El peligro de una nueva "guerra verde" pone en alerta al Estado colombiano
El Gobierno colombiano ha tomado la iniciativa para impedir que se reavive la llamada "guerra verde" entre esmeralderos de la regi¨®n productora del centro del pa¨ªs y desactivar un nuevo foco conflicto ahora que se vislumbra un acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC.
Tras el atentado al considerado nuevo "zar de las esmeraldas", Pedro Nel Rinc¨®n, conocido con el alias de "Pedro Orejas", un hecho que podr¨ªa desestabilizar nuevamente el sector, el Gobierno ha reforzado la presencia policial en el occidente del departamento de Boyac¨¢, la zona productora por excelencia, de cuyas entra?as se extraen las esmeraldas m¨¢s valiosas del mundo.
En un pa¨ªs como Colombia, que por primera vez en cincuenta a?os est¨¢ ante la posibilidad real de terminar el conflicto con las FARC, el Gobierno no quiere que se abra otro frente de violencia y por eso est¨¢ decidido a cortar de tajo la violencia entre esmeralderos, incluso con la posibilidad de cancelarles los t¨ªtulos mineros a las familias que controlan el negocio.
"No venimos aqu¨ª a defender los intereses de las ocho o diez familias involucradas en estos conflictos, venimos aqu¨ª a defender a la gente de Boyac¨¢ y la institucionalidad", dijo el viernes el ministro del Interior, Aurelio Iragorri Valencia, tras una reuni¨®n con las autoridades de la zona.
El de las esmeraldas siempre ha sido un negocio marcado por la violencia en el que desde hace d¨¦cadas familias enteras se disputan a sangre y fuego el control de las minas, pero esta actividad vivi¨® un periodo de relativa paz gracias a un pacto firmado entre sus jefes en junio de 1990.
Ese pacto, que puso fin a la "guerra verde" que en los a?os 70 y 80 dej¨® entre 4.000 y 6.000 muertos, se ha debilitado en los ¨²ltimos meses con numerosos asesinatos en la regi¨®n productora y en Bogot¨¢, en una de cuyas avenidas centrales, la Gonzalo Jim¨¦nez de Quesada, funciona el mayor comercio mundial de esmeraldas.
De la "guerra verde" no se salvaron ni algunos jefes de este negocio, entre ellos Gilberto Molina, que hab¨ªa construido un millonario imperio alrededor de la explotaci¨®n de las esmeraldas, y fue asesinado en febrero de 1989 en un ataque armado a su rancho en la localidad de Sasaima en el que tambi¨¦n cayeron un socio suyo y sus 16 guardaespaldas.
El nuevo desangre a cuentagotas, que en los ¨²ltimos meses contabiliza 26 atentados o asesinatos, el m¨¢s reciente ocurrido el pasado jueves en el barrio bogotano de Engativ¨¢, donde fue muerto a tiros un comerciante de gemas, llam¨® la atenci¨®n de las autoridades a comienzos de noviembre con el ataque a Rinc¨®n.
El comerciante fue herido en un atentado con una granada el pasado 9 de noviembre cuando participaba en una fiesta popular en la localidad de Pauna (Boyac¨¢), ataque en el que murieron cuatro personas y diez m¨¢s quedaron heridas, incluido el esmeraldero, que acab¨® detenido d¨ªas despu¨¦s acusado de diversos delitos.
El obispo de Engativ¨¢, H¨¦ctor Guti¨¦rrez Pab¨®n, que particip¨® en las negociaciones del acuerdo de paz de 1990, considera que el pacto no esta roto, pero s¨ª amenazado por los males que conlleva la riqueza que generan estas piedras preciosas.
"Lo que est¨¢ sucediendo en el occidente de Boyac¨¢ es un problema antiguo, sobre el que ya hicimos un proceso de paz y lo culminamos exitosamente hace 22 a?os", dijo a Efe el prelado, quien considera que las esmeraldas traen consigo "una riqueza que no se ha sabido manejar y que se convirti¨® en armas, en odio, en mujeres, en bebida", lo que ha desembocado en la violencia.
Pese a la riqueza que genera la explotaci¨®n de las minas, que en el pasado atrajeron a otros actores armados del pa¨ªs, como las propias FARC, los paramilitares y los narcotraficantes encabezados por Gonzalo Rodr¨ªguez Gacha, alias "El Mexicano", uno de los capos del cartel de Medell¨ªn, la zona productora no es ajena a la pobreza de otras regiones del pa¨ªs.
Por esa raz¨®n, el obispo Guti¨¦rrez Pab¨®n, una de las personas que m¨¢s conoce este conflicto, considera que la presencia del Estado debe estar acompa?ada de inversiones sociales en educaci¨®n, salud y v¨ªas para reconstruir el tejido social de esa zona, cuyos habitantes no quieren verse involucrados en una nueva "guerra verde".
"Los habitantes de la zona esmeraldera quieren la paz, la concordia, y piden a gritos la presencia del Estado, que no puede ser represiva", opina el obispo.
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