Un mundo sin Tesla
Todos los genios incomprendidos, con perd¨®n por la redundancia, merecer¨ªan la segunda oportunidad que el ¨¢ngel concedi¨® a James Stewart en Qu¨¦ bello es vivir: mostrarle c¨®mo ser¨ªa el mundo si ¨¦l no hubiera existido. No para impedir que se tiren por un puente, como en la pel¨ªcula de Frank Capra, sino para que se mueran sabiendo que ten¨ªan raz¨®n. Despu¨¦s de una vida entera aguantando a los beocios, esa tiene que ser la mejor versi¨®n para genios del descanse en paz al que todos aspiramos.
El ¨¢ngel de Capra tuvo que hilar fino con el personaje de Stewart, que al fin y al cabo era un banquero y hab¨ªa arruinado a medio pueblo, con perd¨®n otra vez por la redundancia. Su trabajo habr¨ªa sido mucho m¨¢s f¨¢cil con los genios de verdad. Cervantes y Shakespeare, Galileo y Newton, Van Gogh y Picasso nunca destacaron por su modestia, ciertamente, pero hasta ellos se quedar¨ªan boquiabiertos si pudieran ver lo que significan para nosotros, si pudieran saber que sin ellos la literatura, la ciencia y el arte no solo ser¨ªan muy distintos, sino tambi¨¦n mucho peores.
El estilo vehemente y efectista del inventor ha contribuido a alimentar el mito y el clich¨¦
El libro de Echenoz no es una biograf¨ªa novelada de Tesla. Es mucho mejor que eso
Con ninguno, sin embargo, lo habr¨ªa tenido el ¨¢ngel m¨¢s f¨¢cil que con Nikola Tesla, inventor de la bobina de inducci¨®n que inaugur¨® la era de la radio, art¨ªfice del sistema de transmisi¨®n que nos lleva la energ¨ªa el¨¦ctrica a casa, descubridor de un principio extraordinariamente simple, eficaz y vers¨¢til -como todas las grandes ideas- en el que se basan nuestros motores el¨¦ctricos y casi cualquier otra cosa que lleve un enchufe. No hace falta un ¨¢ngel para imaginar un mundo sin Tesla. Basta un apag¨®n. De los gordos.
Todo el mundo ha o¨ªdo hablar de Edison, aunque solo sea porque inventar la bombilla es una met¨¢fora casi autom¨¢tica de tener una idea luminosa. Los seguidores de Tesla son m¨¢s raros. Escasos y raros: tycoons de Silicon Valley, visionarios verdes del coche el¨¦ctrico, artistas de la vanguardia australiana, bandas de culto del m¨¢s estricto tecno-pop, adictos a los videojuegos, te¨®ricos de la conspiraci¨®n, avistadores de ovnis y Thomas Pynchon. No me interpreten mal, yo adoro a Pynchon, pero no creo que sea la v¨ªa para entender el genio de Tesla, ni ninguna otra cosa. El ¨²ltimo en incorporarse al club de fans, el novelista franc¨¦s Jean Echenoz, es seguramente el m¨¢s normal de la lista, por extra?o que les pueda resultar ese adjetivo a sus lectores. Y su ¨²ltima novela, Rel¨¢mpagos (Anagrama), es sin duda la mejor forma de introducirse en el universo del gran innovador de origen serbio.
El libro de Echenoz no es una biograf¨ªa novelada de Tesla. Es mucho mejor que eso. Por ejemplo, un bi¨®grafo nunca escribir¨ªa: "Temible, temido por su poder y su endiablado mal genio, John Pierpont Morgan lo es tambi¨¦n por su clarividencia". Un bi¨®grafo podr¨ªa cargarse a Edison en 50 p¨¢ginas, pero no en una frase, ni desde luego por "ir siempre embutido en batas de algod¨®n beige confeccionadas por su mujer". Vale, ya sabemos que ese no es Edison, sino un personaje de ficci¨®n que se llama igual. Muy bien. Quien quiera rigor que se lea las 50 p¨¢ginas del bi¨®grafo. Yo me quedo con la bata beige.
