La era del miedo ya est¨¢ aqu¨ª: por qu¨¦ la cohesi¨®n social puede saltar por los aires
Cuando la Gran Recesi¨®n empezaba a quedar atr¨¢s lleg¨® la covid, luego la guerra y ahora la crisis energ¨¦tica. La sociedad busca nuevas respuestas econ¨®micas a las numerosas incertidumbres que nos rodean
Todas las sociedades que surgen alg¨²n d¨ªa perecer¨¢n. En uno de los libros m¨¢s influyentes de finales del siglo pasado, El colapso de las sociedades complejas (1988), Joseph Tainter, antrop¨®logo, defiende que ¡°las sociedades son fr¨¢giles y transitorias¡±. ¡°Casi todas las que han existido alguna vez desaparecieron¡±. En los ¨²ltimos a?os, la sociedad ha igualado el concepto de colapso al de ¡°fragilidad¡±, ¡°resiliencia¡±, ¡°riesgo¡± y ¡°sostenibilidad¡±. Y si bien el pasado nunca resuelve los problemas del presente, da pistas. La Edad de Bronce (sobre 1177 antes de Cristo) se desvaneci¨® de Europa p...
Todas las sociedades que surgen alg¨²n d¨ªa perecer¨¢n. En uno de los libros m¨¢s influyentes de finales del siglo pasado, El colapso de las sociedades complejas (1988), Joseph Tainter, antrop¨®logo, defiende que ¡°las sociedades son fr¨¢giles y transitorias¡±. ¡°Casi todas las que han existido alguna vez desaparecieron¡±. En los ¨²ltimos a?os, la sociedad ha igualado el concepto de colapso al de ¡°fragilidad¡±, ¡°resiliencia¡±, ¡°riesgo¡± y ¡°sostenibilidad¡±. Y si bien el pasado nunca resuelve los problemas del presente, da pistas. La Edad de Bronce (sobre 1177 antes de Cristo) se desvaneci¨® de Europa por sequ¨ªas, terremotos, hambrunas, luchas pol¨ªticas, migraciones en masa y el cierre de las rutas comerciales. Tan lejos, tan familiar.
El banco Credit Suisse advierte de que hemos creado ¡°sociedades preocupadas¡±. La pandemia, la desigualdad y la pobreza, el paro, la corrupci¨®n financiera y pol¨ªtica, la violencia y la inflaci¨®n encabezan esas noches en las que el sue?o se esconde en las esquinas de la habitaci¨®n. ¡°El gran problema de nuestra era es la inequidad¡±, observa por tel¨¦fono Daron Acemoglu, profesor de Econom¨ªa en el Instituto Tecnol¨®gico de Massachusetts (MIT) y candidato recurrente al Nobel. La gente vive preocupada. Las elevadas tasas de desigualdad suponen que la econom¨ªa no funciona bien y resulta contraria al sentido inherente de justicia. En Espa?a ¡ª¨²ltimos datos disponibles de la OCDE, 2020¡ª el coeficiente de Gini era de 0,32 (0 es total equidad y 1 completa injusticia ). ¡°El resquicio de esperanza es que, si las personas se preocupan, de verdad, podr¨ªan obligar a nuestros aletargados y corruptos pol¨ªticos a hacer algo¡±, critica Acemoglu. Por ahora, la gente conf¨ªa m¨¢s en el liderazgo de las empresas (55%) que en la res publica (44%). ?Qui¨¦n transforma en un poema esos porcentajes?
Asoma aquella otra pregunta de Vargas Llosa. ¡°?En qu¨¦ momento se jodi¨® el Per¨²?¡±. En Espa?a, durante 2019, hubo una media de 566.000 hogares sin ingresos de origen laboral. Un a?o m¨¢s tarde aument¨® a 619.000 y en 2021 se mantuvo en 620.000. Es la memoria de Carlos Mart¨ªn, director del Gabinete Econ¨®mico de CC OO. ¡°Demasiada incertidumbre ¡ªpese al efecto positivo de los ERTE y las prestaciones a los aut¨®nomos¡ª en miles de casas y miles de futuros¡±, reflexiona. Cortan las esquirlas del tiempo. ?Qu¨¦ suceder¨¢ con mi trabajo y mi familia? ¡°Es poco probable que la pol¨ªtica pueda reducir la desigualdad al nivel de d¨¦cadas anteriores¡±, lamenta Nicholas Barr, profesor de Econom¨ªa P¨²blica en la London School of Economics (LSE). Aunque pueden ayudar los impuestos progresivos sobre las rentas y la redistribuci¨®n de los beneficios.
