Pasajero K
Narrativa. Desde una Europa en ruina (econ¨®mica) leemos esta novela que nos lleva, en un fren¨¦tico ir y venir en tren -esa met¨¢fora de los grandes expresos de anta?o convertidos en trenes de alta velocidad para no tener que ver la podredumbre que pasa tras los cristales-, a una Europa en ruina (moral), desnortada de una posible identidad com¨²n, y en la que los horrores de la guerra balc¨¢nica de finales del siglo XX reviven. Garc¨ªa Ortega ha escrito un trepidante relato de trenes y conductas morales en el que un oportuno cambio de agujas hace que se unan, no que choquen, dos vidas rotas, enlazadas por or¨ªgenes complicados, un director de cine espa?ol, K., que recorre este viejo continente atrapando instantes, objetos fantasmales que acaso podr¨ªan ser las teselas de un cierto mosaico de identidad europea -lo que resultar¨¢ imposible-, mientras intenta (des)montar las teselas del mosaico de su propia vida, ese pasado, esa mujer perdida, que le lleva quiz¨¢s a una v¨ªa muerta. Y por otro lado, frente a K., Sidonie, la joven periodista, desnortada tambi¨¦n, fruto de una entente franco-alemana no siempre cordiale y que se dirige a La Haya a informar del juicio contra uno de aquellos carniceros, Karadzic. Si el encuentro entre estas dos personas, con sus vidas m¨¢s o menos deterioradas, est¨¢ muy conseguido, el desarrollo de la acci¨®n, la b¨²squeda de informaci¨®n sobre uno de los muchos episodios terribles de aquella guerra -la violaci¨®n brutal de un grupo de mujeres en un matadero de animales a manos de los serbobosnios y las inevitables complicidades o mirar hacia otro lado- y la persecuci¨®n que sufren acercan el relato a un g¨¦nero m¨¢s trillado -citar en contraportada a Le Carr¨¦ es una obviedad innecesaria- y le alejan, en mi opini¨®n, de la v¨ªa que hubiera debido seguir. La acci¨®n, que es m¨¢s convencional, distrae de otras met¨¢foras sobre la identidad europea, que me han interesado m¨¢s: los trenes, el ciclismo, las im¨¢genes imposibles de captar por una c¨¢mara de cine. Ese deseo, en fin, de atrapar el alma europea, si acaso este viejo continente la conserva.
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