Siempre hemos estado fascinados por los genios. Y siempre hemos tendido a exagerar sobre ellos. No nos basta que Arqu¨ªmedes penetrara en los secretos de la esfera, descubriera el principio del empuje hidrost¨¢tico -el "momento eureka" por antonomasia- y fuera uno de los mayores matem¨¢ticos de la historia. Adem¨¢s queremos que destruyera la flota romana quemando sus velas con un ingenioso sistema de espejos que concentraban la poderosa luz del sol del Mediterr¨¢neo, y que esa genialidad le costara la vida. Una bella y dram¨¢tica historia que, a diferencia de las f¨®rmulas de la esfera, tiene todas las papeletas para ser mentira, pues los intentos modernos de reproducir la haza?a no han logrado quemar ni un pa?uelo a esa distancia.
Lo mismo pasa con Tesla. Sus grandes aportaciones a la tecnolog¨ªa de la electricidad, citadas arriba, no les deben parecer suficientes a sus admiradores, que adem¨¢s quieren ver al inventor como un alma de c¨¢ntaro, un altruista obsesionado por ayudar a la humanidad, "el genio al que robaron la luz", el Prometeo moderno que sufri¨® el eterno castigo del olvido por haber arrebatado la energ¨ªa electromagn¨¦tica a las oscuras fuerzas del poder y la industria para entreg¨¢rsela al pueblo llano libre de todo costo, el descubridor de los nexos ocultos entre la f¨ªsica y la psique y la clave secreta de todas las conspiraciones y contubernios de los que se pueda conversar en un taxi. Historias no solo falsas, sino tan feas como Edison. La realidad es mucho m¨¢s interesante que todo eso.
El descubrimiento esencial que dispar¨® la revoluci¨®n de la energ¨ªa el¨¦ctrica no fue obra de Tesla, ni pudo serlo, pues ocurri¨® exactamente 25 a?os antes de su nacimiento. Su nombre t¨¦cnico no carece de cierto lirismo -inducci¨®n magn¨¦tica-, y es uno de los mayores hitos no solo de la tecnolog¨ªa, sino tambi¨¦n de la ciencia, pues permiti¨® entender el fen¨®meno de la electricidad y el magnetismo con una profundidad y elegancia matem¨¢tica que la ciencia no hab¨ªa conocido desde la teor¨ªa gravitatoria de Newton, y que no volver¨ªa a conocer hasta la teor¨ªa de la relatividad de Einstein. La historia demuestra que ese tipo de entendimiento profundo precede a todas las revoluciones tecnol¨®gicas.
En 1831, Michael Faraday, que pese a ser un cient¨ªfico aficionado sin educaci¨®n formal ha pasado a la historia como el mejor experimentalista de todos los tiempos, descubri¨® que un campo magn¨¦tico cambiante es capaz de crear una corriente el¨¦ctrica en un cable. Pod¨ªa hacerlo moviendo un im¨¢n cerca de un cable, o moviendo el cable cerca del im¨¢n. En cualquier caso, la corriente el¨¦ctrica era siempre m¨¢s fuerte cuanto m¨¢s r¨¢pido fuera el movimiento. Este simple hecho mostr¨® que la electricidad y el magnetismo no eran dos cosas, sino dos formas de mirar a una sola. Todos los grandes saltos en la comprensi¨®n cient¨ªfica del mundo se basan en unificaciones de ese tipo. Nuevos nexos ocultos entre conceptos dispares. Literalmente, nuevas met¨¢foras.
