Carrera de obst¨¢culos en La Rambla
Tres cuartas partes de la longitud del paseo central est¨¢ ocupada - El paseo se ha convertido en una gran tienda de 'souvenirs' a cielo abierto
Tres cuartas partes de la longitud del paseo central de La Rambla est¨¢ ocupada por alg¨²n tipo de actividad. La Rambla, que cada a?o visitan m¨¢s de nueve millones de personas y una de las im¨¢genes que identifica la ciudad en todo el mundo, est¨¢ cada vez m¨¢s saturada. De abajo arriba y al rev¨¦s; y a ambos lados del paseo central se suceden: 11 quioscos de prensa, 12 casetas de venta de todo tipo de productos -como los antiguos ocellaires, de los que quedan dos- 16 floristas, 21 terrazas y un espacio aproximado de unos 100 metros para los dibujantes. Cada uno de los tenderetes tiene una longitud que oscila entre los 8 y los 14 metros.
Adem¨¢s, resulta dif¨ªcil calcular el espacio que pueden ocupar las 15 estatuas humanas que tienen derecho a trabajar en cada uno de los dos turnos. Eso sin contar con otras ocupaciones que no est¨¢n reguladas pero que forman parte de La Rambla: como los trileros -que van y vienen al ritmo de la presi¨®n policial- y de los vendedores de artefactos voladores luminosos, bebidas y paraguas, en funci¨®n de la hora y de la climatolog¨ªa.
La venta de recuerdos compensa las p¨¦rdidas con las flores
El Consistorio reconoce que se abusa del espacio p¨²blico
En realidad, solo los extremos del paseo -donde se ensancha considerablemente- no est¨¢n saturados. La presencia de prostituci¨®n en la parte baja del paseo no es habitual ¨²ltimamente, algo en lo que probablemente ha influido la mayor presencia de agentes de la Guardia Urbana y de los Mossos patrullando a pie por el paseo.
Esa sobresaturaci¨®n del espacio es uno de los problemas mayores del paseo central de la ciudad. Terrazas de bares enganchadas, pasos de un metro o dos entre floristas que progresivamente ocupan m¨¢s espacio, quioscos que ampl¨ªan el negocio unos tres metros m¨¢s en una suerte de doble aparador con un pasillo intermedio. La cantidad -a todas luces excesiva- es uno de los problemas del paseo.
El alcalde de Barcelona, Xavier Trias, present¨® recientemente el Pla Cor, que es un intento m¨¢s de poner orden en el paseo, cuya imagen se ha deteriorado de forma directamente proporcional al aumento de turistas en la ciudad y a toda la actividad econ¨®mica que acompa?a. Desde el propio alcalde, pasando por el resto de los partidos pol¨ªticos y todo tipo de entidades- tanto Amics de La Rambla como cualquier asociaci¨®n de vecinos de los barrios que la rodean- est¨¢n de acuerdo en que hay que frenar el deterioro. Y es que esta turistizaci¨®n ha sido promovida, en parte, por el propio Ayuntamiento.
Se pueden contar con los dedos de las manos los comercios y negocios que han resistido y no han sido fagocitados por el sector tur¨ªstico. En restauraci¨®n y bares, aguantan Casa Amaya, La Poma, Viena, el Caf¨¦ de la ?pera, la pasteler¨ªa Escrib¨¢ -la antigua casa Figueras- y entre los comercios pr¨¢cticamente solo se han salvado Casa Beethoven y la Antiga casa J. Xanco Cotchet, del Pla de la Boqueria. El hist¨®rico Nuria cambi¨® su aspecto tan radicalmente que solo le queda el nombre. El resto de los locales de La Rambla se han convertido en bares y restaurantes de franquicia y, sobre todo, tiendas de recuerdos y regalos del m¨¢s variado y dudoso pelaje.De este paseo tambi¨¦n han ido desapareciendo los edificios de viviendas y se han convertido en hoteles y apartamentos tur¨ªsticos.
El auge del turismo es tal que los quioscos han arrinconado, casi por completo, los diarios y revistas -suelen estar expuestos a un lado -para ampliar el espacio de venta de todo tipo de recuerdos que puedan interesar a los turistas. El abanico es tremendo; llaveros, imanes, pa?uelos, gorros, estatuillas de la Sagrada Familia, bolsos, todo tipo de imanes y hasta juguetes. Muchos de los quioscos han acabado situando soportes de venta de esos productos por delante de las publicaciones, con lo que el espacio que ocupan ha crecido. La licencia de ocupaci¨®n de dominio p¨²blico establece que el 80% del espacio se debe reservar a venta de diarios, revistas y productos de papeler¨ªa y deja el 20% restante a la venta de otros productos, como loter¨ªas. En el caso de los quioscos de La Rambla, un simple vistazo basta para comprobar que la proporci¨®n es m¨¢s que dudosa.
