Calidad empresarial y prosperidad
Una de las mayores diferencias en t¨¦rminos de progreso est¨¢ en la capacidad de quien dirige las empresas
Con la ¡°nueva normalidad¡± econ¨®mica emergente tras la crisis parece asumirse que el crecimiento econ¨®mico va a quedar muy por debajo del potencial en muchas econom¨ªas durante demasiado tiempo. Este ha sido erosionado por la ca¨ªda en la acumulaci¨®n de todas las formas de capital, por el aumento del desempleo estructural y el no menos expl¨ªcito descenso en la Productividad Total de los Factores (PTF). El envejecimiento demogr¨¢fico o la ampliaci¨®n de la desigualdad tampoco favorecer¨¢ el crecimiento tendencial, en ausencia de avances significativos en la productividad.
La mejora de las condiciones de vida de la poblaci¨®n, de ascenso del PIB por habitante, depende en gran medida del comportamiento de la productividad de la econom¨ªa. Y en el crecimiento de esta, la reducci¨®n de los que trabajan, del n¨²mero de horas que lo hacen o del salario de los mismos no es precisamente la forma m¨¢s sana de conseguirlo. Ni la m¨¢s sostenible. Lo m¨¢s conveniente es que las mejoras vengan determinadas por la PTF, ese componente de la productividad que representa la contribuci¨®n al crecimiento del PIB adicional a las aportaciones de las horas de trabajo, de las habilidades de los trabajadores o de la dotaci¨®n de capital f¨ªsico. Captura el progreso tecnol¨®gico y, desde luego la eficiencia en la producci¨®n.
Las evidencias m¨¢s recientes siguen revelando ca¨ªdas de la productividad en muchas econom¨ªas, aun cuando las diferencias entre ellas sean notables. En la eurozona el descenso a partir del inicio de la crisis ha sido m¨¢s acusado, quedando Espa?a en las posiciones m¨¢s rezagadas tanto en manufacturas como en servicios, tal como se ilustraba en una investigaci¨®n del FMI A Sector-Level Perspective on Productivity Trends in Advanced Economies, de marzo 2015. Aquellos pa¨ªses que han registrado una mayor convergencia real, en avances de su renta por habitante, lo han hecho a trav¨¦s de aumentos sostenidos en la PTF, avalando la presunci¨®n de que el crecimiento econ¨®mico en las pr¨®ximas d¨¦cadas depender¨¢ cada vez m¨¢s de mejoras en ese componente. Para ello, la apertura al exterior, la acumulaci¨®n de capital basado en el conocimiento, las estrechamente relacionadas inversi¨®n en I+D y la capacidad empresarial, son esenciales. Sin embargo, la OCDE, en un trabajo reciente, The Future of Productivity, advierte que la difusi¨®n del conocimiento no puede darse por garantizada: va a depender en gran medida de las capacidades empresariales para captarla.
En la medida en que la PTF refleja la eficiencia con que los factores de la producci¨®n son utilizados, las mejoras organizativas en las empresas y, muy especialmente, la calidad de la funci¨®n empresarial, de la gesti¨®n, desempe?an un papel central. Lo hacen facilitando la absorci¨®n y aplicaci¨®n de nuevas ideas, la asimilaci¨®n de innovaciones, pero tambi¨¦n en la m¨¢s amplia funci¨®n de combinaci¨®n y coordinaci¨®n de todos los factores que operan en la empresa. El ejemplo con mayor vigencia y m¨¢s amplio respaldo emp¨ªrico es el aprovechamiento de las posibilidades asociadas a la extensi¨®n de las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y de la comunicaci¨®n (TIC), de las ventajas que depara la ¡°cuarta revoluci¨®n industrial¡± en torno a la creciente digitalizaci¨®n.
Esa necesaria asimilaci¨®n de la difusi¨®n del conocimiento exige adaptaciones en la organizaci¨®n y en los procesos de decisi¨®n de las empresas que no siempre encuentran la capacidad y habilidades necesarias de quien las gobierna. Y ah¨ª radica una de las principales diferencias en t¨¦rminos de progreso y prosperidad de las distintas econom¨ªas.