Tesla tampoco invent¨® las aplicaciones tecnol¨®gicas de ese avance del conocimiento puro. El descubrimiento de Faraday suger¨ªa de inmediato una forma de convertir la energ¨ªa mec¨¢nica -los movimientos del im¨¢n- en energ¨ªa el¨¦ctrica, y no hab¨ªa pasado ni un a?o cuando el primer generador el¨¦ctrico se present¨® en Par¨ªs. Hacia la mitad del siglo, con Tesla a¨²n sin nacer, varios pa¨ªses fabricaban ya generadores el¨¦ctricos comerciales. El descubrimiento de Faraday tambi¨¦n indicaba la posibilidad contraria: convertir la energ¨ªa el¨¦ctrica en energ¨ªa mec¨¢nica, es decir, construir un motor el¨¦ctrico. Tampoco fue Tesla, sino de nuevo Faraday, quien descubri¨® la corriente alterna.
Tesla fue m¨¢s bien el Steve Jobs de la revoluci¨®n el¨¦ctrica, el visionario con mentalidad emprendedora, y el m¨¢s h¨¢bil para llevar a la pr¨¢ctica las ideas cient¨ªficas de otros, y muy en particular las del propio Faraday.
La otra parte del mito, o del Tesla que protagoniza los tebeos y los videojuegos, es la del genio incomprendido, el innovador altruista "al que le robaron la luz". Este clich¨¦ tiene unos fundamentos tan endebles como el primero, pero tambi¨¦n sirve para ilustrar la ¨ªntima, fruct¨ªfera y turbulenta relaci¨®n de la innovaci¨®n con las finanzas.
En 1885, solo un a?o despu¨¦s de desembarcar en el puerto de Nueva York con una libreta llena de c¨¢lculos, unos cuantos poemas y cuatro centavos en el bolsillo, Tesla encontr¨® justo lo que hab¨ªa ido a buscar a Am¨¦rica: un empresario interesado en sus ideas. George Westinghouse se interes¨® en la gran idea del inventor, el motor de corriente alterna, e hizo lo que suelen hacer los empresarios en esos casos: comprarle los derechos de patente. Westinghouse no estaba robando las ideas de Tesla, sino permiti¨¦ndolas entrar en el juego. Y justo a tiempo.
Su archienemigo Edison estaba empezando a comercializar los motores el¨¦ctricos de corriente continua, y hasta hab¨ªa convencido ya a algunos Gobiernos europeos, entre ellos el alem¨¢n, para que adoptaran ese sistema. El motor de corriente alterna ideado por Tesla era -y sigue siendo- mucho m¨¢s eficaz que el de Edison, pero nunca habr¨ªa podido competir con ¨¦l sin la audacia y el dinero de Westinghouse. La lucha fue larga y feroz, pero los motores de Tesla y Westinghouse se acabaron imponiendo, y con ellos los sistemas de distribuci¨®n de corriente alterna se usan en todo el mundo.
El estilo vehemente y efectista del inventor ha contribuido a alimentar el mito, y el clich¨¦. Cuando la poderosa corriente alterna empez¨® a suscitar temores en una parte del p¨²blico y la prensa, organiz¨® una demostraci¨®n p¨²blica en la que su propio cuerpo sirvi¨® de conductor para encender un deslumbrante panel de bombillas. Convenci¨® a Westinghouse para instalar sus primeros sistemas en las cataratas del Ni¨¢gara. Invent¨® el primer aparato dirigido por control remoto -un barco de juguete- y lo present¨® en p¨²blico con una demostraci¨®n en el Madison Square Garden de Nueva York. Encendi¨® 200 l¨¢mparas desde una distancia de 40 kil¨®metros, produjo rayos de 40 metros, asegur¨® que hab¨ªa inventado un rayo capaz de destruir 10.000 aviones enemigos y, para colmo de delicias entre sus fans, anunci¨® haber recibido se?ales de una civilizaci¨®n extraterrestre.
