Macrocasino con 'minijobs'
El modelo econ¨®mico catal¨¢n ampl¨ªa horizontes. Un total de 225.300 familias no tienen ingreso alguno, la tasa de desempleo juvenil alcanza el 48% y el n¨²mero de parados es del 20,5% de la poblaci¨®n activa. Pero todo eso va a cambiar. El grupo inversor Las Vegas Sands Corporation est¨¢ dispuesto a invertir entre 15.000 y 18.000 millones de euros hasta 2022 para generar una ciudad del juego que emplee a 132.000 personas. El pueblo elegido para beneficiarse del macrocasino podr¨¢ ser el catal¨¢n o el madrile?o, puesto que ambos Gobiernos aut¨®nomos compiten para atraer el dinero de Sheldon Adelson.
El magnate norteamericano, financiador con 10 modestos millones de d¨®lares de la campa?a del republicano Newt Gingrich, pretende fomentar la competencia entre Barcelona y Madrid para instalar en Espa?a una suerte de ciudad Mahagonny, donde -como en la ¨®pera de Brecht-Weill- todo esta permitido si se tiene dinero. La propuesta de Adelson, verbalizada, explicitada y concretada de forma entusiasta desde la Comunidad de Madrid, lleva incorporada una profunda reestructuraci¨®n del mercado de trabajo. No tendr¨¢ que esperar a que el Gobierno espa?ol se apreste a acometer esta iniciativa, que todos los poderes, por otra parte, consideran muy necesaria. De hecho, las sugerencias de Adelson dinamitan el Estatuto de los Trabajadores. Pide dos a?os de exenci¨®n de cuotas a la Seguridad Social; que el Gobierno apoye la petici¨®n de un cr¨¦dito al Banco Europeo de Inversiones por m¨¢s de 25 millones de d¨®lares; que se cambie la ley de prevenci¨®n del blanqueo de capitales; que no se impida la entrada en el casino a los menores de edad, personas incapacitadas legalmente y lud¨®patas; la devoluci¨®n mensual del IVA; que se pueda fumar...
Tal vez Catalu?a o Madrid puedan prescindir del salario m¨ªnimo gracias a las propinas de los visitantes de los casinos
Como Madrid es la comunidad que tiene su Mahagonny m¨¢s avanzado, el consejero de Econom¨ªa catal¨¢n, Andreu Mas-Colell, visit¨® el pasado mes de noviembre al magnate Adelson en su cuartel general de Las Vegas para ganar posiciones. Mas-Colell meti¨® el calvinismo en un rinc¨®n de la maleta y se pase¨® por los condominios de Adelson, como ese casino que es una r¨¦plica de Venecia con Campanile de San Marcos y gondoleros sin sindicar incluidos, porque ese derecho est¨¢ proscrito en sus salones de juego y alrededores. El objetivo del consejero es explorar c¨®mo atraer a Catalu?a ese complejo, que tendr¨ªa 12 resorts con 36.000 habitaciones, seis casinos, 50.000 plazas de restauraci¨®n, teatros, campos de golf y zonas para convenciones. Es en esta ¨²ltima parte en la que el Gobierno catal¨¢n pone m¨¢s ¨¦nfasis, consciente de que no se pueden cantar las alabanzas de la econom¨ªa productiva catalana y al tiempo dinamitar el Estado de derecho para colocar en el mismo solar las pezu?as de un puro y duro becerro de oro.
La crisis obliga y obligar¨¢ a que muchas cosas cambien. Empuja hacia los minijobs: 15 horas a la semana por 400 euros al mes (en Alemania), a recortes salariales, a medidas de austeridad. Vamos hacia una sociedad que compatibiliza la precariedad en el empleo con los macro-casinos. O quiz¨¢ no. Tal vez Catalu?a o Madrid puedan prescindir del salario m¨ªnimo interprofesional gracias a las propinas de los visitantes de los salones de juego. A falta de un modelo claro, nos encaminamos hacia una suerte de mundos paralelos o de realidades antag¨®nicamente complementarias. ?El modelo es Las Vegas Sands, donde la codicia es la ¨²nica religi¨®n realmente existente?
Los discursos de CiU, hasta ahora, eran una dura cr¨ªtica al dinero f¨¢cil de la burbuja inmobiliaria y al modelo de baja productividad escasamente competitivo. Los nacionalistas catalanes no se cansaron de impartir doctrina al respecto. Jordi Pujol escrib¨ªa en 2008 que durante la ¨¦poca de vacas gordas y crecimiento "la euforia elimin¨® toda clase de cr¨ªtica o advertencia". Ahora puede ser que la crisis haga otro tanto. Cualquier discrepancia es vista como un elemento desestabilizador por un Gobierno que navega -como otros muchos- a cabotaje, sin ver m¨¢s all¨¢ del brumoso perfil de la costa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.