"Las convicciones pueden m¨¢s que la cartera"
Solo hay un requisito para la comida, el pollo. Ben Rattray (California, 1980) tiene que comer pollo. A ser posible, pide, en un sitio que no sea demasiado pomposo, que se mantenga dentro de un presupuesto moderado. Para evitar la tentaci¨®n de caer en la comida basura, Casa Mingo, uno de los restaurantes m¨¢s populares de Madrid, se perfila como la mejor opci¨®n. Hace seis a?os este emprendedor californiano quiso ponerse a dieta. Aunque segu¨ªa los pasos, los resultados no eran los deseados. Descubri¨® que era hipogluc¨¦mico, y desde entonces procura ingerir prote¨ªnas cada cuatro horas.
El creador de Change.org est¨¢ en expansi¨®n, profesional y verbal. Por un lado, su plataforma de activismo ha adquirido un servicio similar en Espa?a, Actuable; por otro, habla con entusiasmo de Silicon Valley, donde los ingenieros cotizan al alza. "Nuestro equipo cada vez es mejor. Muchos se vienen con nosotros porque creen en el proyecto, no por los altos sueldos. Las convicciones pueden m¨¢s que la cartera", dice mientras hace malabarismos con sus cubiertos para retirar la grasa de la piel del pollo.
Formado en Stanford, lidera la mayor plataforma de activismo 'online'
Entre los hitos de Change.org est¨¢ que el mayor distribuidor de flores en su pa¨ªs acepte vender ramos hechos por firmas dedicadas al comercio justo y el apoyo mostrado al artista Ai Weiwei, que le cost¨® a Rattray el mayor disgusto de su vida, un ciberataque por parte del Gobierno de Pek¨ªn.
De alguien que estudia en Stanford se espera que cree una empresa. Y que con ella quiera cambiar el mundo, pero no tanto que su inter¨¦s por el dinero sea tan relativo. Los cr¨ªticos con este tipo de acciones lo han bautizado como slacktivism, una combinaci¨®n de dos palabras: slacker, vago en ingl¨¦s, y activism, activismo. Consideran que el mundo no se cambia con cuatro clics.
El padre de la criatura, como es l¨®gico, se defiende: "Internet es solo el principio, despu¨¦s se pasa al mundo real, como se est¨¢ demostrando con Wall Street o los indignados. Se trata de hacerlo f¨¢cil y buscar varios niveles de implicaci¨®n".
El jet lag le tiene algo desorientado, pero mantiene un entusiasmo desbordante. Se disculpa por ello. "En mi anterior viaje a Espa?a estuve mucho m¨¢s perdido. Ten¨ªa 18 a?os y vine, como tantos compatriotas, a san Ferm¨ªn, con mi hermano. Casi pierdo el tren de vuelta a Madrid", relata con una sonrisa entre p¨ªcara y resignada. No pasa un minuto sin que pregunte sobre cualquier tema relacionado con el mundo 2.0 en Espa?a: "?Cu¨¢les son las start up [empresas tecnol¨®gicas de reciente creaci¨®n] que triunfan?". "?C¨®mo se usa Twitter?". "?Qu¨¦ penetraci¨®n tiene Facebook?". "?Qu¨¦ fuerza le queda al Movimiento 15-M?". No le interesa el dinero, es cierto, pero no desprecia el ¨¦xito.
Antes de despedirse prueba, casi por compromiso, el arroz con leche. La sidra ha quedado intacta. Tampoco ha mostrado demasiado inter¨¦s por el requerido aporte de prote¨ªnas. Apenas ha comido. Lo suyo es hablar, contar, e invitar a imaginar c¨®mo unos cuantos clics pueden cambiar el entorno. "No te preocupes", se disculpa con un espa?ol de Santa B¨¢rbara, su ciudad natal, "en un rato estar¨¦ comiendo de nuevo".
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