Nuevo impulso populista
Hay populismos buenos y malos. Ambos intentan responder a problemas reales de la gente
C¨®mo hemos de analizar la emergencia de nuevas fuerzas pol¨ªticas y movimientos sociales de signo radical populista en toda Europa? ?Como una patolog¨ªa temporal que el sistema tradicional de partidos acabar¨¢ digiriendo con alg¨²n que otro dolor de cabeza? ?Como un nuevo tipo de pol¨ªtica de largo aliento en respuesta a demandas sociales y nuevas realidades econ¨®micas que a¨²n no comprendemos del todo?
Como el futuro a¨²n no existe, no es posible dar una respuesta categ¨®rica a estas cuestiones. Pero la amplitud geogr¨¢fica de la reacci¨®n populista, que va del Sur al Norte y del Oeste al Este de Europa, parece sugerir que estamos ante algo nuevo y duradero. De ah¨ª que podamos hablar de un nuevo impulso populista en este inicio del siglo XXI.
Digo ¡°nuevo¡± porque algo similar ocurri¨® hace cien a?os. A inicios del siglo pasado surgieron en Europa y en Am¨¦rica nuevos movimientos sociales y fuerzas pol¨ªticas radicales que tambi¨¦n fueron llamadas populistas. Sin embargo, la evoluci¨®n del populismo tuvo consecuencias pol¨ªticas muy diferentes en ambos continentes.
Vale la pena explorar esta diferencia por las ense?anzas que nos puede ofrecer para el momento actual.
El populismo norteamericano, nacido como un movimiento social y pol¨ªtico contra la enorme desigualdad que tuvo lugar a finales del siglo XIX y comienzos del XX, dio lugar a un nuevo tipo de pol¨ªtica: el New Deal, el nuevo contrato social que el presidente Franklin Delano Roosevelt ofreci¨® a la sociedad. Esta nueva pol¨ªtica supo afrontar las demandas de mayor igualdad y de oportunidades de las capas populares y, con ello, fortaleci¨® la democracia norteamericana.
Por el contrario, en Europa, el inicial impulso populista en respuesta al mismo problema de desigualdad y falta de oportunidades de las clases populares se transform¨® en los a?os treinta en un impulso fascista que a la postre acab¨® con la democracia en Europa.
Antes de ver la raz¨®n de esa diferencia, pregunt¨¦monos qu¨¦ buscaban. Tanto el populismo de Roosevelt como el fascismo europeo trataban de ofrecer a la sociedad un contrato social frente al desempleo y la inseguridad. Pero un contrato con contenido muy diferente. El norteamericano combin¨® seguridad con programas sociales y m¨¢s democracia. El fascista europeo tambi¨¦n ofreci¨® seguridad frente al desempleo, pero basada en gasto p¨²blico de guerra, en el apoyo a un nacionalismo beligerante y en la renuncia a libertades civiles y pol¨ªticas, a la democracia.
La Administraci¨®n Roosevelt supo prescindir de las pol¨ªticas deflacionistas, basadas en la austeridad y la bajada de salarios
?Cu¨¢ndo tuvo lugar y por qu¨¦ esta diferente evoluci¨®n? Fue con ocasi¨®n de la Gran Depresi¨®n de los a?os treinta, la recesi¨®n y el elevado desempleo que sigui¨® a la crisis financiera de 1929.
La Administraci¨®n Roosevelt supo prescindir de las pol¨ªticas deflacionistas, basadas en la austeridad y la bajada de salarios, que llev¨® a cabo el Gobierno del republicano Herbert Hoover en los inicios de la crisis, y formular un New Deal orientado a mejorar las condiciones de vida de las clases populares.
Por el contrario, los gobiernos europeos continentales, especialmente el del canciller alem¨¢n Heinrich Br¨¹ning, se empecinaron en responder a la recesi¨®n y al paro masivo con pol¨ªticas deflacionistas basadas en la austeridad del gasto p¨²blico, en la devaluaci¨®n de salarios y en el mantenimiento del sistema patr¨®n oro como camisa de fuerza. El resultado pol¨ªtico del llamado error Br¨¹ning es de todos conocido.
Hay una ense?anza clara en esta historia. No fueron la crisis financiera de 1929 ni la crisis econ¨®mica siguiente las causas de que el inicial impulso populista europeo se transformara en un impulso fascista. La causa fue la diferente pol¨ªtica econ¨®mica que aplicaron el sistema pol¨ªtico tradicional y las ¨¦lites en Europa y en Estados Unidos.
Lo mismo parece ocurrir ahora. La administraci¨®n Obama y las ¨¦lites norteamericanas, lo mismo que las del Reino Unido, han sabido lidiar mejor con la crisis financiera de 2008, procurando escapar de las pol¨ªticas deflacionistas. Por el contrario, los gobiernos de la eurozona, de nuevo con el liderazgo alem¨¢n, han optado por pol¨ªticas deflacionistas basadas en la austeridad y en la devaluaci¨®n salarial. Han usado el manejo del euro como una nueva camisa de fuerza sobre las pol¨ªticas nacionales.
Tengo para m¨ª que las ¨¦lites europeas no est¨¢ captando la naturaleza e intensidad de los problemas sociales y econ¨®micos que est¨¢n empujando el nuevo impulso populista europeo. Esta incapacidad no es algo nuevo. Leer hoy El mundo que se fue. Memorias de un europeo, del escritor austr¨ªaco de principios del siglo pasado Stefan Zweig, es una buena manera de darse cuenta de la ceguera de las ¨¦lites para ver y comprender por qu¨¦ la tierra se mueve en determinadas ¨¦pocas debajo de sus pies.
En cualquier caso, como vemos, el populismo es como el colesterol. Hay uno bueno y otro malo. Ambos intentan dar respuesta a problemas reales de la gente, en particular al desempleo masivo y la desigualdad. Pero por caminos muy distintos.
?Cu¨¢l es el riesgo del impulso populista que estamos viendo? Que, de nuevo, la ceguera de los partidos tradicionales y de las ¨¦lites para comprender los efectos sociales y pol¨ªticos de las pol¨ªticas deflacionistas acabe transformando este impulso populista en un nuevo impulso nacionalista y fascista de variada naturaleza. Se vislumbran algunas se?ales.
Necesitamos con urgencia en Europa un nuevo contrato social que d¨¦ una respuesta positiva y democr¨¢tica a las demandas sociales de empleo, mayor igualdad y m¨¢s oportunidades. De este nuevo progresismo hablaremos en otra ocasi¨®n.
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