El drama del PSOE
La crisis de incumplimiento, de insolvencia y de impotencia del partido no se arregla con un apa?o entre jerarcas, sino con un proceso constituyente para recuperar lo que se ha diluido y dotarse de ciertas reglas
Los partidos son instituciones b¨¢sicas de la participaci¨®n pol¨ªtica. Pero en su funcionamiento interno est¨¢n sometidos a un "r¨¦gimen de excepci¨®n" que restringe el ejercicio de algunas libertades, desactiva controles propios de una democracia constitucional y contradice pautas de la representaci¨®n pol¨ªtica. La excusa es hacer m¨¢s funcional la competici¨®n pol¨ªtica, aunque en realidad sirve para blindar la posici¨®n de los que mandan en los partidos. Y mandan quienes imponen un tipo de intercambio clientelar: la permuta de adhesi¨®n pol¨ªtica por puestos o gratificaciones particulares. Las consecuencias son previsibles y conocidas. Se sesgan las decisiones p¨²blicas para favorecer pretensiones privadas. Se alienta una selecci¨®n negativa en la que cuenta como m¨¦rito la lealtad incondicional. De esta manera, quienes tienen que exigir cuentas son cooptados previamente por quienes tienen que darlas. Poco a poco una militancia profesionalizada suple a la voluntaria; la afluencia de ideas se sustituye por el aplauso. Al final, no queda m¨¢s remedio que externalizar servicios como la producci¨®n de reflexiones y programas que se encargan a una n¨®mina variopinta de expertos. Los partidos se convierten en instituciones zombis y despobladas.
Quienes tienen que pedir cuentas son cooptados previamente por quienes tienen que darlas
Los que mueven los hilos del congreso est¨¢n en otra cosa: el reparto de los restos del poder interno
As¨ª las cosas, crece la disonancia entre lo que se cuenta fuera y lo que se cuece dentro, entre un relato p¨²blico de legitimaci¨®n y otro latente, funcional para el modus operandi que rige en el interior de los partidos. Mientras las cosas van bien, esta disparidad no escandaliza; como dec¨ªa Maquiavelo, los hechos acusan y los resultados excusan. Pero cuando estos ¨²ltimos no acompa?an, una opini¨®n p¨²blica inmisericorde diagnostica una triple crisis en el partido ca¨ªdo en desgracia. En primer lugar, una crisis de incumplimiento que evidencia la brecha entre lo que se predica y lo que en realidad se busca. Para camuflar esta inobservancia, los partidos recurren a racionalizaciones averiadas y hacen de la necesidad virtud, a lo que ayuda una clientela siempre dispuesta a decir am¨¦n. Y como el abuso de esos mecanismos distorsiona el campo de la percepci¨®n y dificulta asimilar informaci¨®n objetiva y externa, los partidos terminan siendo v¨ªctimas de una segunda crisis: la de insolvencia, muy notoria ante grandes cambios o fracasos sonados pues no saben qu¨¦ les pasa ni por qu¨¦. Finalmente, atrapados en una din¨¢mica de funcionamiento que invierte las prioridades institucionales y hace perder el norte, terminan padeciendo una crisis de impotencia que limita su capacidad de reaccionar para salir del punto muerto.
Aunque sea mal de muchos, no afecta a todos por igual. Perjudica m¨¢s a los partidos que vinculan sus aspiraciones a razones de ¨¦tica p¨²blica y a la capacidad del Estado democr¨¢tico de convertirlas en realidad. Es decir, afecta m¨¢s a partidos como los socialdem¨®cratas cuando anotan fracasos como Gobierno o defraudan como partido. Y todav¨ªa m¨¢s en la situaci¨®n presente, en la que disponen de pocos recursos solventes a su alcance para reflotar las pol¨ªticas de bienestar y est¨¢n inermes frente a imperativos econ¨®micos que operan como si fuesen destino. Por eso los dirigentes del PSOE no se hacen cargo de la emergencia objetiva ni de su propia indigencia estrat¨¦gica. Enfrentados a una situaci¨®n tan cr¨ªtica, no est¨¢n en condiciones de encarar un debate franco a partir de una informaci¨®n apropiada que les ayude a procesar los problemas e identificar sus causas para intentar salir del atolladero. De ah¨ª que hayan dado explicaciones tan poco veros¨ªmiles e inconsistentes sobre el descalabro electoral y que casi nadie se haya sentido responsable ni actuado en consecuencia. Al contrario, casi todos se ofrecen a pilotar nuevos proyectos, otro modelo de partido o lo que sea, con tal de seguir ah¨ª a toda costa convencidos de que escampar¨¢.