Donde la proliferaci¨®n de souvenirs resulta m¨¢s chocante es entre los floristas. De los 16 puestos ya solo resisten tres y venden imanes con faralaes y pa?uelos y llaveros, por citar solo algunos de los productos que m¨¢s se repiten. En muchos puestos estos d¨ªas se puede comprar por cinco euros la planta de Navidad -la poinsetia- o un gorro. O una bufanda. O un im¨¢n de un toro o de la Sagrada Familia. "Aqu¨ª cada vez vive menos gente y los turistas no suelen comprar flores", explica un dependiente de una de las florister¨ªas. No quiere ser identificado por la misma raz¨®n que otros ya que las ordenanzas municipales no les permiten vender ni siquiera flores artificiales. "Pues de algo tenemos que vivir", apunta otra. "Hay que espabilarse y trabajar bastante para vivir de las flores pero nosotros aguantamos", explican desde flores Carolina, la quinta generaci¨®n que se dedica.
"Los floristas de La Rambla somos la tradici¨®n pero es que de eso no podemos vivir y tampoco de las miles de fotos que nos hacen los turistas", subraya Carmen, la presidenta del colectivo. A?ade que la venta de recuerdos les compensa algo la bajada de las flores y piensa que esa tendencia, en parte, la ha propiciado el mismo Consistorio con la reconversi¨®n de los antiguos pajareros.
De los que fueron pajareros solo quedan dos, que tambi¨¦n deber¨¢n cambiar de actividad en cumplimiento de la ley de protecci¨®n de animales.
Los otros nueve se han reconvertido en helader¨ªas o tiendas de supuestos productos tradicionales y una vende entradas de espect¨¢culos, museos, el Bus Tur¨ªstic y del Bar?a. Una vez m¨¢s se impone el souvenir: tazas con los mosaicos gaudinianos, imanes y todo tipo de bufandas, gorras y hasta equipamientos enteros del Bar?a para ni?os. "Horroroso", lleg¨® a calificarlas hace poco el alcalde, Xavier Trias.
"La verdad es que los primeros en no estar de acuerdo con el aspecto de los puestos somos nosotros y es cierto que hay que buscar una soluci¨®n", afirma ?ngel Rom¨¢n, portavoz del colectivo de los antiguos pajareros. Ahora est¨¢n a la espera de que el nuevo gobierno municipal les plantee qu¨¦ hacer. La justicia todav¨ªa no se ha pronunciado sobre la acci¨®n emprendida por el anterior gobierno para anular el convenio que firm¨® con ellos de reconversi¨®n de los tenderetes. "Lo ¨²nico que tenemos claro es que no queremos marcharnos, Veremos la soluci¨®n", a?ade Rom¨¢n.
El Consistorio reconoce que hay que poner orden en qu¨¦ y c¨®mo se organiza la actividad en La Rambla. "Se est¨¢ abusando del espacio p¨²blico", sostienen fuentes municipales.
El primer colectivo con el que se negociar¨¢ ajustar permisos y espacios es con el de las estatuas humanas. Ahora est¨¢n reguladas y tras un concurso fueron seleccionadas 30 para trabajar en dos turnos, de ma?ana y tarde. "Aqu¨ª solo estamos los que de verdad vivimos de esto, por eso ahora somos tan pocos", explica An¨ªbal, el Drag¨®n, en el tramo superior del paseo. Dice que no le importar¨ªa pagar una tasa de ocupaci¨®n del espacio porque cree que as¨ª ser¨ªan menos y podr¨ªa estar m¨¢s horas.
Rambla abajo, a la altura del Liceo, el vaquero Luis Alberto Silva tambi¨¦n resiste el fr¨ªo. "Esto solo se llena cuando hace buen tiempo y ahora hay muchos que tienen el espacio reservado pero no vienen", cuenta. Igual que An¨ªbal, est¨¢ a favor de pagar una tasa si eso le posibilita estar m¨¢s horas: "Hay que vivir".
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