Vida y muerte de un escritor al l¨ªmite
Con el fallecimiento de Christopher Hitchens desaparece una figura inclasificable de la literatura, el periodismo y el ensayo - El polemista sucumbi¨® al c¨¢ncer de es¨®fago
Aspirante sin reservas al t¨ªtulo de mayor polemista de nuestro tiempo, Christopher Hitchens, muerto el jueves a los 62 a?os en Houston como consecuencia de un c¨¢ncer de es¨®fago, era un modelo excepcional de intelectual al l¨ªmite, de esos, sin contemplaciones, que obligan al p¨²blico a tomar dr¨¢sticamente partido entre los extremos, entre la civilizaci¨®n o la barbarie, la justicia o la tiran¨ªa. Se puede discrepar de su visi¨®n sobre esos conceptos, pero no de su valent¨ªa para abordar las dudas y los conflictos contempor¨¢neos con la misma limpieza y atrevimiento que George Orwell, su paradigma.
El t¨ªtulo de su ¨²ltimo libro, Arguably (Discutible), una colecci¨®n de ensayos, es un reflejo de la interpretaci¨®n de su papel en el mundo. Escrib¨ªa y hablaba, sobre todo hablaba, inconteniblemente, respecto a cualquier acontecimiento relevante y sin piedad. Utilizaba la provocaci¨®n como un veh¨ªculo hacia el conocimiento. Consideraba la discusi¨®n el instrumento imprescindible para alcanzar la verdad, y entend¨ªa que a esta solo se pod¨ªa llegar liberado de cualquier atadura pol¨ªtica, religiosa o incluso emocional. No conoc¨ªa fronteras en su af¨¢n de consecuencia. No le tembl¨® el pulso para reconocer en su autobiograf¨ªa, Hitch-22 (Debate), el desprecio hacia su padre, un oficial bur¨®crata de la Armada brit¨¢nica. Ni tuvo escr¨²pulos en escribir contra su mejor amigo en vida, Martin Amis, despu¨¦s de la publicaci¨®n de un libro en el que entend¨ªa que este se hab¨ªa burlado de las v¨ªctimas de Stalin.
Teresa de Calcuta, Jomeini, Clinton y Martin Amis fueron sus 'v¨ªctimas'
El dictador ruso era su prototipo de la maldad. Se pronunci¨® contra todos los tiranos de su ¨¦poca, desde Pinochet a Milosevic, y azot¨® por igual a derecha e izquierda cada vez que cre¨ªa detectar un ataque a la raz¨®n o un abuso de poder. Escribi¨® un libro contra Henry Kissinger, a quien consideraba un criminal de guerra, y otro contra Bill Clinton, a quien ten¨ªa por un pol¨ªtico manipulador y mentiroso. Escribi¨® contra la madre Teresa, a quien cre¨ªa una iluminada que pervert¨ªa el Tercer Mundo con sus mensajes retr¨®grados, y contra el ayatol¨¢ Jomeini, especialmente despu¨¦s de la fetua emitida por Ir¨¢n contra su amigo Salman Rushdie.
Se le tiene como el inventor del t¨¦rmino islamofascismo. Brillante e imaginativo siempre, Hitchens era un gran inventor de palabras. En esta se resume perfectamente la intolerancia y el peligro que representa el radicalismo isl¨¢mico, uno de los fen¨®menos que con m¨¢s firmeza combati¨®.
Esp¨ªritu libre hasta el final -pas¨® sus ¨²ltimos d¨ªas en el Anderson Cancer Center de Houston sin tratamiento m¨¦dico para poder morir en paz-, Hitchens se gan¨® m¨²ltiples enemigos por abominar de cualquier Dios. Jam¨¢s se retract¨® del alegato antireligioso de su libro m¨¢s famoso, God is not great (Dios no es bueno, en la edici¨®n espa?ola de Debate). Y, aunque descubri¨® hacia la mitad de su vida que su madre, a la que ador¨®, era jud¨ªa y, por tanto, ¨¦l tambi¨¦n lo era, eso no le desat¨® mayor curiosidad por el alma del juda¨ªsmo ni templ¨® sus cr¨ªticas al Estado de Israel.
Aunque dio varios quiebros en su vida, como el tr¨¢nsito de su juventud trotskista a su apoyo a la guerra de Irak, no se le conocen rectificaciones significativas de sus opiniones expuestas como adulto. Explic¨® varias veces que, en su respaldo a la aventura iraqu¨ª, prim¨® su odio a los s¨¢trapas sobre cualquier otro factor, y as¨ª lo sostuvo hasta el final. Persisti¨® y defendi¨® tambi¨¦n su desmedida afici¨®n al alcohol y al tabaco, pese a que era consciente de que esto ¨²ltimo hab¨ªa acabado provocando su c¨¢ncer de es¨®fago.
Su cigarrillo le sirvi¨® adem¨¢s de bandera de independencia en Estados Unidos, a donde lleg¨® en 1981 y cuya nacionalidad adquiri¨®. El pitillo de Hitchens, en tiempos dominados por la presi¨®n de lo conveniente, fue siempre un acto de rebeld¨ªa contra el poder de lo pol¨ªticamente correcto en Washington, ciudad donde ten¨ªa su residencia.
Indomable en sus actos y en sus palabras, deja un ejemplo que no es f¨¢cil de seguir. Se ha comparado su escritura con la de Oscar Wilde y Lord Byron. Su amigo el novelista Christopher Buckley -que lo fue, pese a los continuos ataques de Hitchens hacia su padre, el influyente pensador conservador William Buckley- lo ha calificado como "el m¨¢s grande ensayista en lengua inglesa". Tambi¨¦n fue un gran periodista. Pero es su papel como polemista, como agitador contra el pensamiento dominante, lo que har¨¢ que le echemos de menos, ahora que tanta falta hace.
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