"China no est¨¢ preparada para aceptarme, y no me importa"
Se alist¨® en el ej¨¦rcito popular de liberaci¨®n y lleg¨® a coronel, pero su sue?o era convertirse en bailarina. hoy, Jin Xing es la primera transexual 'oficial' china, una celebridad a punto de estrenar su programa de televisi¨®n. Pero antes de eso, este lunes, llevar¨¢ su espect¨¢culo de danza a Nueva York
A pesar de que su nombre se traduce literalmente como Venus, en 1967 Jin Xing naci¨® var¨®n y creci¨® en el reducto chino m¨¢s macho, el del Ej¨¦rcito Popular de Liberaci¨®n. En sus filas se lleg¨® a colgar los galones de coronel, y para afianzar su masculinidad lleg¨® a interpretar, sin dobles, escenas de acci¨®n en pel¨ªculas de la propaganda comunista. Pero la raz¨®n por la que se alist¨® ten¨ªa poco que ver con el patriotismo: quer¨ªa participar en la mejor compa?¨ªa de danza del pa¨ªs.
Lo consigui¨®. Con 17 a?os gan¨® su primer premio nacional de ballet y una beca que cambi¨® su vida. "Fui a Nueva York, donde descubr¨ª la danza moderna y la libertad". Consigui¨® la fama y un largo listado de halagos, pero su frustraci¨®n no hizo sino crecer.
Por eso, en 1996, consciente de que no pod¨ªa continuar traicion¨¢ndose, decidi¨® que el sexo de su cuerpo ten¨ªa que corresponderse con el que gu¨ªa su mente. "Algunos estaban convencidos de que era homosexual, y reconozco que me sent¨ªa atra¨ªda por la escena gay. Me gustaban los hombres guapos, pero desde los seis a?os supe que era una mujer". De hecho, de ni?o, Jin sal¨ªa a jugar cuando hab¨ªa tormenta porque esperaba que le cayese un rayo que lo convertir¨ªa en ni?a. "Pero solo consegu¨ªa mojarme".
Aunque pod¨ªa haberse escondido en Estados Unidos, donde contrajo matrimonio de conveniencia con una mujer, Jin Xing opt¨® por dar la cara en su pa¨ªs. "Estaba convencida de que mi resurrecci¨®n solo se pod¨ªa dar en China, y cre¨ª que la fama me proteger¨ªa ante la verg¨¹enza que se avecinaba".
Hoy Jin se encuentra en un estudio que alquila al Centro de Artes Orientales de Shangh¨¢i para ensayar. "??Tienes pelo de burro en las orejas, o qu¨¦?!", le espeta a una joven cuyo culo no dibuja el ¨¢ngulo correcto. Sin duda, hay un inconfundible aire marcial en las ¨®rdenes que dicta a su batall¨®n de bailarines. El sargento de hierro estar¨ªa orgulloso. "?Un, dos, tres, y vuelta!", grita, dando en¨¦rgicas palmadas. Tiene las venas del cuello amenazando una explosi¨®n y una pronunciada uve dibujada en el ce?o. Resulta amenazante. Sus pupilos abren y cierran unos tradicionales abanicos rojos que contrastan con las contorsiones vanguardistas de sus cuerpos de goma. "Es una mezcla que representa mi vida". Pero la coordinaci¨®n no le convence.
Su expresi¨®n afable se esfuma y su cuerpo vive una nueva metamorfosis. Despojada de su atrevida vestimenta y de la coqueter¨ªa de la que hace gala en los actos p¨²blicos, cuando salta de desesperaci¨®n embutida en un ch¨¢ndal rojo parece como si sus m¨²sculos se multiplicasen. Hace 20 a?os prometi¨® que volver¨ªa a Nueva York con un gran espect¨¢culo. Pasado ma?ana estrenar¨¢ uno de sus proyectos m¨¢s personales, Shanghai Tango, en el Joyce Theater de la Octava Avenida. En este cr¨ªtico momento del ensayo, a unas horas de salir de viaje, los "dos mundos" en los que ha vivido Jin Xing se dan la mano.
Sus padres, de las minor¨ªas ¨¦tnicas coreana y manch¨², se negaron en redondo al cambio de sexo, y a sus superiores en el Ej¨¦rcito poco les falt¨® para montarle un consejo de guerra. "Mis amigos me dec¨ªan que me aceptar¨ªan como gay, pero quiz¨¢ no como transexual. Bien, les contest¨¦, pero primero me tengo que gustar yo misma".
