Los h¨¦roes tambi¨¦n mean
Cualquiera de esos soldados norteamericanos en Irak que han tenido el exquisito detalle de orinar sobre los cad¨¢veres de unos cuantos talibanes podr¨ªa pasar en su pueblo natal del medio oeste por un magn¨ªfico estudiante de Secundaria, atento con sus parejas de baile y remilgado con sus madres en las fiestas de cumplea?os, incluso ser una promesa del baloncesto en la universidad, y en el caso de ser aficionados a la caza no se les habr¨ªa ocurrido mearse sobre los conejos abatidos. Tal vez habr¨ªan pasado unas estupendas vacaciones de fin de curso en Irak y se habr¨ªan comportado como turistas modelo, sin necesidad alguna de humillar a nadie. Pero no. Fueron llamados o se presentaron voluntarios a una guerra lejana en la que todo est¨¢ permitido a poco que lleves all¨ª unos meses de horror y en la que se trata tanto de matar para evitar que te maten como de celebrar las victorias como si de un botell¨®n colectivo se tratara, de modo que nada impide el sano desahogo de mearse en las v¨ªctimas una vez est¨¢n matadas. Bello ejercicio de masculinidad, ya que no consta que en el humillante fest¨ªn participaran mujeres (tal vez por lo inc¨®modo de la gesta, ya que tambi¨¦n las han hecho buenas y muy difundidas), y todav¨ªa hay que dar gracias porque no se les haya ocurrido, siguiendo al marqu¨¦s de Sade sin saberlo, la gesta mayor que supondr¨ªa una masturbaci¨®n colectiva dirigiendo el semen hacia los genitales de los cuerpos abatidos. Se ve que una cierta superstici¨®n hacia los misterios de la reproducci¨®n les ha evitado consumar tambi¨¦n esa pueril venganza, no fuera a ser que los talibanes volvieran a la vida con el rostro delator de sus amables fecundadores, tal vez en forma de mellizos. Lo m¨¢s curioso es que no consta que estos h¨¦roes de reposter¨ªa se orinaran encima en pleno combate, no, sino que aprovecharon la zanja donde reposaban los cad¨¢veres para divertirse un poco descargando una vejiga nada prost¨¢tica.
Cualquier comparaci¨®n es odiosa, pero qu¨¦ ser¨ªa de la estad¨ªstica sin el recurso a la comparativa. As¨ª que la expresi¨®n popular de ira o desd¨¦n "me cago en tus muertos" se convierte en una orina tiznada sobre los que han matado. Aguas menores sobre cuerpos insepultos. No hablemos de ¨¦tica, es de mal gusto incluso en los salones m¨¢s cultivados y en los despachos de los grandes bancos. Pero conviene sugerir que la actitud de esos meones deliberados reproduce en todo, salvo en el acto liberador de abrirse la bragueta a destiempo, actitudes de apariencia m¨¢s comedida pero igualmente humillante, no ya sobre los muertos, que ya no proyectan sombra (aunque todav¨ªa reclamen justicia) sino sobre los vivos. Los ni?os robados y las v¨ªctimas de ejecuciones de cuneta nocturna, los desahuciados por hipotecas abusivas y los millones de parados. Sobre todos ellos cae cada d¨ªa esa lluvia dorada que tanto inflama el ¨¢nimo de sus m¨²ltiples ejecutores.
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