?Recuperaci¨®n con deflaci¨®n? No es probable
A finales de los a?os setenta hubo que inventar un nuevo t¨¦rmino para definir la situaci¨®n que estaba viviendo la econom¨ªa como consecuencia de los efectos de la crisis energ¨¦tica y de las pol¨ªticas econ¨®micas para hacer frente a sus efectos negativos sobre el crecimiento y el empleo. Ese t¨¦rmino fue stagflaction (estanflaci¨®n).
Describ¨ªa una situaci¨®n nueva desde la II Guerra Mundial, caracterizada por la coincidencia simult¨¢nea de estancamiento econ¨®mico, paro y elevada inflaci¨®n. Hasta ese momento, la teor¨ªa econ¨®mica dec¨ªa que exist¨ªa un men¨² de opciones de pol¨ªticas, la llamada curva de Philips, que permit¨ªa a los Gobiernos estimular el crecimiento y el empleo, pero, eso s¨ª, a cambio de aceptar m¨¢s inflaci¨®n. Lo inesperado fue que no se logr¨® crecer ni crear empleo, pero s¨ª los costes de la inflaci¨®n. Eso oblig¨® a buscar nuevas pol¨ªticas y nuevos enfoques te¨®ricos.
Quiz¨¢ ahora haya que inventar un nuevo t¨¦rmino para describir la situaci¨®n que estamos comenzando a vivir en las econom¨ªas del euro y, en particular, en Espa?a. La coincidencia simult¨¢nea de se?ales claras de salida de la segunda recesi¨®n, con se?ales tambi¨¦n claras de deflaci¨®n o muy baja inflaci¨®n. El nuevo t¨¦rmino tendr¨ªa que ser el de expandeflaci¨®n. De creer las versiones oficiales, esta ser¨¢ la situaci¨®n id¨ªlica de los pr¨®ximos a?os.
?Es posible la expansi¨®n con deflaci¨®n? Posible lo es todo, hasta que caiga el cielo, pero no es probable. Con la expandeflaci¨®n ocurrir¨¢ lo mismo que con la ¡°austeridad expansiva¡± que las autoridades defendieron contra toda raz¨®n y evidencia. Es un wishful thinking, un deseo de la voluntad, pero no un producto de la raz¨®n econ¨®mica. Veamos por qu¨¦.
Sin instituciones comunitarias que tengan la responsabilidad democr¨¢tica de luchar contra la deflaci¨®n y la falta de oportunidades nada cambiar¨¢
De la misma manera que el fuego de una hoguera no puede mantenerse en una atm¨®sfera sin o con escaso ox¨ªgeno, una d¨¦bil recuperaci¨®n no puede arraigar en un entorno de baja inflaci¨®n, y a¨²n menos de deflaci¨®n. La baja inflaci¨®n acaba impidiendo el crecimiento y la creaci¨®n de empleo. Especialmente cuando, adem¨¢s, la deuda privada es muy elevada. La experiencia japonesa de estos ¨²ltimos veinte a?os es concluyente.
Las autoridades de Bruselas parecen creer que es posible la expandeflaci¨®n. Curiosamente es el Fondo Monetario Internacional (FMI), para algunos algo as¨ª como el Vaticano de la ortodoxia econ¨®mica m¨¢s conservadora, el que viene advirtiendo de los riesgos de deflaci¨®n en Europa y llamando a la acci¨®n del Banco Central Europeo (BCE). Lo ha hecho tanto en sus documentos oficiales como en las intervenciones de su directora general, la francesa Christine Lagard, y en los trabajos de su economista jefe, el tambi¨¦n franc¨¦s Olivier Blanchard. Para los interesados en conocer los argumentos del FMI es interesante leer el cap¨ªtulo tercero de su ¨²ltimo Informe sobre perspectivas, donde alerta de forma convincente de los riesgos de la baja inflaci¨®n.
Entonces, ?qu¨¦ habr¨ªa que hacer para mantener viva y dar fuerza a esta d¨¦bil llama de recuperaci¨®n que estamos viendo? No basta con, como se empe?a el discurso oficial, hacer reformas y esperar sus bondadosos efectos. Es m¨¢s, es posible que el momento adecuado para algunas de esas reformas, especialmente aquellas que, como las de las pensiones y laborales, afectan a los planes de consumo y ahorro de las personas, no sea ahora, sino cuando la recuperaci¨®n est¨¦ consolidada.
El recuerdo de c¨®mo se sali¨® de la estanflaci¨®n de los a?os setenta arriba mencionado puede ayudarnos. En aquella ocasi¨®n, Paul Volker, a la saz¨®n presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, se?al¨® que costase lo que costase en t¨¦rminos de reducci¨®n de crecimiento y aumento del paro, cortar¨ªa la inflaci¨®n. Siguiendo su ejemplo, los bancos centrales de otros pa¨ªses se empe?aron en el mismo objetivo. Y lo lograron.
Ahora el objetivo tiene que ser el inverso: cueste lo que cueste, para no ahogar la recuperaci¨®n, los bancos centrales tienen que empe?arse en crear una inflaci¨®n moderada. Es lo que ha hecho de nuevo la Reserva Federal desde que su presidente, Ben Bernanke, dijese que ¡°har¨ªa todo lo necesario, durante todo el tiempo que sea necesario, hasta que el desempleo en EE UU se situase por debajo del 7,5%¡±. Y lo ha logrado.
?Y el BCE? En cierto sentido, ha estado actuando como un equilibrista son¨¢mbulo, intentando salvar el euro, pero sin ver los peligros de deflaci¨®n y estancamiento prolongado. Aunque algo parece estar cambiando. Su presidente, Mario Draghi, viene advirtiendo, eso s¨ª, con la prudencia caracter¨ªstica de un banquero central, de que una inflaci¨®n por debajo del 1% implica riesgos elevados.
La Comisi¨®n Europea tambi¨¦n practica ese sonambulismo. Parece no ver que el fin ¨²ltimo de la UE no es solo lograr que la econom¨ªa europea sea m¨¢s flexible y competitiva, sino que lo que legitima moral y pol¨ªticamente el proyecto europeo es la capacidad de las instituciones comunitarias para ofrecer oportunidades a los europeos, especialmente a los m¨¢s j¨®venes y necesitados.
Es necesario un cambio profundo en la gobernanza de la UE. Sin instituciones comunitarias que tengan la responsabilidad democr¨¢tica de luchar contra la deflaci¨®n y la falta de oportunidades nada cambiar¨¢. Pero hoy por hoy la UE es un OPNI, un objeto pol¨ªtico no identificado, sin una gobernanza democr¨¢ticamente responsable. No es ni un Estado naci¨®n, ni una uni¨®n de Estados bien ensamblada. Costar¨¢ cambiar este estado de cosas, pero es urgente. Las elecciones europeas del 25 de mayo podr¨ªan ser el a?o cero de este cambio. Pero de esto hablar¨¦ en otra ocasi¨®n.
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