Espa?a necesita un nuevo contrato social
Precisamos cambios para construir un proyecto de futuro que genere ilusi¨®n y regenere el pegamento social
Espa?a es hoy un Estado sin contrato social. A mi juicio, esta es una de las razones de las dificultades que ahora tenemos para encontrar una salida adecuada a la crisis econ¨®mica y pol¨ªtica que vivimos.
Utilizo aqu¨ª el t¨¦rmino contrato social en sentido metaf¨®rico para referirme al acuerdo sobre la forma de organizar la vida en com¨²n que necesita una sociedad pluralista y abierta para poder funcionar. Tiene una dimensi¨®n formal y escrita, que es la Constituci¨®n, pero va m¨¢s all¨¢. Como ocurre en el seno de una familia, abarca compromisos no escritos sobre c¨®mo organizar la vida en com¨²n y sobre el reparto de derechos y responsabilidades. Es como un pegamento invisible que toda sociedad necesita para mantenerse unida y afrontar los retos de futuro.
Espa?a construy¨® un contrato social de este tipo a la salida del franquismo. El resultado fue el llamado modelo espa?ol de la Transici¨®n, que tantos frutos rindi¨® durante tres d¨¦cadas. Pero hoy muestra cierto agotamiento en alguno de sus aspectos b¨¢sicos. Es como si el pegamento hubiera perdido fuerza.
No es dif¨ªcil identificar algunos aspectos que hoy presentan claros signos de agotamiento. Perm¨ªtanme se?alar seis:
1. Las relaciones laborales. El modelo laboral est¨¢ sometido a fuerte cuestionamiento entre sus tres principales actores: patronales, sindicatos y Gobierno. Modificado a impulsos compulsivos, necesita de una reforma que prevea, adem¨¢s de los aspectos jur¨ªdicos de la contrataci¨®n, las relaciones colectivas en el seno de las empresas y, especialmente, la formaci¨®n de los trabajadores. En particular de los m¨¢s j¨®venes. No solo por razones de equidad sino tambi¨¦n de productividad a largo plazo.
2. El modelo productivo. Sesgado hoy en demas¨ªa hacia un capitalismo concesional y especulativo que propicia la corrupci¨®n pol¨ªtica, nuestro modelo productivo necesita de una intensa reindustrializaci¨®n. Solo la industria, entendida en un sentido amplio, que abarca no solo a la manufactura sino tambi¨¦n a las cadenas de distribuci¨®n al por menor de la alimentaci¨®n, del textil o del turismo, es el sector que tiene m¨¢s capacidad de empleo del tipo que necesita la econom¨ªa espa?ola.
3. Las prioridades del gasto p¨²blico. Hoy esas prioridades est¨¢n sesgadas hacia los mayores, en perjuicio de los m¨¢s j¨®venes. Hablamos mucho de mantener las pensiones de los actuales jubilados o pr¨®ximos a jubilarse, pero poco de c¨®mo ofrecer oportunidades a los j¨®venes o c¨®mo fortalecer las capacidades de innovaci¨®n y creaci¨®n de empleo, cosas sin las cuales ser¨¢ dif¨ªcil mantener el sistema p¨²blico de pensiones.
4. La reforma fiscal. El modelo tributario de la Transici¨®n, basado en el lema de ¡°Hacienda somos todos¡±, hace aguas por todos los lados. El reparto de cargas fiscales est¨¢ castigando especialmente a las clases medias. Y por el lado productivo, castiga a los emprendedores.
5. La financiaci¨®n de las administraciones territoriales. Las comunidades aut¨®nomas y ayuntamientos son los responsables de proveer los servicios p¨²blicos b¨¢sicos. Sin embargo, el modelo de financiaci¨®n de esos servicios presenta graves deficiencias e inconsistencias que generan agravios.
6. El papel del Estado en el reequilibrio econ¨®mico y territorial. Sorprende ver c¨®mo solo hay dos organismos del Estado fuera de Madrid. Son la Escuela Militar de Zaragoza y la Escuela Judicial de Barcelona. El tercero, la Comisi¨®n del Mercado de las Telecomunicaciones que estaba en Barcelona acaba de ser transferido a Madrid. Por otro lado, la crisis bancaria acabar¨¢ tambi¨¦n debilitando el poder financiero y econ¨®mico de algunas de las comunidades aut¨®nomas. No deber¨ªa sorprender, en estas circunstancias, que muchos identifiquen Estado con Madrid.
Una de las consecuencias del agotamiento del viejo contrato social es la expropiaci¨®n del futuro de los j¨®venes
Una de las consecuencias del agotamiento del viejo contrato social es la expropiaci¨®n del futuro de los j¨®venes. La combinaci¨®n de un mercado laboral que incentiva en demas¨ªa los contratos de cero horas y la figura de aut¨®nomo para los j¨®venes, un modelo productivo incapaz de generar empleo para ellos, unas prioridades de gasto p¨²blico que les perjudican y una fiscalidad que les castiga es una pesada carga que soportan en el inicio de su vida laboral, carga que obstaculiza su emancipaci¨®n.
Otra de las consecuencias es el malestar de algunas comunidades aut¨®nomas, que se ven perjudicadas por el modelo de financiaci¨®n de los servicios p¨²blicos que desempe?an y por ese papel no neutral del Estado sobre los territorios que lo componen.
Como cualquier otro contrato privado suscrito entre particulares, el contrato social puede ser discutido y sometido a cambios por aquellos que lo acordaron: los partidos pol¨ªticos y la sociedad en su conjunto. De hecho, cada cierto tiempo los pa¨ªses se ven forzados a reconsiderar decisiones pasadas y repensar su futuro. Esos momentos acostumbran a coincidir con crisis econ¨®micas serias que plantean retos. Hoy el contrato social que est¨¢ detr¨¢s del modelo espa?ol de la Transici¨®n necesita tantos cambios estructurales en la vida econ¨®mica como cambios constitucionales en la vida pol¨ªtica.
Esos cambios son un test de vitalidad de nuestra sociedad para construir un proyecto de futuro que genere ilusi¨®n y regenere el pegamento entre individuos y territorios. Si tememos someternos a esa prueba, aparecer¨¢ la frustraci¨®n y el deseo de algunos de buscar por su cuenta ese proyecto de futuro. Quiz¨¢ en estas circunstancias sea un est¨ªmulo recordar al presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt cuando, en medio de la Gran Depresi¨®n, con los fantasmas de la desuni¨®n amenazando el proyecto de vida en com¨²n de EE UU, se dirigi¨® a sus ciudadanos se?alando que a lo ¡°¨²nico que debemos temer es al miedo¡±. Necesitamos un liderazgo de ese tipo.
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