La incompetencia del tecn¨®crata
En Italia y en Grecia gobernantes que contaban con mayor¨ªas parlamentarias han sido desplazados por gobernantes de un nuevo cu?o. La UE quiere que uno de los suyos sea quien dicte la pol¨ªtica econ¨®mica
Las decisiones de los mercados hoy se toman menos por hombres desalmados que por las ya famosas m¨¢quinas programadas -denominadas High Frecuency Trading-, operadoras del 60% de las transacciones en Estados Unidos. Si hasta ahora la buena informaci¨®n o los animal spirits marcaban las tendencias burs¨¢tiles, la funci¨®n algor¨ªtmica de unos ordenadores aptos para decenas de miles de operaciones en menos de un segundo configura los precios de acciones, primas de riesgo, etc¨¦tera, mejor que nadie de carne y hueso. Un pesimista dir¨ªa que otra tecnolog¨ªa de alto riesgo desplaza al riesgo moral en nuestro mundo.
Al tiempo que las viejas liturgias de los mercados de valores pierden terreno, la crisis de la deuda parece poner en cuesti¨®n la flexibilidad de nuestros sistemas constitucionales y a las ¨¦lites pol¨ªticas de las democracias europeas.
La crisis cuestiona la flexibilidad de nuestros sistemas constitucionales y a las ¨¦lites pol¨ªticas
Una gesti¨®n eficaz nunca resuelve los dilemas que pertenecen al ¨¢mbito pol¨ªtico
En Espa?a ya tuvimos una buena prueba de lo primero en el verano y a prop¨®sito de la inclusi¨®n acelerada del equilibrio presupuestario en la ley de leyes. De lo segundo, hasta ahora se recurr¨ªa a las elecciones anticipadas o previstas, como as¨ª ha ocurrido hasta casi en una veintena de casos desde 2008. Pero, durante el pasado mes de noviembre en dos pa¨ªses tan resonantes en la historia europea como Grecia e Italia -?no son sus ciudades y la Atenas cl¨¢sica, precedentes de la autonom¨ªa de la pol¨ªtica?- gobernantes que contaban con mayor¨ªas parlamentarias han sido desplazados por gobernantes de un nuevo cu?o, como el en tiempos comisario europeo de Competencia, y el anterior vicepresidente del Banco Central Europeo Lukas Papademos, a los que se les ha etiquetado r¨¢pidamente de tecn¨®cratas.
La tecnocracia es una vieja historia positivista, convencida de que la incertidumbre pol¨ªtica puede reconducirse a mera gesti¨®n experta de problemas; que estos tienen soluciones netas conocidas ¨²nicamente con exactitud por los expertos de cada campo profesional. Con ella la raz¨®n t¨¦cnica manda sobre la pasi¨®n pol¨ªtica y el pluralismo de la sociedad abierta queda desde?ado a la condici¨®n de intereses creados por los ambiciosos de poder p¨²blico.
En un pa¨ªs de referencia como Estados Unidos, a comienzos de los a?os treinta cobr¨® cierta relevancia con la actividad de Howard Scott bajo la inspiraci¨®n de autores como Thorstein Veblen. De hecho, los debates que origin¨® la tecnocracia en Estados Unidos se siguieron con atenci¨®n en Espa?a y, ya en 1933, Revista de Occidente public¨® ?Qu¨¦ es la tecnocracia?, obra del periodista norteamericano Allen Raymond. Aun as¨ª, la tecnocracia en nuestro pa¨ªs est¨¢ ligada a los sesenta, tambi¨¦n del pasado siglo, y a la legitimaci¨®n de unos dirigentes que buscaron perpetuar el mandato personal de una dictadura mediante una modernizaci¨®n econ¨®mica y administrativa del pa¨ªs. En la euforia del crecimiento constante y acelerado tras el Plan de Estabilizaci¨®n, se volvi¨® frecuente insinuar en los peri¨®dicos que la democratizaci¨®n pendiente llegar¨ªa por s¨ª misma, al traspasar el umbral de los 1.000 d¨®lares de renta per capita, o, en sentido opuesto, las versiones sofisticadas sobre el declinar de las ideolog¨ªas en democracias avanzadas como Estados Unidos.
A pesar de la desmentida consistencia de esta mentalidad, es cierto que en los momentos de crisis el tecn¨®crata aparece como figura ideal en contraste con las carencias de los pol¨ªticos y hombres de partido. El tecn¨®crata viene a significar un sin¨®nimo de la gesti¨®n eficaz que saca del atolladero a las sociedades en manos de las oligarqu¨ªas democr¨¢ticas incapaces y descualificadas a consecuencia del deficiente m¨¦todo de selecci¨®n de personal de los partidos.