Tener buenos o malos empresarios, o directivos empresariales, no es neutral. Si esto era f¨¢cil de intuir, varias investigaciones le dan respaldo emp¨ªrico suficiente. Entre otras, la de D. Andrews y B. Westmore Managerial Capital and Business R&D as Enablers of Productivity Convergence, OCDE, 2014, destaca la evidencia de que el ritmo de crecimiento de la PTF de una econom¨ªa est¨¢ positivamente relacionada con la calidad de su ¡°capital gerencial¡±. Y esta explica una parte significativa de las diferencias en PTF entre las econom¨ªas m¨¢s avanzadas y el resto, as¨ª como las diferencias entre distintas empresas en el seno de las econom¨ªas. Al menos la mitad de la diferencia en el crecimiento de la productividad entre EE UU y Europa entre 1995 y 2004 es explicada por la existencia en el primero de capacidades de gesti¨®n empresarial superiores.
El trabajo difundido hace unos meses por N. Bloom, R. Sadun y J. V. Reenen Management as a Technology, despu¨¦s de revisar datos de 10.000 empresas manufactureras correspondientes a 30 pa¨ªses, concluye que aproximadamente una cuarta parte de las diferencias existentes en la productividad entre pa¨ªses pueden ser atribuidas a diferencias en la calidad gerencial. Asumen la idea que las formas de gesti¨®n empresarial son como una tecnolog¨ªa, en t¨¦rminos de su contribuci¨®n al aumento de la PTF. Pero tambi¨¦n verifican que la calidad de la gesti¨®n empresarial depende en gran medida del grado de competencia de los mercados en los que operan las empresas. La asociaci¨®n positiva de la calidad de la gesti¨®n con la edad y dimensi¨®n de las empresas es otra conclusi¨®n relevante.
La posici¨®n de Espa?a en el trabajo de Andrews y Westmore no es muy favorable. La contribuci¨®n de la PTF al aumento del PIB por habitante ya era de las m¨¢s bajas bastantes a?os antes de la crisis; en realidad constituy¨® un drenaje en todo el periodo 2000 y 2011. Y reducida, tanto en t¨¦rminos absolutos como en comparaci¨®n con otros pa¨ªses, ha sido tambi¨¦n la inversi¨®n en I+D de las empresas espa?olas entre 1986 y 2008. En los indicadores de calidad gerencial, las posiciones tampoco son buenas: Espa?a queda en la posici¨®n 18? del World Management Survey correspondiente a 2014. Como consecuencia de esas menores contribuciones de la calidad gerencial y de la inversi¨®n empresarial en capital tecnol¨®gico, en el ejercicio de proyecci¨®n a 2060 del PIB por habitante de varios pa¨ªses, el espa?ol es de los que menos avanza, apenas el 15%.
Por muy esc¨¦pticos que seamos acerca de la fiabilidad de proyecciones a tan largo plazo, s¨ª convendr¨ªa asumir que prestar atenci¨®n al fortalecimiento de la PTF, a la generaci¨®n de ese colesterol bueno del crecimiento, deber¨ªa ser un prop¨®sito prioritario. La mejora de la calidad empresarial es una de las condiciones necesarias para facilitar la difusi¨®n del conocimiento en que se sustentar¨¢n esas mejoras de la eficiencia. Atenderla es poco costosa en t¨¦rminos convencionales, presupuestarios, y sus resultados podemos observarlos a un plazo no muy largo. La observaci¨®n de William Baumol acerca de la generaci¨®n de incentivos sociales para que a la funci¨®n empresarial se asignen talentos, o la no menos t¨®pica de J.M. Keynes sugiriendo la distinci¨®n entre empresarios y logreros, sigue siendo pertinentes para la disposici¨®n de ese intangible.
Con todo, no es necesario insistir mucho en que a ello pueden contribuir igualmente otras formas de fortalecimiento de la productividad igualmente amparadas en la experiencia. La calidad de la regulaci¨®n y de las instituciones, la suficiente oxigenaci¨®n competitiva en todos los mercados, la inversi¨®n privada y p¨²blica en I+D y, no menos importante, la educaci¨®n. Aquella afirmaci¨®n que hiciera Paul Krugman hace m¨¢s de 20 a?os ¡ª¡°la productividad no es todo, pero a largo plazo es casi todo¡±¡ª ha encontrado en esta larga resaca de la crisis su m¨¢s importante valedor.
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