?Qu¨¦ hacer para salir de este impassse? Desde luego, no improvisar un apa?o entre jerarcas ni a?adir cualquier novedad al repertorio. Y como no se puede rehacer en un fin de semana lo que se ha deshecho en a?os, este congreso, m¨¢s que cerrar algo (en falso), deber¨ªa iniciar un proceso constituyente. Lo llamo as¨ª para resaltar tanto el calado de la tarea como el sujeto llamado a protagonizarla. El quehacer es doble: recuperar lo que se hab¨ªa diluido y dotarse de reglas ciertas, algo in¨¦dito en todos los partidos. Para lo primero, la analog¨ªa con aquel congreso de Suresnes de 1974 puede valer. Al igual que ahora, entonces un PSOE desorientado se enfrentaba a un futuro de irrelevancia o centralidad. No estaban disponibles las recetas keynesianas de posguerra. Hubo que forjar itinerario propio, trazar un dise?o ajust¨¢ndose a las necesidades del pa¨ªs y valerse de ese criterio que suma realismo e impulso reformista. Cuando se act¨²a as¨ª, se suelen aprovechar las oportunidades de crear tanta justicia cuanta permiten el funcionamiento de la democracia y la econom¨ªa, sin empecinarse en metas inviables o mal planteadas que empeoran los problemas. Esta manera de proceder ha distinguido a la socialdemocracia del resto de la izquierda, convirti¨¦ndose en su apuesta m¨¢s competitiva.
?Recup¨¦rese el punto de vista genuino de la socialdemocracia? Y entonces no se dar¨¢n bandazos, ni se rebuscar¨¢ en el mercado de los principios a ver cu¨¢l agrada a la audiencia. Tampoco se caer¨¢ en el error de pretender ser m¨¢s nacionalista, feminista o ecologista que cualquiera de los que han hecho de esas u otras franquicias la divisa de su propia identidad. Eso, adem¨¢s de avalar aquello que se corteja, es un s¨ªntoma de que uno no tiene nada propio que ofrecer. Ni habr¨¢ que resignarse al imperativo del "esto es lo que hay" ni tampoco escoltar a esa otra izquierda que con una gran ni?ez mental corteja la rebeld¨ªa e informalismo de quienes, muchas veces con motivo, andan soliviantados.
Hay una segunda raz¨®n para abrir un proceso constituyente en el PSOE: la necesidad de reglas. La participaci¨®n pol¨ªtica se canaliza a trav¨¦s de los partidos, pero influir en ellos desde fuera del n¨²cleo dirigente resulta pretensi¨®n tan razonable como imposible. Si las oportunidades de participar est¨¢n secuestradas por un poder constituido, ?c¨®mo no evocar un poder constituyente capaz de revertir ese poder ilimitado? Esa relaci¨®n fraudulenta entre vida de partido y democracia solo se supera trasladando a su funcionamiento m¨¢s garant¨ªas procesales para el ejercicio de los derechos y la intervenci¨®n, porque de ello resulta un poder m¨¢s controlado y repartido.
?Y qui¨¦nes pueden protagonizar este proceso? Los que mueven los hilos para determinar los resultados del congreso est¨¢n en otra cosa: el reparto de los remanentes del poder interno. No parecen estar en la disposici¨®n kantiana de "atreverse a saber", poner las luces largas y fijar un horizonte de objetivos propios y precisos. No cabe esperar de ellos que tomen decisiones contrarias a sus intereses inmediatos. Ese es hoy el drama del PSOE: quienes deciden no tienen nada que decir y quienes tienen algo que decir no deciden. As¨ª que para un cambio extraordinario hay que convocar a sujetos extraordinarios. Y estos son aquellos que, parafraseando al abate Siey¨¨s en su memorable ?Qu¨¦ es el tercer Estado?, hasta ahora no han sido nada y desean ser algo, aquellos que quieren ser representados sin alienar sus derechos. Es la hora de los ciudadanos, de ese demos socialista alejado del traj¨ªn pol¨ªtico interno, la hora de tantos socialdem¨®cratas de convicci¨®n defraudados por una pr¨¢ctica pol¨ªtica decepcionante. Si hubiera posibilidades de participar en serio, retomar¨ªan el compromiso sin convertirse por ello en "pol¨ªticos de jornada completa". A ellos afecta el porvenir de un partido que desde la Transici¨®n ha venido representando la posici¨®n en la que convergen una mayor¨ªa de espa?oles. Tambi¨¦n son PSOE; y sin su concurso, no se conforma una completa "voluntad general" de ese partido.
En manos de los delegados est¨¢ que se inicie ese proceso. Una iniciativa razonable ser¨ªa elegir una direcci¨®n de transici¨®n con el mandato de organizar en un a?o un congreso extraordinario que culmine dicho proceso y en el que participar¨ªan, en condici¨®n de compromisarios, una amplia representaci¨®n de los afiliados (digamos, unos 2.000). En su elecci¨®n y en las deliberaciones previas a ese congreso tomar¨ªan parte quienes se inscribieran en un censo habilitado a tal fin que fueran suficientemente representativos de los votantes. El objetivo es implicar a los electores en este camino de reforma e innovaci¨®n. Que se abra esa puerta a la esperanza depende de la inteligencia pol¨ªtica y el coraje c¨ªvico de los convocados al congreso de Sevilla.
Ram¨®n Vargas-Machuca Ortega, catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Pol¨ªtica, fue diputado del PSOE (1977-1993).
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