Las estrategias persuasivas de los economistas
Sin una buena econom¨ªa estamos condenados a repetir errores pasados derivados de nuestra ignorancia o ideolog¨ªa
La econom¨ªa y sus profesionales se enfrentan a una seria encrucijada. Una encuesta reciente en Estados Unidos muestra que solo un 20% de la poblaci¨®n conf¨ªa en los economistas, lo que nos coloca en la pen¨²ltima posici¨®n del ranking, solo por delante de los pol¨ªticos. La creciente p¨¦rdida de confianza de los ciudadanos nos obliga a reflexionar. Una de las razones de este descr¨¦dito es la manifiesta incapacidad para predecir algunos de los grandes problemas econ¨®micos y, muy especialmente, el alcance y la intensidad de las crisis. Hasta el ...
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La econom¨ªa y sus profesionales se enfrentan a una seria encrucijada. Una encuesta reciente en Estados Unidos muestra que solo un 20% de la poblaci¨®n conf¨ªa en los economistas, lo que nos coloca en la pen¨²ltima posici¨®n del ranking, solo por delante de los pol¨ªticos. La creciente p¨¦rdida de confianza de los ciudadanos nos obliga a reflexionar. Una de las razones de este descr¨¦dito es la manifiesta incapacidad para predecir algunos de los grandes problemas econ¨®micos y, muy especialmente, el alcance y la intensidad de las crisis. Hasta el Fondo Monetario Internacional reconoce que las recesiones se manifiestan habitualmente de manera imprevista: fuimos incapaces de anticipar la mayor¨ªa de las m¨¢s de 150 sucedidas en varios pa¨ªses en los ¨²ltimos 25 a?os. Especialmente dolorosa por sus secuelas y sus consecuencias reputacionales fue la falta de previsi¨®n, salvo algunas excepciones, de la crisis de 2008.
Otra clave es la prevalencia de algunas recetas de pol¨ªtica econ¨®mica que no est¨¢n respaldadas por evidencias concluyentes. Se argumenta a menudo que esta ciencia social implica el arte de la persuasi¨®n. En ausencia de criterios metodol¨®gicos uniformes y contrastes emp¨ªricos definitivos, los economistas se ven obligados frecuentemente a confiar en sus juicios de valor y tratan de convertir sus propias valoraciones en argumentos persuasivos, que permiten orientar, con desigual fortuna, las decisiones pol¨ªticas. Para entender el ¨¦xito de determinadas proposiciones es importante, por tanto, el contexto y las formas en que estas se postulan.
El an¨¢lisis de c¨®mo razonan y argumentan los economistas es relevante y permite a?adir a la reflexi¨®n sobre los m¨¦todos en econom¨ªa un elemento central en la explicaci¨®n de lo sucedido en otros campos cient¨ªficos, como es la importancia de esos factores externos y, sobre todo, de las narrativas. Si se comparte el principio de que el conocimiento de algunos problemas econ¨®micos fundamentales es todav¨ªa limitado, a pesar del gran esfuerzo te¨®rico y emp¨ªrico desarrollado, no es ocioso recurrir a la capacidad que tienen estas estrategias persuasivas para moldear la toma de decisiones.
A mediados de los a?os ochenta, Deirdre McCloskey mostr¨® c¨®mo la ret¨®rica pod¨ªa hacer tabla rasa de restricciones innecesarias sobre las maneras v¨¢lidas de reflexionar y argumentar en econom¨ªa. Era necesario que los economistas prestaran atenci¨®n a su propia ret¨®rica y no tanto a la predicci¨®n, el control y la refutaci¨®n. Lo que parec¨ªa mostrar una mayor capacidad de persuasi¨®n no era siempre el contraste emp¨ªrico o una predicci¨®n satisfactoria, sino otros elementos que no ten¨ªan en cuenta una metodolog¨ªa expl¨ªcita. Varios autores han recalcado la singularidad de los discursos econ¨®micos, enfatizando la importancia del tipo de lectura adecuada para analizar la econom¨ªa y las diferentes opciones para hacerlo. La ciencia econ¨®mica, sin embargo, ha tendido a institucionalizarse como un discurso cada vez m¨¢s un¨ªvoco, reflejo de un lenguaje y un sistema de valores crecientemente uniforme, que la aleja de su verdadera naturaleza de lenguaje plural.
El desarrollo m¨¢s reciente en el campo de la persuasi¨®n y el lenguaje de los economistas lo ofrece el Nobel Robert Shiller en su Narrative Economics, donde subraya la importancia de la difusi¨®n y la din¨¢mica de las narrativas populares y de sus cambios en el tiempo para entender las fluctuaciones econ¨®micas. Shiller sostiene que la realidad econ¨®mica est¨¢ determinada por nuestros sentimientos y que estos, a su vez, tienen su origen en lo que describe como narrativas, que vendr¨ªan a ser historias con el potencial suficiente para modificar el modo en que los individuos adoptan decisiones econ¨®micas. Para ¨¦l, episodios como la Gran Depresi¨®n o el cambio a favor de los recortes impositivos de los Gobiernos estadounidense y brit¨¢nico en los a?os ochenta no pueden entenderse sin sus narrativas previas. Aunque identificar la direcci¨®n de la causalidad entre los cambios econ¨®micos y esas narrativas es, sin duda, complejo, este es un campo prometedor.
Bases err¨®neas
El principal problema es que muchas de esas narrativas pueden construirse sobre bases err¨®neas o falsas. En un mundo globalizado, las ideas se extienden igual o m¨¢s r¨¢pido que los propios flujos de bienes y servicios y las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n tienen una enorme capacidad de difundir informaciones que no son ciertas. Las narrativas de los economistas tambi¨¦n pueden ser falsas o, incluso, manipuladoras. Uno de los ejemplos m¨¢s c¨¦lebres tal vez sea la famosa curva de Laffer, que ha vuelto a aparecer en algunos de los discursos de los economistas para dar respuesta a la crisis actual, de la que se inferir¨ªa que las rebajas de impuestos aumentar¨ªan a la vez la recaudaci¨®n y el crecimiento econ¨®mico, mejorando el bienestar social. Para Paul Krugman la propuesta de Laffer es un ejemplo de ideolog¨ªas zombis en econom¨ªa, que son aquellas teor¨ªas que deber¨ªan haber sido eliminadas por la evidencia, pero que reaparecen recurrentemente debido a los intereses econ¨®micos que las sostienen.
Probablemente, la mejor estrategia persuasiva es, como se?alan Abhijit Banerjee y Esther Duflo, otros premios Nobel, en su Good Economics for Hard Times, mostrar no solo nuestras conclusiones, sino el camino recorrido para alcanzarlas. Ha habido avances sustanciales en el desarrollo de la econom¨ªa que han ampliado las soluciones reales frente a problemas de gran magnitud y las respuestas de pol¨ªtica econ¨®mica en algunos pa¨ªses durante la pandemia son un buen ejemplo. La buena econom¨ªa es la que toma como punto de partida el an¨¢lisis de realidades complejas, realiza hip¨®tesis desde el conocimiento adquirido sobre el comportamiento real y las teor¨ªas que han sido probadas como satisfactorias, utiliza datos adecuados para contrastar esas hip¨®tesis y puede ofrecer algunas soluciones. Sin una buena econom¨ªa estamos condenados a repetir errores pasados, derivados de nuestra ignorancia, simples intuiciones, ideolog¨ªas o inercias. En cualquier caso, como concluyen los mismos autores, la econom¨ªa sigue siendo demasiado importante como para dejarla sola en manos de los economistas.
Luis Ayala es catedr¨¢tico de Econom¨ªa en la UNED.