El naufragio por excelencia
Le¨ª hace ocho a?os las escasas noventa p¨¢ginas de Les naufrag¨¦s du Batavia, de Simon Leys. Y recuerdo haber pensado, de entrada, que su breve Advertencia preliminar encajar¨ªa en la antolog¨ªa m¨¢s exigente de pr¨®logos m¨ªnimos de toda la historia. En cuanto al libro, me admir¨® por su sobria capacidad de s¨ªntesis y por las dosis de sabidur¨ªa extra?a en cada l¨ªnea. Releerlo en su reciente traducci¨®n al castellano me ha permitido reencontrarme con esta intensa y casi inveros¨ªmil (parece m¨¢s bien un guion de Hollywood, pero lo asombroso es que todo ocurri¨® verdaderamente) cr¨®nica del m¨¢s famoso naufragio del siglo XVII. Del naufragio y del estado de terror que sigui¨® a ¨¦ste. El del Batavia me parece el naufragio por excelencia, precisamente porque nos indica que las zozobras, crisis y cat¨¢strofes son eso, zozobras, crisis y cat¨¢strofes, pero lo peor puede venir despu¨¦s. En estos tiempos en los que con extra?a constancia, sin el menor desfallecimiento, las noticias financieras de cada d¨ªa se muestran ensimismadas en la ya casi complaciente descripci¨®n del naufragio general, bueno es recordar que no todo termina en una crisis recurrente y que a veces puede encontrarse al otro lado de la puerta algo a¨²n ligeramente m¨¢s infame: el tiempo del horror.
Nadie ya podr¨¢ sintetizar mejor una historia que nos habla de esa determinaci¨®n desesperada que se apodera a veces de la gente honrada
El hundimiento de este barco holand¨¦s se produjo en 1629 y fue sin duda el desastre mar¨ªtimo m¨¢s sonado hasta el hundimiento del Titanic tres siglos despu¨¦s. El Batavia choc¨® con un arrecife de los Houtman Abrolhos, a un centenar de kil¨®metros mar adentro del continente australiano. Los casi trescientos supervivientes del naufragio, refugiados en cuatro islotes, fueron cayendo en los d¨ªas siguientes bajo la tiran¨ªa de uno de ellos, un psic¨®pata llamado Cornelisz, amigo del pintor Torrentius (de quien se conserva s¨®lo un cuadro, una pintura que se encuentra en ?msterdam y que es de una perfecci¨®n inquietante). El imprevisto tirano, ayudado por algunos compinches de poca monta, se dedic¨® a instaurar un r¨¦gimen de terror y a masacrar a los otros n¨¢ufragos de manera progresiva y met¨®dica. Meses m¨¢s tarde, cuando ya hab¨ªa acabado con dos tercios de sus infelices rehenes, vio interrumpida su criminalidad por la inesperada aparici¨®n de una vela blanca en el horizonte, la providencial llegada de un nav¨ªo de la Compa?¨ªa Holandesa de las Indias Orientales, empresa propietaria de la nave, un barco mandado desde Java para auxiliar a los n¨¢ufragos.
En los cr¨ªmenes de Cornelisz se instal¨® desde el primer momento una alucinante gratuidad, que no vino m¨¢s que a confirmar que la arbitrariedad misma constituye la esencia eficaz y sin apelaci¨®n de todo Terror. En el siglo pasado, nos dice Leys, nadie corrobor¨® mejor esto que los verdugos de Auschwitz que, al ser preguntados por los inocentes que conduc¨ªan a la muerte, respond¨ªan: "Para esto no hay un porqu¨¦".
Simon Leys (Bruselas, 1935) seud¨®nimo de Pierre Ryckmans, estudi¨® en la Universidad de Lovaina y luego se fue a Taiw¨¢n a estudiar literatura y arte chinos. Desde los a?os setenta vive en Australia. Se le puede leer con frecuencia en Le Magazine Litt¨¦raire y en The New York Review of Books, y es uno de esos autores medio secretos que, de recibir alg¨²n d¨ªa el Premio Nobel, se convertir¨ªa en el cl¨¢sico premiado que deja fuera de juego a toda esa comunidad medi¨¢tica internacional que apuesta todos los a?os por los mismos e inconmovibles no laureados de siempre.
En su genial Advertencia preliminar de Los n¨¢ufragos del Batavia nos revela Leys que durante una infinidad de a?os estuvo prepar¨¢ndose a fondo para escribir un libro sobre la m¨ªtica cat¨¢strofe y nos pregunta: "?Se os ha ocurrido una idea magn¨ªfica con la que so?¨¢is escribir un libro? No corr¨¢is en llevarla a la pr¨¢ctica; no hace falta, pues pod¨¦is estar seguros de que, tarde o temprano, a alg¨²n otro se le ocurrir¨¢ la misma idea... y har¨¢ de ella un uso perfecto".
