Ir¨¢n a¨²n tiene cartas en la manga
Hasta 1979 Ir¨¢n era un fiel aliado occidental, valorado como un importante suministrador energ¨¦tico -segundo del mundo en gas y tercero en petr¨®leo- y como potencia regional (en competici¨®n hist¨®rica con Irak). Pero desde que ese mismo a?o Jomeini puso en marcha una revoluci¨®n, que pretend¨ªa expandirse no solo al mundo chi¨ª sino a todo el orbe isl¨¢mico, Ir¨¢n pas¨® a ser definido como un desestabilizador que hab¨ªa que anular. As¨ª se entiende la apuesta occidental por Sadam Husein durante la primera guerra del Golfo (1980-88) y la estrategia de contenci¨®n de Bill Clinton durante la siguiente d¨¦cada, para ahogar una revoluci¨®n que se atrev¨ªa a cuestionar el statu quo vigente en la regi¨®n, que acumula las 2/3 partes del petr¨®leo mundial y no menos del 50% del gas. Con Bush hijo llegar¨ªa su inclusi¨®n en el "eje del mal", enviando un mensaje preb¨¦lico que identificaba a Ir¨¢n como el siguiente objetivo a batir (tras Afganist¨¢n e Irak).
Lo fundamental para Ir¨¢n es preservar el r¨¦gimen y ser reconocido como actor regional
Para Occidente, incluyendo en este caso a Israel y a Turqu¨ªa, as¨ª como a buena parte de los reg¨ªmenes ¨¢rabes sun¨ªes (con Arabia Saud¨ª a la cabeza), el objetivo es claro: anular la emergencia de Ir¨¢n como l¨ªder regional, impidiendo as¨ª que pueda imponer nuevas reglas de juego. Para ello se ha desarrollado un amplio abanico de medidas que incluyen la negociaci¨®n nuclear (hoy empantanada), la aplicaci¨®n de sanciones diplom¨¢ticas y econ¨®micas (la ONU ya lleva cuatro rondas de sanciones y su efecto es apreciable pero no definitivo) y hasta la guerra encubierta (sea inoculando virus inform¨¢ticos como Stuxnet o eliminando a importantes cient¨ªficos nucleares). Adicionalmente, Israel env¨ªa mensajes que parecen anunciar un ataque inmediato, mientras Washington y ahora Bruselas parecen decididos a prohibir las importaciones de hidrocarburos.
Por su parte, para Teher¨¢n lo fundamental es preservar el r¨¦gimen de los ayatol¨¢s y verse reconocido como el actor predominante en la zona. Ir¨¢n se ve rodeado de enemigos -con tropas estadounidenses desplegadas en territorio de sus vecinos y la V Flota patrullando las aguas del Golfo- y es consciente de estar en el punto de mira de Tel Aviv y otras capitales. Mientras en el frente interno sufre una creciente oleada de descontento popular por los efectos de las sanciones y la pol¨ªtica represiva del r¨¦gimen -aunque tambi¨¦n utiliza esas mismas sanciones para alimentar el orgullo nacionalista frente al mundo-, procura utilizar distintas bazas de retorsi¨®n con intenci¨®n de anular a sus enemigos.
Y en este terreno es obligado reconocer que Teher¨¢n cuenta con muchas y variadas opciones. Por un lado, hay que considerar su propia extensi¨®n (1,7 millones de kil¨®metros cuadrados), su demograf¨ªa (75 millones de habitantes) y sus capacidades militares (casi 400.000 efectivos en sus fuerzas armadas y otros 125.000 en el m¨¢s operativo Cuerpo de los Guardianes de la Revoluci¨®n). Todo ello sin olvidar su arsenal misil¨ªstico y su empe?o nuclear, complica el c¨¢lculo para cualquier hipot¨¦tico atacante hasta el punto de poder frenarlo de ra¨ªz, en la medida en que no basta con un ataque quir¨²rgico para doblegarlo. Pero es en el exterior donde Ir¨¢n acumula sus mejores bazas para disuadir a sus adversarios. Ah¨ª est¨¢ su reconocido apoyo -con armas y asesoramiento militar- a Ham¨¢s y a Hezbol¨¢, complicando la ecuaci¨®n de seguridad a un Israel que no est¨¢ dispuesto a admitir que Ir¨¢n llegue a tener armas nucleares. Lo mismo cabe decir de las comunidades chi¨ªes de Arabia Saud¨ª, Bahr¨¦in o Yemen, discriminadas por sus respectivos Gobiernos y, por tanto, susceptibles de convertirse en instrumentos iran¨ªes de desestabilizaci¨®n interna. Especial atenci¨®n merece la enorme influencia que Teher¨¢n tiene sobre Irak, tanto en su Gobierno como en una sociedad que es chi¨ª en un 65%, ahora que Washington ha abandonado la escena. Todav¨ªa cabe a?adir el inter¨¦s iran¨ª por fomentar la inseguridad en Afganist¨¢n, aunque solo sea para tener entretenido a EE UU en otros problemas. En esa misma lista hay que incluir el despliegue costero en las aguas de Ormuz de peque?os botes con capacidad misil¨ªstica, que pueden complicar hasta el extremo el tr¨¢fico mar¨ªtimo por una v¨ªa vital para la econom¨ªa mundial.
As¨ª est¨¢n las cosas hoy. Sin necesidad de poseer armas nucleares ni de llegar a cerrar Ormuz (lo que tambi¨¦n afectar¨ªa a sus intereses), est¨¢ claro que Ir¨¢n tiene m¨¢s cartas en su mano para poder convertirse en un actor de referencia desde el Mediterr¨¢neo (L¨ªbano) hasta el Golfo, pasando por Siria (de ah¨ª su apoyo f¨¦rreo a El Asad). En consecuencia, dado que el ataque militar es una aventura demasiado arriesgada, la negociaci¨®n parece el ¨²nico camino para volver a acomodar a Ir¨¢n en el rompecabezas de Oriente Pr¨®ximo. Aunque eso es lo que dicta la realpolitik, no cabe descartar otras opciones.
Jes¨²s A. N¨²?ez Villaverde, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acci¨®n Humanitaria (IECAH).
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