Entonces, ?cu¨¢l era la pregunta?
Si las formaciones pol¨ªticas en el Parlamento Europeo, conservadores y socialdem¨®cratas, no hacen nada para acabar con las causas del malestar popular ser¨ªa un error dram¨¢tico
En su magistral obra Capitalismo, socialismo y democracia, el gran economista austriaco-norteamericano Josep A. Schumpeter sugiri¨® que el mercado pol¨ªtico de una democracia funciona de forma parecida a un mercado de bienes. Por un lado est¨¢n los compradores, ciudadanos dispuestos a comprar pol¨ªticas que satisfagan sus preferencias. Por otro, los vendedores, partidos que ofrecen pol¨ªticas que prometen remediar los males de los ciudadanos a cambio de sus votos.
Si aplicamos este enfoque a las elecciones europeas, podemos decir que lo que ha ocurrido es que muchos votantes han decidido dejar de comprar los ¡°productos de marca¡±, ya sea conservadora o socialdem¨®crata, que han dejado de satisfacer sus necesidades y han optado por ¡°marcas blancas¡±, que, por as¨ª decirlo, ofrecen productos pol¨ªticos low cost (bajo coste), poco sofisticados en sus contenidos, pero que prometen responder mejor a sus necesidades y preferencias.
?Y qu¨¦ tipo de producto han comprado? Si juzgamos por lo que ofrecen los grupos pol¨ªticos que, reconozc¨¢moslo, moralmente han ganado las elecciones, los votantes han comprado un producto distinto al que ofrec¨ªan los partidos tradicionales en relaci¨®n con cuatro cuestiones: las pol¨ªticas presupuestarias, las financieras, las de inmigraci¨®n y el independentismo. Los tres primeros son ¨¢mbitos de soberan¨ªa nacional que se han cedido a las autoridades de Bruselas y de Fr¨¢ncfort. Por tanto, se puede decir que la respuesta de los votantes ha sido comprar un producto que ofrece una cierta renacionalizaci¨®n de las pol¨ªticas europeas.
Si la respuesta ha sido ¨¦sta, ?cu¨¢l era la pregunta?
<TB>Podr¨ªamos formularla de esta manera: ?est¨¢n los votantes europeos dispuestos a seguir apoyando una pol¨ªtica econ¨®mica que ha provocado un escenario prolongado de bajo crecimiento, alto desempleo y elevado endeudamiento? La respuesta ha sido no.
?Cu¨¢l es la causa de este escenario ca¨®tico? La pol¨ªtica nihilista defendida por el Consenso de Bruselas frente a la crisis de deuda que emergi¨® en 2010. Una pol¨ªtica basada en dos pilares. Por un lado, en el recorte de gasto social, el aumento de impuestos y la reducci¨®n de salarios recomendados y casi impuestos desde Bruselas. Por otro, en la pasividad financiera de la autoridad monetaria europea.
?C¨®mo surgi¨® ese Consenso de Bruselas? El hecho de que la crisis de la deuda comenzase en Grecia ha sido una tragedia. La situaci¨®n griega aliment¨® la visi¨®n de que todos los males de los pa¨ªses sobreendeudados eran debidos a la prodigalidad de los Gobiernos. Si esa era la causa, la soluci¨®n estaba en la austeridad. S¨®lo as¨ª se podr¨ªa hacer frente a los compromisos con los acreedores, especialmente la banca alemana, francesa e inglesa.
Si en vez de en Grecia la crisis hubiera explotado primero en Irlanda, cosa posible, esa explicaci¨®n no hubiese servido. Irlanda ten¨ªa super¨¢vit presupuestario, su deuda p¨²blica era muy baja y era considerado el ¡°tigre celta¡± en cuanto a competitividad. Se hubiese visto claramente que el problema era el sobreendeudamiento del sector privado, en particular de la banca. La soluci¨®n hubiese sido entrar a saco en la banca, practicar cirug¨ªa r¨¢pida para sanearla y cargarle las p¨¦rdidas. Eso es lo que hicieron el Gobierno de Bush en EE?UU, y el laborista de Brown en el Reino Unido. Y miren lo bien que esas econom¨ªas han salido de la recesi¨®n y han creado empleo. Pero en Europa el Consenso de Bruselas sirvi¨® para justificar una explicaci¨®n err¨®nea de las causas y para hacer recaer las p¨¦rdidas bancarias en los ciudadanos, lo que a la postre ha llevado a la econom¨ªa a la recesi¨®n y al desempleo.
?Qu¨¦ habr¨ªa que hacer? Muchas cosas. La primera, cebar la bomba de la econom¨ªa. Las autoridades europeas se comportan como mec¨¢nicos afanados en poner a punto el motor, pero que no quieren gastar un euro en gasolina para ponerlo en marcha. Esto da lugar a una paradoja. La Comisi¨®n Europea y los Gobiernos nacionales gastan decenas de miles de euros al a?o en cobertura a los parados, pero rechazan invertir un poco para poner a funcionar la econom¨ªa, lo que reducir¨ªa el n¨²mero de parados y el gasto. No me pregunten por qu¨¦ act¨²an de esta forma. La explicaci¨®n pertenece al campo de la ideolog¨ªa o de la magia, no al de la econom¨ªa.
En todo caso, esta pol¨ªtica nihilista provoca resentimiento en las personas que m¨¢s sufren sus consecuencias. A su vez, este resentimiento genera apoyo a propuestas populistas y nacionalistas. Alemania sabe mucho de este resentimiento transformado en populismo nacionalista. Lo vivi¨® despu¨¦s del Tratado de Versalles, que estableci¨® las compensaciones a pagar a los vencedores de la I Guerra Mundial. Esas compensaciones provocaron estancamiento, paro y miseria en Alemania. En aquellas circunstancias, los ciudadanos apoyaron masivamente las propuestas populistas del nuevo partido social-nacionalista alem¨¢n que gan¨® las elecciones de junio de 1933.
Los votantes europeos han dicho que no quieren seguir apoyando una pol¨ªtica econ¨®mica que les obliga a pagar compensaciones injustas a los bancos prestamistas. Y reaccionan apoyando propuestas populistas y nacionalistas. Ya lo dijo Mark Twain, la historia no se repite, pero rima.
Las elecciones deber¨ªan servir para cambiar este estado de cosas. El riesgo es que las dos grandes formaciones pol¨ªticas en el Parlamento Europeo, conservadores y socialdem¨®cratas, se al¨ªen para matar al mensajero, pero no hagan nada para acabar con las causas del malestar de los ciudadanos. Ser¨ªa un error dram¨¢tico.
Ant¨®n Costas es Catedr¨¢tico de Econom¨ªa en la Universitat de Barcelona
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