Quienes se echan en brazos de la ilusi¨®n de las soluciones cient¨ªficas olvidan que una gesti¨®n eficaz nunca resuelve los dilemas que pertenecen al ¨¢mbito pol¨ªtico. Robert McNamara dirigi¨® el Departamento de Defensa con indudable profesionalidad durante la Guerra de Vietnam, pero no quita que Indochina fuera el mayor desastre pol¨ªtico de Estados Unidos en el siglo XX. Tampoco los tecn¨®cratas de la Comisar¨ªa del Plan de Desarrollo acertaron a evitar la crisis interna del sistema de la IV Rep¨²blica francesa.
M¨¢s que de ingenieros sociales, la valoraci¨®n de tecn¨®crata ante los actuales dirigentes italianos y griegos viene a significar un mecanismo de promoci¨®n al margen de los partidos, a consecuencia de que la ¨¦lite pol¨ªtica ha frustrado en grandes y reiteradas ocasiones el deber social para lo que ha sido elegida; gobernar, fraguar acuerdos y tomar decisiones en un momento de profunda crisis.
Si las misiones del FMI y del Banco Mundial acostumbraban a condicionar su ayuda financiera a medidas de pol¨ªtica econ¨®mica, ahora lo que han impuesto nuestras instituciones europeas es que sea uno de los suyos quien directamente las lleve a cabo. Y ante la magnitud de la crisis, la clase pol¨ªtica italiana y griega -izquierda y derecha- ha preferido ceder el sitio a personalidades al margen de los partidos, quiz¨¢ porque sean ellas quienes sufran la impopularidad de los duros programas de ajuste que impone el Banco Central Europeo para ahuyentar el temido default.
Ese par¨¦ntesis de aparente neutralidad podr¨¢ retener la presi¨®n contra la deuda de Italia y Grecia, pero al precio de poner en cuesti¨®n al conjunto del sistema pol¨ªtico; en Italia a trav¨¦s de un Gobierno de personalidades indiscutiblemente prestigiosas de la sociedad civil -izquierda moderada, burgues¨ªa industrial y cat¨®licos sin partido-, mientras con Papademos se ensaya en Grecia un ejecutivo de concentraci¨®n desde el PASOK hasta la ultraderecha. Despu¨¦s de la dram¨¢tica experiencia de la Constituci¨®n de Weimar, que contemplaba la posibilidad de que el Parlamento pudiera otorgar poderes especiales al Ejecutivo, tal eventualidad no era mencionable. La prudencia de nuestro tiempo ha optado por Gobiernos de transici¨®n y con fecha de caducidad hasta la celebraci¨®n de unas elecciones: 100 d¨ªas para Papademos y hasta 2013 en el caso de Monti.
En este escenario de excepcionalidad, hay un s¨ªntoma esperanzador en una salida a la belga, donde los partidos pol¨ªticos han terminado por asumir su deber constitucional. Aguijoneados por las tensiones de la deuda, han conseguido un insustituible pacto de gobierno tras a?o y medio de sede vacante. Otra variante ¨²til fue la experiencia espa?ola de la alta transici¨®n, donde no se perdi¨® el equilibrio entre las garant¨ªas de estabilidad que ofrecieron los Pactos de la Moncloa pilotados por el t¨¦cnico Fuentes Quintana, al tiempo que los l¨ªderes pol¨ªticos constru¨ªan nuestra democracia constitucional e insertaban a nuestro pa¨ªs en el escenario internacional. Es decir, en un momento delicado se acert¨® a encontrar la mezcla de pol¨ªticos responsables y t¨¦cnicos solventes que necesita todo buen Gobierno en situaciones de crisis.
Las celeb¨¦rrimas l¨¢grimas de la ministra italiana al desvelar los recortes, en una conferencia de prensa junto a un Mario Monti que renunciaba en simult¨¢neo a sus sueldos de primer ministro y como ministro de Econom¨ªa -pero no al de senador vitalicio- y otras prebendas de su alto cargo, viene a ilustrar que en modo alguno la tecnocracia puede sustituir a la ejemplaridad personal de los pol¨ªticos.
Para dar con una imagen del paso dado por Monti y Papademos ser¨ªa sin duda excesivo utilizar la de Aquiles, puesta de actualidad por Javier Gom¨¢, saliendo del gineceo en direcci¨®n a Troya, donde sab¨ªa que encontrar¨ªa la muerte aunque esta le llevara a la gloria. Est¨¢ por ver, incluso, que alcancen al pol¨ªtico-h¨¦roe de Max Weber, el que intenta lo imposible, que no se doblega cuando el mundo se muestra demasiado necio, y ante la adversidad es capaz de oponer un "sin embargo". Lo indudable es que la cara de las democracias europeas est¨¢ mutando pero no andamos en las h¨¢biles manos de tecn¨®cratas.
Pablo Hisp¨¢n Iglesias de Ussel es profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad CEU-San Pablo.
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