La estatua se hizo carne
- "?Qu¨¦ har¨ªamos sin el f¨²tbol,por el amor de Dios?"
-Bobby Charlton, leyenda del f¨²tbol ingl¨¦s
Para el que no ha tenido la fortuna de ser futbolista profesional, y se ve obligado a ganarse el pan de manera m¨¢s indigna, es dif¨ªcil comprender la desolaci¨®n que se debe sentir al abandonar el deporte, teniendo 30, 40, 50 a?os de vida por delante, sabi¨¦ndose condenado a la cadena perpetua de la nostalgia.
Algo as¨ª es lo que le pas¨® al jugador franc¨¦s Thierry Henry cuando abandon¨® el Barcelona en 2010, donde lo gan¨® todo, y opt¨® por prejubilarse en la Liga estadounidense. Del Bar?a a los Nueva York Red Bull; del cielo al purgatorio. Le recompensar¨ªan bien pero lo mejor -¨¦l lo ten¨ªa que haber sabido mejor que nadie- quedaba atr¨¢s. Por si tuviese alguna duda, el Arsenal, donde fue un ¨ªdolo durante ocho a?os antes de llegar a Espa?a, le hizo una estatua a finales del a?o pasado. Henry llor¨® cuando la vio. Representaba la gloria, y tambi¨¦n la muerte.
O no. Algo m¨¢gico o (seg¨²n el punto de vista) milagroso ocurri¨® la noche del lunes. La estatua se hizo carne. Henry, cedido un par de meses por los Red Bull, volvi¨® a lucir la camiseta del Arsenal, salt¨® al campo de sus amores en el segundo tiempo y marc¨® el gol del triunfo en una eliminatoria de la antigua y rom¨¢ntica FA Cup. El estadio enloqueci¨® (imag¨ªnense la reacci¨®n si Ra¨²l volviese al Madrid e hiciera lo mismo) y ¨¦l tambi¨¦n. Una hora despu¨¦s del pitido final segu¨ªa vestido de corto, como si desease que nadie le despertara. Estaba at¨®nito, atontado. Como confesar¨ªa a un antiguo compa?ero, muchas veces hab¨ªa acariciado la fantas¨ªa de volver a jugar y marcar en los colores del equipo de su vida, pero jam¨¢s imagin¨® que lo imposible se har¨ªa realidad.
Todav¨ªa le debe de costar cre¨¦rselo. Porque lo que hizo Henry, ni m¨¢s ni menos, fue protagonizar el mito m¨¢s pegadero de la historia humana, el de la resurrecci¨®n. Lo asombroso es que no fue el primero ni ser¨¢ el ¨²ltimo en hacerlo. Una de las maravillas del f¨²tbol es la frecuencia con que nos ofrece casos, precisamente, de resurrecci¨®n en vida; con que nos demuestra, por decirlo de otra manera, que cuando todo parece estar perdido a¨²n existe la posibilidad de una segunda oportunidad. La esperanza y la fe pueden -a veces- con todo. Y sin ni siquiera la necesidad de recurrir al divino m¨¢s all¨¢.
Lo de Henry fue, y ser¨¢, inolvidable. Vivir¨¢ en la leyenda. Pero todos los aficionados del f¨²tbol, sean sus equipos peque?os o grandes, tendr¨¢n alg¨²n recuerdo parecido. Uno reciente -y, la verdad, el recuerdo m¨¢s tremendo que nos dej¨® el f¨²tbol en el a?o 2011- es el de otro franc¨¦s, Eric Abidal, del Barcelona, que fue operado de c¨¢ncer y dos meses despu¨¦s alz¨® la Copa de Europa en Wembley.
El ejemplo cl¨¢sico es el del equipo que, en el ¨²ltimo suspiro, marca el gol que evita el descenso, o gana la Liga. Otro es el de la heroica remontada, como la del Liverpool en la final de la Champions de 2005 contra el Milan, cuando iba perdiendo 3-0 en el descanso, empat¨® y gan¨® en los penaltis. O la del Manchester United seis a?os antes contra el Bayern M¨²nich en la final de la misma competici¨®n. En el minuto 90 perd¨ªa 1-0 y gan¨® el partido 2-1, sin necesidad de pr¨®rroga, en los tres minutos de tiempo adicional.
El famoso comentario de Alex Ferguson, el entrenador del United, justo despu¨¦s, fue "Football: bloody hell...!". O, "El f¨²tbol: ?joder...!". Sin decir casi nada, lo dijo todo. ?Joder si el f¨²tbol nos sorprende, nos apasiona, nos da pena y nos da dicha como poco m¨¢s en la vida! Con raz¨®n el estadio donde juega el equipo de Ferguson es conocido por sus devotos como El Teatro de los Sue?os. Aunque la verdad es que todos los estadios merecen el mismo calificativo; todos son lugares para so?ar. Vean el caso de Henry y el de Abidal, los del Liverpool y el Manchester United y los much¨ªsimos m¨¢s que el f¨²tbol nos ha regalado y nos regalar¨¢; vean y entiendan por qu¨¦ este deporte es el fen¨®meno de masas m¨¢s emotivo, m¨¢s colosal de la historia humana, dejando a cualquier otra religi¨®n en la sombra.
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