Un pacto para una crisis
Puede ser que en nuestro pa¨ªs se produzca, de vez en cuando, alg¨²n milagro que no seamos capaces de valorar. M¨¢s a¨²n: que no seamos capaces de reconocer. Despu¨¦s de negociar desde el pasado mes de octubre, el 25 de enero de 2012 la CEOE, la CEPYME, CC OO y UGT firmaron el II Acuerdo Nacional para el Empleo y la Negociaci¨®n Colectiva, 2012, 2013, 2014. La repercusi¨®n medi¨¢tica fue tristemente reducida: ni menci¨®n en la portada de la mayor¨ªa de los peri¨®dicos. No deja de sorprender, b¨¢sicamente por tres motivos. Primero, por el inclemente bombardeo medi¨¢tico sobre la "necesidad imperiosa y urgente de una reforma laboral". Segundo, porque causa desconcierto que en la situaci¨®n social y econ¨®mica de Espa?a las organizaciones sindicales y empresariales alcancen acuerdos. Y tercero, porque lo acordado tiene importancia intr¨ªnseca, sin precedentes, posiblemente, en el escenario europeo.
Promover la flexibilidad o potenciar la productividad no se consigue solo por haberlo escrito
No entrar¨¦ en el debate de la "excepcionalidad espa?ola", ni discutir¨¦ si su marco regulatorio, cuya reforma es imprescindible para activar la recuperaci¨®n y crear empleo, es el responsable del pavoroso desempleo. Esa relaci¨®n de causalidad entre ordenamiento laboral y creaci¨®n de riqueza puede ser discutible. Pero no es este el debate. Lo que de verdad me extra?a es que todos los d¨ªas venimos escuchando que la reforma laboral es el asunto prioritario, a la vez que, con voz m¨¢s o menos gruesa, se insin¨²a que para esta tarea los agentes sociales valen poco, "defienden intereses corporativos", "no representan a nadie". Pues bien, cuando se da prueba de lo contrario, es como si no hubiera pasado nada. Y la desgracia es que el desaire social acaba por condicionar la propia eficacia de los acuerdos. M¨¢s o menos pas¨® lo mismo con los acuerdos de pensiones. Eran vitales, hasta que se firmaron. Entonces pasaron a ser indiferentes.
En verdad, la "excepci¨®n espa?ola" es otra. Es que en las circunstancias actuales los sindicatos se dediquen a negociar y lleguen a acuerdos (metal, construcci¨®n, etc¨¦tera). Que asuman su compromiso social identitario: representar y defender los intereses de los trabajadores. Que acuerden cuando es posible y que no lideren la oleada de indignaci¨®n cuando los pactos se atrasan, dificultan o entorpecen. No s¨¦ c¨®mo estar¨ªa mi pa¨ªs si el paro y el abatimiento del consumo vinieran acompa?ados por la pasi¨®n y la tamborrada.
Las asociaciones empresariales y sindicales son "sujetos constitucionales" que defienden algo m¨¢s que intereses particulares. "Contribuyen a la defensa y promoci¨®n de los intereses sociales y econ¨®micos...". Este anclaje constitucional justifica el apoyo institucional y es su comportamiento el que ha aportado modernidad, prosperidad y tolerancia a Espa?a. Merecen, pues, adem¨¢s de cr¨ªtica -c¨®mo no-, alg¨²n reconocimiento, aunque no fuera muy a menudo. Lo acordado, adem¨¢s, es ciertamente sustantivo. No es un simple pacto de legitimaci¨®n.
S¨¦ que la "reforma laboral" goza de una cierta vocaci¨®n m¨ªstica y por tanto no es f¨¢cil de concretar. Pero se han venido diciendo cosas incluso razonables: "Hay que promover la productividad y por ello no cabe la f¨¦rrea indizaci¨®n salarial v¨ªa inflaci¨®n". Pues bien, no es que lo acordado sea una contenci¨®n salarial, sino que, adem¨¢s, se modifica sustancialmente el sistema de fijaci¨®n de salarios. Se "desnacionaliza". A partir de ahora pasamos a considerar factores como "el objetivo de inflaci¨®n del Banco Central Europeo", "la tasa de variaci¨®n anual del IPC armonizado de la zona euro" o "el precio medio internacional en euros del petr¨®leo Brent".
Parece que era eso lo que se ven¨ªa "exigiendo". Ahora ya est¨¢ aqu¨ª, y lo que est¨¢ aqu¨ª es el cambio m¨¢s importante en la negociaci¨®n salarial desde los Pactos de la Moncloa, cuando cambiamos inflaci¨®n pasada por inflaci¨®n prevista. Posiblemente es el primer acuerdo europeo que refleja formalmente la globalizaci¨®n de la econom¨ªa. Necesitar¨ªa mayor reconocimiento, mayor aplauso.
Se dice, y es verdad, que hay que acercar la negociaci¨®n a la realidad y que ello exige potenciar el convenio de empresa. Claro que s¨ª. Pero primero recordemos algo: en nuestro pa¨ªs hay unas 4.500 empresas de m¨¢s de 250 trabajadores, y hay tambi¨¦n 4.500 convenios, m¨¢s o menos, de empresa. Por supuesto que hay que promover la descentralizaci¨®n. ?Y qu¨¦ se pacta? Primero: "Los convenios sectoriales deber¨¢n propiciar la negociaci¨®n en la empresa". Segundo: "Se apuesta de forma decidida a favor de la descentralizaci¨®n de la negociaci¨®n colectiva". Tercero: "Hay que potenciar la flexibilidad en la empresa, para que esta pueda adaptarse a un mercado cambiante y competitivo". No suena mal, ?no? Ser¨ªa saludable que no nos acostumbr¨¢ramos a encontrar para cada soluci¨®n un problema.
Promover la flexibilidad, potenciar la productividad, acercar la negociaci¨®n a la empresa no se consigue simplemente por haberlo escrito. Va a exigir un considerable esfuerzo en comprensi¨®n y en sacrificio por parte de los futuros negociadores de los m¨¢s de 5.000 convenios que tenemos. La rentabilidad del esfuerzo es mucho mayor cuando existe reconocimiento social a la tarea realizada. Cuando se refuerza y reconoce, social e institucionalmente, la funci¨®n de asociaciones empresariales y sindicales. Y en eso estamos. En el convencimiento de que en nuestro pa¨ªs tan necesario como el cr¨¦dito financiero es el cr¨¦dito institucional.
Marcos Pe?a es presidente del Consejo Econ¨®mico y Social de Espa?a (CES).
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