Si Tesla no hubiera existido, la gente se lo hubiera inventado de todas formas. Un trabajo f¨¢cil para el ¨¢ngel de Capra. -
Rel¨¢mpagos. Jean Echenoz. Traducci¨®n de Javier Albi?ana. Anagrama. Barcelona, 2012. 160 p¨¢ginas. 15,90 euros (electr¨®nico: 11,99). Yo y la energ¨ªa. Nikola Tesla. Presentaci¨®n de Miguel ?. Delgado. Traducci¨®n de Cristina N¨²?ez Pereira. Turner. Madrid, 2011. 312 p¨¢ginas. 19,90 euros. Nikola Tesla: el genio al que le robaron la luz. Margaret Cheney. Traducci¨®n de Gregorio Cantera. Turner. Madrid, 2010. 424 p¨¢ginas. 28 euros. Nikola Tesla. Vida y descubrimientos del m¨¢s genial inventor del siglo XX. Massimo Teodorani. Sirio. M¨¢laga, 2011. 136 p¨¢ginas. 11,95 euros.
Placeres y t¨®picos geniales
La investigaci¨®n psicol¨®gica ha estado ¨²ltimamente muy interesada en explorar la naturaleza del genio creativo. Es l¨®gico, pues la influencia de estas mentes adelantadas en la historia del conocimiento, y por tanto en la historia sin m¨¢s, ha sido de una magnitud apabullante. Pese a la insistencia pelmaza en que los genios individuales son cosa del pasado, y en que la ciencia moderna es una tarea colectiva y organizada, los hechos no se avienen. Lo ha vuelto a demostrar el reciente caso de Grisha Perelman, el genio ruso que demostr¨® la conjetura de Poincar¨¦ y resolvi¨® as¨ª un problema endemoniado que se les hab¨ªa resistido a las mentes m¨¢s brillantes durante cien a?os. El logro de Perelman tuvo tan poco que ver con la organizaci¨®n de las tareas colectivas que sus colegas no pod¨ªan ni cre¨¦rselo cuando lo public¨® en la Red, y necesitaron varios a?os de trabajos forzados para comprobar que era correcto. Fiel a los t¨®picos sobre el genio cient¨ªfico, Perelman rechaz¨® la medalla Fields que le otorg¨® una asombrada comunidad matem¨¢tica, pas¨® del mill¨®n de d¨®lares que un mecenas hab¨ªa prometido por el hallazgo y se fue a vivir con su madre en San Petersburgo.
Es uno de los t¨®picos sobre los genios que ha confirmado la psicolog¨ªa experimental, y hay m¨¢s. Las mentes m¨¢s creativas pertenecen casi siempre a individuos aut¨®nomos e inconformistas con cierta alergia a aceptar acr¨ªticamente el conocimiento recibido que todos sus colegas dan por hecho. Si el com¨²n de los mortales disfruta del orden y la simetr¨ªa, el genio parece obtener placer de todo lo contrario. Sus est¨ªmulos se encuentran all¨ª donde el mundo, o las teor¨ªas sobre el mundo, empiezan a formar turbulencias y deshacerse en la frontera del caos. Parece sentir que las paradojas marcan el camino hacia el descubrimiento, y a menudo tiene raz¨®n en eso.
Tambi¨¦n en consonancia con el t¨®pico, los genios suelen ser solitarios e introvertidos, y se f¨ªan m¨¢s de su intuici¨®n que de las opiniones convencionales de los dem¨¢s, sobre todo si provienen de las autoridades de su campo acad¨¦mico. Tienen un rasgo de car¨¢cter que los psic¨®logos denominan novelty seeking, o b¨²squeda de novedades, una especie de compulsi¨®n por lo ins¨®lito que comparten con la gente que hace puenting y con la que tiende a experimentar con las drogas.
Los genios son muy inteligentes, pero eso no basta, porque hay gente muy inteligente que no es creativa. Los teslas y los perelmans parecen moverse en el filo de un dif¨ªcil equilibrio entre la raz¨®n y la intuici¨®n, la percepci¨®n consciente y la imaginaci¨®n on¨ªrica, lo abstracto y lo concreto y, ya en el colmo de la confirmaci¨®n del t¨®pico, en la difusa frontera entre el genio y la locura.
Su imaginaci¨®n mueve el mundo, pero poca gente se ir¨ªa de ca?as con ellos. Dejadles trabajar en paz y morir sabiendo que ten¨ªan raz¨®n. No piden m¨¢s.
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