El tedio, una opci¨®n cultural
Baladas, jers¨¦is de lana... son signos de los 'nuevos aburridos', cuya figura ensalzan filmes como 'El ¨¢rbol de la vida' y las series 'Mad men ' y 'The killing'
Una de las principales pol¨¦micas del a?o ha sido la creada alrededor de El ¨¢rbol de la vida, el filme de Terrence Malick que gan¨® la Palma de Oro en Cannes y que ha encabezado muchas de las listas de lo mejor del a?o confeccionadas por los expertos en cine de todo el planeta. Para un segmento notable del p¨²blico, la cinta es aburrida, hasta el punto de que algunos cines optaron por reembolsar el dinero u ofrecer una entrada gratis a quienes se salieran de la sala durante la primera media hora de proyecci¨®n.
El supuesto tedio cultural -el que empieza con la curiosidad, se desarrolla con el bostezo y desemboca en la ira m¨¢s furibunda- es un viejo cl¨¢sico de la dicotom¨ªa entre arte y comercio, entre mainstream y underground, entre Shakira y la Velvet Underground. "Cuando estaba en la universidad, un amigo me pregunt¨® qu¨¦ clase de idiota era yo, que no hab¨ªa visto Solaris, de Tarkovski. 'Es muy aburrida', me dijo. 'Tienes que verla, aunque no la vas a entender". Con esta an¨¦cdota resum¨ªa el periodista de The New York Times Dan Kois el, en algunas ocasiones, desagradecido reto de la dignificaci¨®n cultural. Pero Kois se equivocaba. Mientras ¨¦l, como muchos otros, segu¨ªa percibiendo la diferencia entre arte y comercio en t¨¦rminos de velocidad, explosiones y coreograf¨ªas, la industria, con la sorprendente aquiescencia del gran p¨²blico, sacaba del underground al tedio y lo convert¨ªa en tendencia de masas. Acaso, la m¨¢s destacable, en t¨¦rminos de producci¨®n cultural de este pasado 2011.
Adele y Pablo Albor¨¢n son iconos de lo aut¨¦ntico y atemporal
El primero en acu?ar el t¨¦rmino nuevo aburrido ha sido Peter Robinson, capo de la web Popjustice, en una pieza escrita para The Guardian el pasado octubre. Robinson desarrolla su teor¨ªa alrededor del aburrimiento como el nuevo negro, como un "s¨ªntoma cultural", y toma el ¨¦xito de la cantante Adele como ep¨ªtome del retorno al culto a la balada, al color beis y a la atemporalidad. Destaca como algunas emisoras de radio brit¨¢nicas a las que jam¨¢s se les hubiese programar algo a menos de 128 bpms han sucumbido a la morosa sensibilidad de la autora de 21. El aquelarre descerebrado propulsado en el ¨¢mbito de la m¨²sica de baile de masas por gente como Pitbull o David Guetta ha favorecido el resurgimiento de la pasi¨®n por la autenticidad. Ya no hace falta ser un intelectual para gozar del aburrimiento.
Pero este nuevo tedio masivo no se circunscribe solo al mundo de la m¨²sica, sino que parece, seg¨²n la opini¨®n de periodistas como Jim Jeffries, contaminar cualquier forma de lo anteriormente conocido como entretenimiento. Para ¨¦l, una serie como Downton Abbey sirve para conectar el aburrimiento con ciertas tendencias reaccionarias dentro de la maltrecha industria cultural, que ha optado por el gris como soluci¨®n de consenso. "La serie no solo describe un orden social reaccionario, sino que ayuda a crear uno nuevo", apunta Jeffries, quien va m¨¢s all¨¢ en la provisi¨®n de fondos para la escena aburrida, recordando el ¨¦xito de los programas de cocina, de la pasteler¨ªa como hobby o incluso del ganchillo y la reparaci¨®n de bicicletas como actividades de sorprendente ¨¦xito entre la modernidad. La serie The killing parece haber puesto de moda los jers¨¦is de lana. Y la serie Mad men, el traje gris. "Es que incluso las ventas de albornoces y pijamas se han disparado", se queja Jeffries.
?Seremos capaces aqu¨ª de pillar la tendencia al vuelo y crear nuestros propios iconos del nuevo aburrido? De alguna manera, Pablo Albor¨¢n podr¨ªa ser el equivalente espa?ol de Ed Sheeran, otro icono de esta etiqueta que, seg¨²n Peter Robinson, le ha robado el coraz¨®n a los ingleses gracias a representar la s¨ªntesis de lo que el p¨²blico de las islas pide a sus artistas de ¨¦xito: "Que sean aut¨¦nticos y parezcan guais". Albor¨¢n ser¨ªa una correcta traducci¨®n del fen¨®meno, al sublimar nuestro deseo de que los artistas sean aut¨¦nticos y, sobre todo, que no parezcan demasiado guais.
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