Memorias mestizas
La famosa frase de Duchamp, "el arte est¨¢ en todas partes", significa que solo hay que mirar las cosas de otra manera para que los objetos m¨¢s banales aparezcan bajo el efecto del tiempo y la actividad humana como representaciones, y simbolog¨ªas nuevas. No basta solo la intenci¨®n de querer construir una obra de arte, es tambi¨¦n importante el valor humano que contiene cada objeto como un gesto absoluto y necesario: el de cargarlo de significado, imponerle la huella y la materialidad de una existencia. Jean Marie Le Cl¨¦zio, invitado por el Museo de Louvre, que recupera la idea universalista de acoger a todas las culturas, le cede un espacio a este "museo imaginario" del autor que re¨²ne piezas del mundo entero, desde la pintura haitiana de la colonia, pasando por los exvotos mexicanos, as¨ª como tradiciones naturalistas como el vud¨², m¨¢scaras precolombinas e ind¨ªgenas que dialogan con estatuillas de la ¨¦poca grecolatina, hasta cabezas de If¨¦, tra¨ªdas de Nigeria, o el arte contempor¨¢neo de Betsab¨¦ Romero, Pascale Marthine Tayou, Bertrand Lavier o Jean-Michel Basquiat.
La intenci¨®n de Le Cl¨¦zio es hacer invisibles la separaci¨®n entre arte culto y arte popular para mostrarnos hasta qu¨¦ punto estas fronteras est¨¦ticas se encuentran enraizadas en nuestra interpretaci¨®n, se trata de desplazar la mirada de Europa hacia las periferias, antes de entrar y encontrarse con los autom¨®viles chicanos Lowriding, pr¨¢ctica chicana que consiste en tunear autos cl¨¢sicos norteamericanos, bajando las carrocer¨ªas al nivel del suelo y en pasearse por las calles como si fuese una instalaci¨®n. Le Cl¨¦zio reconoce en estas manifestaciones populares una forma de resistencia al desprestigio de la imagen de emigrantes mexicanos, y de los habitantes de los barrios m¨¢s pobres de las ciudades norteamericanas que han convertido a estos objetos en la encarnaci¨®n simb¨®lica de la marginalidad y la humillaci¨®n: "En nuestro mundo donde el arte y la palabra son pasos perdidos en los corredores del egocentrismo, estos autom¨®viles, obras colectivas de familias y de barrios, afirman que el arte y la revuelta siempre tienen un sentido", escribe Le Cl¨¦zio. Y si la pintura naif haitiana es parte de este museo imaginario, es porque es un pueblo en constante rebeli¨®n, reconstruy¨¦ndose de la nada, con algunas im¨¢genes iniciales de escenas hist¨®ricas, como El serm¨®n de los ancestros, de Guillaume Guillon, que muestran la uni¨®n de mulatos y negros celebrando la independencia de Hait¨ª (una de las primeras) en 1804, de una Francia colonialista que tarda en reconocer el nuevo Estado, o, m¨¢s tarde, La crucifixi¨®n de Carlomagno, de Philom¨¦ Obin, que representa la ejecuci¨®n de un esclavo mestizo en la rebeli¨®n de los Cacos. De la misma manera, el vud¨² representa para Le Cl¨¦zio claramente una relaci¨®n con la naturaleza, no en sentido distante del Renacimiento, sino como un cuerpo vivo en el que cada canto, cada voz, es un instrumento de arte que opera una reconciliaci¨®n con el mundo.
Marcadas por la crueldad de la colonizaci¨®n de las islas del Pac¨ªfico, las esteras de las mujeres de la isla de Pentecost¨¦s, tejidas con la corteza de los ¨¢rboles, nos hablan con su propio lenguaje y narran a su manera la historia de sus pueblos. Pasado y presente en constante di¨¢logo, estos objetos nos hablan de una l¨ªnea vital que resiste al saqueo de la memoria, a la dominaci¨®n de los pueblos, como sucede tambi¨¦n con las numerosas estatuas precolombinas, mexicanas, aztecas, mayas, y preincaicas en Per¨², que han atravesado el tiempo, y han marcado nuestra forma de ver el mundo: lo m¨¢gico como una corriente que une al ser humano con la naturaleza. Tampoco Frida Kahlo puede estar ausente de esta exposici¨®n como parte de esa memoria mestiza, hija del choque cultural de encuentros que transformaron a toda una civilizaci¨®n. Si la m¨¢scara tiene tambi¨¦n un importante valor simb¨®lico en las culturas precolombinas, es porque no est¨¢ lejos de las cer¨¢micas de Nigeria que muestran rostros de mujer, o las figurillas mic¨¦nicas del siglo XVII antes de Cristo, o los exvotos de car¨¢cter religioso que enmascaran una realidad m¨¢s violenta y m¨¢s subliminal, es porque la pregunta que se nos plantea es si el arte museogr¨¢fico acompa?a realmente la transformaci¨®n de valores de una sociedad, la diversidad de lenguajes, la organizaci¨®n de su vida social y todo lo que dio y da sentido a su existencia. La exposici¨®n del Museo del mundo de Le Cl¨¦zio nos fuerza la mirada para hacernos la pregunta, sin importar el idioma ni el lugar de nacimiento.
Les mus¨¦es sont des mondes. Le Louvre invite a J. M. G. Le Cl¨¦zio. Museo del Louvre. Par¨ªs. Hasta el 6 de febrero.
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