La megarredada
El cierre de Megaupload en Estados Unidos no puede asimilarse a una acci¨®n contra la libertad de expresi¨®n o a una redada sobre internautas incautos. Doctrinalmente sigue vivo el debate sobre si es punible, o no, mantener una p¨¢gina de enlaces que remita a contenido protegido. Muchos jueces en Espa?a, por ejemplo, las han eximido de responsabilidad penal. Pero en este caso, est¨¢ claro que la base del negocio de los marchantes de Megaupload era el cobijo de obras audiovisuales cuyo acceso y descarga permit¨ªan sin tener las licencias pertinentes: es decir, robo a gran escala.
En este caso ha habido unas v¨ªctimas directas: aquellos internautas que confiaron en este servicio para albergar sus propios documentos. No era la fuente principal de sus ingresos, pero Megaupload tambi¨¦n funcionaba como una nube, otra en Internet, donde el cliente puede archivar sus documentos con la ventaja de que podr¨¢ acceder a ellos remotamente, desde cualquier m¨¢quina. Con el cierre de los servidores de la compa?¨ªa, quienes ten¨ªan en dep¨®sito sus archivos se encuentran con que no pueden acceder a ellos. Es m¨¢s que probable que la defensa de Megaupload sea insostenible. Pero tambi¨¦n es discutible si la forma en que se plante¨® la redada del FBI tuvo presente los intereses de unos pocos clientes honestos y se hizo con las debidas garant¨ªas para sus archivos. Instala la inseguridad sobre un servicio que tiene una l¨®gica abrumadora, las nubes de Internet, pero que necesita para consolidarse que no haya sustos como el que est¨¢n viviendo esta semana usuarios de la citada web.
La redada se ha celebrado justo la semana en que Internet se sublev¨® contra unas leyes en EE UU que, con el leg¨ªtimo estandarte de combatir la pirater¨ªa, proponen medidas preocupantes. Unas leyes, ahora congeladas, que no gustaban en la Casa Blanca y que el episodio Megaupload quiz¨¢ hace prescindibles.
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