 a?os, con melod¨ªas tan conocidas como You are so beautiful de Joe Cocker, y como corresponde a un hada de leyenda a lo anglosaj¨®n los beneficios del ¨¢lbum ir¨¢n a parar a un fondo para la protecci¨®n de los animales.
Doris Day gan¨® una fortuna con ¨¦xitos como Suave como vis¨®n con Grant, Confidencias a medianoche con Hudson, El hombre que sab¨ªa demasiado, el gran thriller de Alfred Hitchcock, con Stewart, o No os com¨¢is las margaritas junto a David Niven. Pero cuando enviud¨® de su tercer esposo -el paradigma de la felicidad conyugal se divorci¨® tres veces- descubri¨® que estaba en la ruina y solo pudo restablecer algo sus finanzas con el ¨¦xito de su serie de televisi¨®n, El show de Doris Day, a comienzo de los a?os setenta. Poco despu¨¦s se retiraba a su apacible retiro californiano cuando apenas hab¨ªa rebasado la cincuentena, pero los papeles de damita casadera la encontraban ya un poco arrugada.
Era la reina del cine de los tel¨¦fonos blancos, que conviv¨ªan sin rozarse con la guerra fr¨ªa, la nouvelle vague de Godard y compa?¨ªa, el magisterio de Sartre, el gran arte de Picasso y un amplio tramo del franquismo en Espa?a. Incluso aquellos a los que no gustaba tendr¨¢n que reconocer hoy, con su regreso canoro, que llen¨® una parte de sus vidas.
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