Baremboim, uno de los nuestros
?D¨®nde reside el magnetismo de Daniel Baremboim? Seguramente se trata de una cuesti¨®n de proximidad, de hablar de t¨² a t¨² al p¨²blico, de apostarlo todo a la carta comunicativa de la m¨²sica. Baremboim es, en efecto, uno de los nuestros. No es un pianista m¨ªstico, al modo de como pudieron serlo Arrau, Michelangeli u Horowitz. Para nada. ?l tiene los pies en el suelo. Humano, directo, sin intermediarios a la hora de dialogar con la orquesta. Si alg¨²n referente pian¨ªstico cabe buscarle, ser¨ªa el de Arthur Rubinstein: la vitalidad por encima de la perfecci¨®n. Caer en la tecla de al lado, cuando se tocan tantas y a tal velocidad, finalmente no es un drama, sino una cuesti¨®n puramente humana. Lo que ocurre es que hay maneras y maneras de hacerlo: cuando el discurso global es de tal ¨ªmpetu y de tan extraordinaria l¨®gica discursiva, no importa demasiado, incluso llega a crear cierta complicidad. Al violinista Isaac Stern tambi¨¦n le pasaba.
STAATSKAPELLE BERLIN
Daniel Baremboim, piano y direcci¨®n.
Obras de Mozart y Bruckner. Palau 100. Barcelona, Palau de la M¨²sica, 22 de enero de 2012.
Si alg¨²n referente pian¨ªstico cabe buscarle, ser¨ªa el de Arthur Rubinstein Con la 'Tercera' de Bruckner fue m¨¢s vehemente que c¨®mplice
Fue el Concierto de la coronaci¨®n, n¨²mero 26, K. 537, de Mozart, un asunto siempre vital en sus manos, su mente y su coraz¨®n, un di¨¢logo franco, sin dobleces, directo. Baremboim no busca la especulaci¨®n t¨ªmbrica; el sonido resultante, del instrumento como de la orquesta, no es el de la m¨²sica de las esferas, sino el de la habitaci¨®n de al lado. Y ese punto franco, amable y acesible es lo que el p¨²blico capta de manera intuitiva. La amplitud que supo imprimir al larghetto, por ejemplo, es la que da la propia frase mozartiana, sin a?adidos que puedan afectarla. En cuanto al allegretto final, se trat¨® de materia puramente oper¨ªstica, un juego de apariciones y desapariciones encaminado hacia un final feliz. A la gente nos gusta que nos cuenten este tipo de historias sin trascendentalismos.
Fuera de programa regal¨® Baremboim el Impromptu op. 142, n¨²m. 7, en si bemol mayor, la tonalidad con la que Schubert se paseaba por el Prater de Viena en amable compa?¨ªa. De nuevo proximidad y camarader¨ªa, como si los amigos de Schubert fu¨¦ramos todos los all¨ª reunidos. Baremboim respir¨® m¨²sica desde ni?o. Lo dijo el otro d¨ªa en la Fundaci¨®n March de Madrid, donde dio una charla: no pod¨ªa concebir un ser humano que no fuera m¨²sico, pues todos los que acud¨ªan a su casa para tomar clases con sus padres lo eran. De modo que es su forma de tratar al pr¨®jimo, de igual a igual. Eso es muy agradable. Y muy h¨¢bil, tambi¨¦n.
La segunda parte estuvo ocupada -no podr¨ªa encontrarse verbo m¨¢s adecuado al caso- por la Tercera sinfon¨ªa de Bruckner, ese exceso de wagnerismo no siempre bien digerido que pone a prueba al conjunto sinf¨®nico. La Staatskapelle es un instrumento fiable y serio, aunque no del todo equilibrado. Baremboim, quien por cierto dirigi¨® de memoria -?ah¨ª es nada con esta megapartitura!-, dej¨® hacer, mucho m¨¢s pendiente de la estructura del conjunto que del detalle. El resultado fue m¨¢s vigoroso que preciso, m¨¢s vehemente que c¨®mplice. Se impuso el monumentalismo, se perdi¨® la proximidad del primer tramo de la velada. El solista Baremboim le gana en este terreno la partida al director.
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