?Demasiado exquisito?
Una soprano con una voz bell¨ªsima y en plenitud de facultades. Un arpa de sonoridades exquisitas. Ambos, luciendo una t¨¦cnica apabullante. La delicadeza y la elegancia como pilares b¨¢sicos de su actuaci¨®n. Y un programa dif¨ªcil, variado y largo. El p¨²blico sali¨® entusiasmado, con m¨¢s raz¨®n que un santo. Transcripciones aparte ?qu¨¦ m¨¢s se puede pedir? Nada. En todo caso, podr¨ªa pedirse menos.
Menos porque ese fraseo tan elaborado, sin resquicio para la espontaneidad, esa b¨²squeda constante de una versi¨®n novedosa, esas medias voces convertidas, a veces, m¨¢s en un fin que en un medio -por bellas que sean-, esos reguladores que quitaban la respiraci¨®n, ese inacabable colorido extra¨ªdo del arpa, ese deambular siempre por una alfombra de seda... todo eso puede resultar discutible. Discutible por excesivo. Sobre todo con Schubert, cuya m¨²sica pide un punto m¨¢s de sencillez, una comunicaci¨®n m¨¢s sincera, m¨¢s directa. Schubert es fr¨¢gil. Se quiebra, desde luego, cuando se le hurta su complejidad. Pero tambi¨¦n puede quebrarse, como aqu¨ª, por un exceso de sofisticaci¨®n. La frontera entre ambas cosas es sutil y, desde luego, opinable.
DIANA DAMRAU Y XAVIER DE MAISTRE
Obras de Schubert, T¨¢rrega, Strauss, Hahn, Chausson, Faur¨¦, Duparc y Dell'Acqua. Palau de la M¨²sica. Valencia, 11 de enero de 2012.
A Richard Strauss pareci¨® sentarle mejor la acumulaci¨®n de recursos que los int¨¦rpretes continuaron exhibiendo. Sin embargo, el asunto de las transcripciones cobr¨® una especial relevancia en Beim Schlafengehen, uno de los cuatro ¨²ltimos Lieder: el arpa, a pesar de estar en las mejores manos posibles, result¨® absolutamente incapaz de sustituir a la orquesta. Algo de eso tambi¨¦n le hab¨ªa pasado a Schubert con Margarita en la rueca, cuyo acompa?amiento ped¨ªa algo m¨¢s percusivo, menos acuoso: un piano, en fin.
En el repertorio franc¨¦s que llen¨® la segunda parte brillaron de nuevo las maneras de la soprano alemana y de Xavier de Maistre, quien llev¨® a su instrumento a un l¨ªmite que pocas veces nos es dado escuchar. En el Impromptu op. 86 de Faur¨¦, originalmente escrito para arpa, pudimos apreciarlo en toda su plenitud. Diana Damrau regal¨® luego O quante volte, de I Capuletti e i Montecchi (Bellini). En ese terreno -el de la ¨®pera- donde no se requiere el mismo tipo de contenci¨®n, pareci¨® mucho m¨¢s c¨®moda, brindando adem¨¢s un legato y un control de la din¨¢mica espectaculares.
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