Esperanzas limitadas
Las estad¨ªsticas aportan esperanzas limitadas. En el primer trimestre de 2022, el nivel de empleo (20,08 millones de ocupados) era superior al registrado antes de la pandemia y la tasa de paro (13,6%) se situ¨® solo un punto por debajo de la soportada los meses anteriores al coronavirus. Pese a todo, el desempleo contin¨²a siendo la mayor preocupaci¨®n (49%) espa?ola. Arrastra ese eco de trauma hist¨®rico al igual que la inflaci¨®n en Alemania.
Ante las grietas del sistema, muchos economistas buscan un adjetivo que humanice al capitalismo. Desde ¡°integrador¡± a ¡°progresista¡±. En Grecia, sus pensadores actuales persiguen una nueva ret¨®rica. ¡°Si pudieran elegir, la mayor¨ªa de los capitalistas optar¨ªan por un capitalismo inclusivo que generara menos desigualdad, CO2 o injusticia¡±, desgrana Yanis Varoufakis, exministro de Finanzas heleno y parlamentario. ¡°Pero lo cierto es que ninguno hace nada para conseguirlo. E incluso, si varios, heroicamente, lo intentan, son muy pocos pensando en crear alguna diferencia. Este tipo de capitalista se extingue. O sea, el capitalismo no puede ser la soluci¨®n a los fracasos que el propio capitalismo produce¡±.
La geopol¨ªtica ha cruzado las fronteras rojas. Europa se cansa de contar las guerras sufridas y crece el sentido de desmoronamiento. ¡°Se habla bastante de capitalismo inclusivo, pero no se lo ve mucho¡±, admite el economista serbio-estadounidense Branko Milanovi?, una de las referencias mundiales en inequidad. ¡°Se atisb¨® en el pico de la covid-19, cuando los gobiernos ricos hicieron transferencias extraordinarias en apoyo a las pymes, las personas desempleadas o con riesgo de perder su trabajo¡±. Fue el murmullo de una conciencia colectiva que se apag¨® pronto. ¡°La lecci¨®n es an¨¢loga. Necesitamos solidaridad social en un momento de crisis: epidemias, enfrentamiento comercial, elevada inflaci¨®n y guerras que son reales¡±, resume. ?Solidaridad? Entre el ¨²ltimo trimestre de 2020 y el primero de 2021, el valor de las exportaciones de petr¨®leo ruso se duplicaron. De 16.000 a 32.000 millones de d¨®lares. Durante 2020 su maquinaria de guerra le costaba 62.000 millones (unos 61.000 millones de euros). Occidente ha financiado la ofensiva. Las petroleras quieren ingresos, y la sociedad, seguridad energ¨¦tica.
Otro territorio casi virgen es una inflaci¨®n desconocida en cuatro d¨¦cadas. El Banco de Espa?a ha advertido de que la mitad de los convenios colectivos firmados pensando en 2023 tienen cl¨¢usulas de indexaci¨®n. Los salarios subir¨¢n seg¨²n el alza de los precios. ¡°Alemania, Reino Unido y Pa¨ªses Bajos¡±, analiza Swarnodeep Homroy, profesor de Finanzas de la Universidad de Groningen (Pa¨ªses Bajos), ¡°replican este mecanismo¡±. La econom¨ªa cl¨¢sica ense?a que la inflaci¨®n se puede controlar en un a?o. Pero arder¨¢ durante tiempo. ¡°La desglobalizaci¨®n, la fractura comercial en dos bloques y las brechas en las cadenas de suministro representan un coste a?adido a los precios de los productos¡±, alerta Jos¨¦ Montalvo, catedr¨¢tico de Econom¨ªa de la Universidad Pompeu Fabra (UPF).
Y Ucrania es un punto de fuga. Nunca el centro de la casa azul y blanca. Los problemas llegaron antes. El comercio mundial de bienes (suma de importaciones y exportaciones) se ha reducido en cuatro puntos porcentuales (47%) del PIB global desde su m¨¢ximo durante 2008. La actividad del planeta solo crecer¨¢ un 2,9% este a?o. ¡°Y en muchos pa¨ªses, la recesi¨®n ser¨¢ muy dif¨ªcil de evitar¡±, ha advertido David Malpass, presidente del Banco Mundial. Mientras, seguimos a vueltas con la esperanza de la econom¨ªa circular. El banco Goldman Sachs calcula que puede a?adir 4,5 billones de d¨®lares a la producci¨®n en 2023 y unos 25 billones durante 2050.
