'El negro' y sus mil avatares
Una columna de Rosa Montero de 2005 se sit¨²a varios d¨ªas entre 'Lo m¨¢s visto' en elpais.com. Los lectores se?alan que la historia no es "aut¨¦ntica" y tiene muchas versiones
Ha vuelto a ocurrir. Un art¨ªculo publicado en mayo de 2005 se ha situado en el primer puesto de la lista de Lo m¨¢s visto en elpais.com. Se trata de una columna de Rosa Montero, titulada El negro, en la que se explica una interesante historia sobre prejuicios. La columna ha resucitado ahora con fuerza porque muchos internautas la han recomendado a trav¨¦s de las redes sociales. El negro se encaram¨® el martes al primer puesto de Lo m¨¢s visto y all¨ª permaneci¨® hasta el viernes por el efecto multiplicador que tiene aparecer en esa lista. El caso aporta elementos nuevos de reflexi¨®n sobre el fen¨®meno de las resurrecciones que ya trat¨¦ en mi art¨ªculo del 4 de diciembre y muestra la muy diferente repercusi¨®n que puede tener un texto seg¨²n se publique antes o despu¨¦s de la emergencia de las redes sociales.
Veamos. La historia explica que en un comedor universitario alem¨¢n, una joven estudiante toma una bandeja de comida del autoservicio y se sienta en una mesa; entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y va a buscarlos. Cuando regresa, ve con estupor que un chico negro est¨¢ comiendo de su bandeja. Duda un momento, pero al fin, condescendiente, se sienta a compartir su comida con el intruso, que en todo momento se muestra amigable y sonriente. Cuando terminan de comer, el chico se va y, al levantarse, ella se da cuenta de que su bandeja est¨¢ intacta, junto a su abrigo, en la mesa de al lado.
Aunque pertenecen al g¨¦nero de opini¨®n, las columnas de la contraportada son consideradas obras literarias y sus autores tienen un amplio margen para expresar sus ideas, incluida la ficci¨®n. En este caso, sin embargo, la historia terminaba con una frase que ha resultado ser muy problem¨¢tica: "Dedico esta historia deliciosa, que adem¨¢s es aut¨¦ntica...". El problema es que no era aut¨¦ntica. Se lo advirtieron varios amigos, seg¨²n me explica Rosa Montero, el mismo d¨ªa en que se public¨®. Pero el error no tuvo entonces mayor repercusi¨®n. Era una buena historia y las redes sociales todav¨ªa no hab¨ªan llegado. En esta segunda vida de El Negro, en cambio, su amplia difusi¨®n en la red ha ido acompa?ada de un buen n¨²mero de cr¨ªticas. El propio ¨¦xito ha magnificado el error. En cuanto el art¨ªculo apareci¨® en el recuadro de Lo m¨¢s visto, comenzaron a llegar cartas y mensajes de lectores. Unos para se?alar un posible plagio y advertir, como Marina Paluffo, que la historia no era original, pues ella hab¨ªa le¨ªdo un relato similar titulado Galletitas en un libro de Jorge Bucay; otros, como Ricardo Moya, para expresar su indignaci¨®n por "hacer pasar por ver¨ªdica una historia tomada, casi literalmente, de una obra de ficci¨®n".Efectivamente, la historia ha tenido muchos padres y madres y es m¨¢s que dudoso que en alg¨²n momento haya sido real. Algunos sit¨²an su origen en una narraci¨®n del escritor brit¨¢nico Douglas Adams publicada a finales de los a?os setenta; otros, en un cuento juvenil de la escritora italosuiza Federica de Cesco, titulado Spaghetti f¨¹r zwei (Espagueti para dos), de 1975.
En todo caso, la an¨¦cdota ha sido objeto de m¨²ltiples versiones con diferentes protagonistas y distintos escenarios, pero siempre el mismo chasco y la misma moraleja. Algunos lectores dicen haberla le¨ªdo incluso en su libro de texto. Y dispone de varias versiones cinematogr¨¢ficas que pueden verse en YouTube, entre ellas un notable corto titulado The lunch date por el que Adam Davidson gan¨® en 1990 la Palma de Oro en Cannes y en 1991, el Oscar al mejor cortometraje. Korinna Serhinger hizo en 1999 otra versi¨®n titulada The cookie thief y el mexicano Leonardo Canto es el autor de la que parece ser la versi¨®n m¨¢s reciente, Buen provecho, de 2008.