La determinaci¨®n de Jin no aceptaba regateos. Tres operaciones grabadas en v¨ªdeo, una sin anestesia y la ¨²ltima de 16 horas, la convirtieron en la primera transexual oficialmente aceptada por el r¨¦gimen comunista de Pek¨ªn. "Yo prefiero decir que soy la primera que se enfrenta a la sociedad china sin que le importe lo que digan, porque no soy la primera que cambia de sexo en este pa¨ªs, pero s¨ª la ¨²nica que habla abiertamente de ello".
Y eso le ha costado ser expulsada de un programa, copia de Operaci¨®n Triunfo, que le ha dado reconocimiento entre una juventud china llena de curiosidad por su persona. "Ni quiero ser l¨ªder del movimiento prodemocr¨¢tico, como Ai Weiwei, ni pretendo destruir el sistema, pero creo que las decisiones individuales merecen respeto. Yo no tengo problema con el partido ¨²nico, porque creo que China ya est¨¢ en el camino hacia la democracia". De hecho, hace a?os, una adivina le ech¨® las cartas y augur¨® que terminar¨ªa en pol¨ªtica. "Cada vez veo ese d¨ªa m¨¢s cerca, y no me importar¨ªa entrar en el Partido Comunista. Pero no me van a callar, porque soy una bailarina con cerebro y mis prioridades son la libertad, la familia, el trabajo y el amor".
Los tres ¨²ltimos puntos no le faltan. "Disfruto de mi vida como madre [tiene tres ni?os adoptados] y como esposa en el sentido m¨¢s tradicional de la palabra". Est¨¢ casada con el alem¨¢n Heinz-Gerd Oidtmann, el cuarto hombre de su vida. Ha habido un tejano, un italiano y un belga, pero ning¨²n chino. "No creo que China est¨¦ preparada para aceptarme, y no me importa". Porque ella siempre ha sido sincera. "Yo nac¨ª hombre, les digo. Si salen corriendo, es su problema". Gerd no lo hizo, a pesar de que su primer encuentro no pudo ser m¨¢s llamativo. De hecho, perfectamente podr¨ªa dar pie a una pel¨ªcula de Almod¨®var. "?l me dijo en Espa?a que si alguna vez filmara sobre China, yo ser¨ªa su protagonista".
Jin y Oidtmann se conocieron en la primera clase de un vuelo de Par¨ªs a Shangh¨¢i, donde residen actualmente. "Siempre vuelo junto a hombres de negocios barrigones, y me sorprendi¨® encontrar a un joven apuesto". Ambos sintieron atracci¨®n, pero cuando Jin le cont¨® su historia, el alem¨¢n sufri¨® un shock. "Vale, vete y digi¨¦relo, le dije, no necesito un marido". Pero un a?o despu¨¦s se dieron el s¨ª, quiero. Con ese le vale, "no espero que la sociedad me acepte todav¨ªa".
Jin Xing, en el estudio de Shangh¨¢i donde ensaya el espect¨¢culo que el lunes estrenar¨¢ en Nueva York. / zigor aldama
estrella televisiva
En marzo, la libertad de expresi¨®n en China dar¨¢ un peque?o paso adelante. Ser¨¢ cuando Jin Xing estrene su 'talk show', 'Venus choca contra Marte', en una cadena de Hong Kong en la que el Gobierno chino cuenta con un 51% de las acciones. "Pero all¨ª no tengo que enfrentarme a la censura y puedo hablar con libertad de los problemas que est¨¢n en la mente de todos pero de los que nunca se habla". Como la suya. "Quiero analizar el desarrollo econ¨®mico y c¨®mo se han perdido los valores ¨¦ticos, explorar los l¨ªmites de un pa¨ªs, China, que es fascinante para el mundo, frustrante para los propios chinos y terror¨ªfico para todos". Aunque el programa no se emitir¨¢ en la China continental, Jin est¨¢ convencida de que las fronteras geogr¨¢ficas ya no impedir¨¢n propagar el mensaje. "No hace falta sintonizar un canal para ver la televisi¨®n, los j¨®venes lo ver¨¢n por Internet, y espero que lo hagan con la misma curiosidad con la que se acercan a m¨ª. Ah¨ª est¨¢ la semilla del cambio".
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