Durante 18 a?os Simon Leys acarici¨® ese proyecto de escribir la historia de los n¨¢ufragos del Batavia. Coleccion¨® casi todo lo que se publicaba sobre el asunto; luego pas¨® una temporada en las islas Houtman Abrolhos, emplazamiento del naufragio; se aloj¨® casualmente en la zona donde en el siglo XVII tuvo lugar la masacre sistem¨¢tica de n¨¢ufragos y hasta vio el esqueleto de alguno. A lo largo de los a?os continu¨® acumulando notas, pero sin decidirse nunca a escribir la primera p¨¢gina de esa famosa obra en gestaci¨®n que en la imaginaci¨®n de sus amigos comenz¨® a adquirir poco a poco una dimensi¨®n m¨ªtica.
De tiempo en tiempo, se enteraba de que hab¨ªa salido un nuevo libro sobre su asunto: "Me entraba un sudor fr¨ªo, y corr¨ªa a por ese libro temblando. Pero no, no era m¨¢s que una falsa alarma; no tardaba en darme cuenta, con alivio, de que el autor hab¨ªa errado una vez m¨¢s su objetivo, lo que reforzaba mi falso sentimiento de seguridad".
Hasta que un d¨ªa apareci¨® el libro de Mike Dash sobre el naufragio, un libro perfecto. Con La tragedia del Batavia (Lumen, 2003), Dash dio en la diana y te¨®ricamente no le qued¨® a Leys ya nada que decir, por lo que guard¨® toda la documentaci¨®n y notas acumuladas a lo largo de 18 a?os y al final opt¨® por publicar s¨®lo las casi noventa p¨¢ginas de su "modesto" Los n¨¢ufragos del Batavia con la ¨²nica intenci¨®n de que ¨¦stas "pudieran inspirar el deseo de leer el gran libro de Dash".
As¨ª pues, el libro de Leys es la cr¨®nica en la que explica por qu¨¦ no escribir¨¢ la novela sobre aquel naufragio maldito y siniestro. Me ha recordado a Marcel B¨¦nabou que en Por qu¨¦ no he escrito ninguno de mis libros dice saber muy bien c¨®mo habr¨ªa podido tratar todos los grandes temas a los que renunci¨®: "Habr¨ªa disfrutado aneg¨¢ndolos en la abundancia, en la exuberancia, en la opulencia y la profusi¨®n de un vocabulario selecto, sin temor al exceso ni a la pl¨¦tora, al desbordamiento ni a la redundancia...".
Casi contengo la risa cada vez que leo estos p¨¢rrafos de B¨¦nabou que me hacen recordar al Eclesiast¨¦s: "Ten presente que hacer libros es una tarea que no tiene fin y que mucho estudiar fatiga el cuerpo".
Sin duda, la sabidur¨ªa china de Simon Leys le llev¨® a escribir este modesto y m¨ªnimo libro a modo s¨®lo de introducci¨®n al gran libro de Dash, cuya lectura, dicho sea de paso, podemos retrasar todo el tiempo que queramos despu¨¦s de haber le¨ªdo la impresionante s¨ªntesis de la historia que nos ofrece Leys, s¨ªntesis que parece corroborar la creencia borgiana de que si una historia la podemos contar en pocas l¨ªneas no es necesario que escribamos una novela entera.
No quiero ni imaginar lo que ser¨ªa una s¨ªntesis, por ejemplo, de la tetralog¨ªa de Ruiz Zaf¨®n. En manos del j¨ªbaro Leys ser¨ªa una obra de arte. Y en fin. Estoy seguro de que nadie ya nunca podr¨¢ sintetizar mejor en tan pocas p¨¢ginas la historia de terror que sigui¨® al naufragio del buque holand¨¦s, una historia que hacia el final nos habla de esa determinaci¨®n desesperada que se apodera a veces de la gente honrada cuando un agresor injusto les fuerza a batirse para defender su vida.
Quiz¨¢s sea porque nos recuerda donde estamos, pero tambi¨¦n el estado general de terror en el que al menor descuido podr¨ªamos caer, el libro de Leys parece estar ah¨ª, a nuestra disposici¨®n, por si en alg¨²n momento quisi¨¦ramos considerar que tiene algo de barco de Java, sobradamente capaz de acudir a socorrernos con su vela blanca.
Los n¨¢ufragos del Batavia. Anatom¨ªa de una masacre. Simon Leys. Traducci¨®n de Jos¨¦ Ram¨®n Monreal. Acantilado. Barcelona, 2011. 88 p¨¢ginas. 11 euros. www.enriquevilamatas.com
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