Rosa Montero confiesa ser la primera sorprendida por la "alucinante" resurrecci¨®n de una columna que en su momento escribi¨®, me asegura, convencida de que la historia era ver¨ªdica. "Me equivoqu¨¦. Cre¨ªa que hab¨ªa ocurrido exactamente como la expliqu¨¦. Nos la cont¨® al escritor Jos¨¦ Manuel Fajardo y a m¨ª la editora alemana Ray G¨¹de durante un viaje a Portugal. Nos dijo que lo hab¨ªa le¨ªdo en el peri¨®dico. Despu¨¦s de publicar mi columna, varias personas me advirtieron de que era una historia antigua". En ese momento, el error apenas tuvo repercusi¨®n. Incluso la llamaron para pedirle permiso para hacer unos cortos.
Ni siquiera el chasco que se ha llevado Rosa Montero es nuevo. Un lector de Montevideo, Gabriel Sosa, me explica que en 2008 el escritor brit¨¢nico Ian McEwan se disculp¨® por un plagio involuntario al incluir en una de sus historias, le¨ªda al p¨²blico en un festival literario, una variante de la narraci¨®n de Douglas Adams. En su explicaci¨®n, McEwan aclara que ha encontrado antecedentes de la historia en 1972, mucho antes, por tanto, de que Adams publicara su narraci¨®n. Y recuerda que hasta la BBC la present¨® una vez como ver¨ªdica.
"La leyenda ha tenido muchos avatares", dice Rosa Montero. "Es uno de esos relatos fascinantes que, por alguna misteriosa raz¨®n que tiene que ver con su capacidad para conectar con el inconsciente colectivo, tiene una gran capacidad de pervivir". Ese inconsciente colectivo tiene ahora en las redes sociales un excelente caldo de cultivo. Y todo est¨¢ disponible para todos, de modo que, a veces, resulta dif¨ªcil saber qu¨¦ es original y qu¨¦ no. Ahora citar¨ªa a Umberto Eco, pero no me atrevo: ?a cu¨¢ntos autores se atribuye aquello de que en realidad no se escribe nada que no est¨¦ ya en los libros?
La otra cuesti¨®n que emerge de este caso es el papel prescriptor que tiene para los lectores el espacio Lo m¨¢s visto. Este recuadro figura en casi todas las webs de los diarios y funciona, en la pr¨¢ctica, como un factor multiplicador de la audiencia. En cuanto un asunto aparece en ese recuadro el n¨²mero de visitas se dispara por un efecto de retroalimentaci¨®n. El umbral para aparecer es variable y el mecanismo que opera es de tipo gregario, algo as¨ª como "no puedo perderme lo que ha interesado a tanta gente". En las ¨²ltimas semanas ha ocurrido ya varias veces que una noticia antigua se ha colocado entre Lo m¨¢s visto. ?Deber¨ªan diferenciarse en ese recuadro las noticias actuales de las antiguas? Creo que a la vista de la experiencia reciente, habr¨ªa que considerar esa posibilidad. Rosa Montero tambi¨¦n lo cree conveniente.
Gumersindo Lafuente, responsable de los desarrollos digitales del diario, admite que lo ocurrido en las ¨²ltimas semanas merece ser analizado. En estos momentos se est¨¢ estudiando un redise?o de Lo m¨¢s visto que permitir¨¢ ver las 100 noticias m¨¢s visitadas en cada momento. "Los cambios son tan r¨¢pidos, que todas las herramientas han de estar en permanente revisi¨®n", explica. En su momento, por ejemplo, se consider¨® ¨²til poner en cada noticia un contador que permitiera saber cu¨¢ntas visitas hab¨ªa tenido. En el nuevo editor, que ya opera en buena parte de las secciones del diario, esa informaci¨®n ha desaparecido. "Al no poderse mantener en el tiempo, ese recuento ya no resulta relevante", argumenta Lafuente. En el caso de la columna El negro, la estad¨ªstica indica que el d¨ªa en que se public¨® tuvo 1.817 visitas. En ese momento la audiencia del diario digital era muy inferior a la actual y el ¨¦xito se debi¨® a la edici¨®n impresa. Pero en esta nueva vida, las responsables del ¨¦xito de difusi¨®n de El negro han sido las redes sociales. Solo en Facebook ha tenido m¨¢s de 46.000 recomendaciones. Y esto a?ade a la vida de los textos, seg¨²n se?ala Rosa Montero, un inquietante componente de azar.
La visibilidad que ahora ofrece Internet a cualquier texto es abrumadora. Y si tiene alg¨²n elemento de pol¨¦mica, mucho m¨¢s. Los lectores tienen en sus manos poderosas herramientas para escrutar nuestro trabajo. El juicio es cada vez m¨¢s amplio y riguroso. Pero tambi¨¦n puede ser un excelente aliado en nuestro compromiso con el rigor y la calidad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.