Sin embargo, ocurre un fen¨®meno ins¨®lito. La inflaci¨®n se est¨¢ polarizando. En Mallorca o Marbella existen vacantes en el mercado, por ejemplo, de camareros, pero sus sueldos (superiores, proporcionalmente, a la media) apenas llegan para pagar el alquiler. Un estudio de Rebecca Diamond, profesora de Econom¨ªa de la escuela de negocios de Stanford, revela las diferencias en el coste de la vida entre ciudades de Estados Unidos seg¨²n su tama?o y densidad de poblaci¨®n. ¡°Existen distancias brutales entre las gigantes metr¨®polis y los peque?os centros urbanos o las ¨¢reas rurales¡±, incide Montalvo. En Europa ocurre lo mismo. Nuestro destino est¨¢ interconectado. ¡°No hay escapatoria para las sociedades complejas. Ninguna naci¨®n puede, individuamente, colapsar. El mundo entero se desintegrar¨ªa en su conjunto¡±, escribe Tainter. Pese a resbalar cerca del acantilado. El presupuesto militar de Estados Unidos ha crecido de 138.000 millones de d¨®lares en 1980 a 759.000 millones estos d¨ªas.
La destrucci¨®n define nuestra existencia. Las ciudades tienen una antig¨¹edad de 6.000 a?os. Una gota de roc¨ªo en un oc¨¦ano de tiempo. Hace 300.000 a?os que habita el ser humano sobre la Tierra. Las escrituras hebreas recuerdan la aniquilaci¨®n de Sodoma y Gomorra, y en La Rep¨²blica, Plat¨®n compara a las ciudades con animales y plantas. Nacen y perecen. Entre medias, la preocupaci¨®n. ¡°Debemos mejorar mucho en proporcionar una red de seguridad social en los pa¨ªses¡±, explica Kenneth Rogoff, profesor de Econom¨ªa en la Universidad de Harvard y antiguo economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI). ¡°Pero la mayor¨ªa de las intervenciones que se han propuesto para redistribuir los ingresos (por ejemplo, la subida de los salarios m¨ªnimos) corren el riesgo de hacer da?o en vez de ayudar¡±. Rogoff cree que la retirada de la globalizaci¨®n contribuir¨¢ a reducir muchas de las preocupaciones de las sociedades desarrolladas. ¡°Aunque ser¨¢ un desastre para los pa¨ªses pobres y de renta media¡±, prev¨¦. Los futuros sobre el petr¨®leo y el trigo ya han subido el 53% y el 89%, respectivamente, desde comienzos de 2020.
En Roma, el caminante encuentra con facilidad el edificio de la FAO (Organizaci¨®n de las Naciones Unidas para la Alimentaci¨®n). En una ciudad donde todo parece que sucedi¨® ayer, el presente es hambre que no cesa. Entre 702 y 828 millones de personas (datos de julio) sufrieron esa miseria en 2021. Unos 46 millones de seres humanos m¨¢s que durante 2020. El futuro trae sufrimiento. En 2030 casi 670 millones de vidas se enfrentar¨¢n al hambre. El 8% de la poblaci¨®n mundial. Es la misma cifra que durante 2015. Ese a?o se cre¨® la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Afloran las ruinas. ¡°Los precios de los alimentos se mantendr¨¢n caros mientras tambi¨¦n lo sea la energ¨ªa. Porque esto significa elevados costes de los fertilizantes y del combustible de la maquinaria agraria¡±, pronostica M¨¢ximo Torero, economista jefe de la organizaci¨®n. El problema es la asimetr¨ªa. Extraer m¨¢s petr¨®leo puede ser casi instant¨¢neo, cultivar m¨¢s cereales exige aguardar el ciclo de la naturaleza. El atajo es evitar el desperdicio alimentario. Una forma de alimentar a 1.260 millones de personas al a?o.
Indignaci¨®n creciente
Junto a la escasez econ¨®mica, abunda la indignaci¨®n. Credit Suisse ha elaborado su propio sistema m¨¦trico para medirla. Combina el ¨ªndice de delincuencia, los precios reales de la vivienda, su relaci¨®n con los ingresos, el PIB per capita, la esperanza de vida y la corrupci¨®n. Han medido seis pa¨ªses: Brasil, China, Francia, Alemania, Reino Unido y Estados Unidos. Y el gr¨¢fico es una subida escarpada. M¨¢s ira. La pandemia ha aumentado los multimillonarios en Estados Unidos a 686 personas. Por muchos problemas que tengan ni se asemejan a los 700 millones que pasan hambre. Detr¨¢s cojean los pupitres. ¡°El sistema educativo, que tendr¨ªa que ofrecer oportunidades siguiendo un principio de equidad, se ha convertido en la mayor fuente de desigualdad¡±, subraya Mauro Guill¨¦n, decano de la Cambridge Judge Business School. Pesa m¨¢s la familia donde se nace que la formaci¨®n. La educaci¨®n virtual (en Estados Unidos genera 2.000 millones de d¨®lares) promet¨ªa equidad. ¡°Pero el agrandamiento de la brecha digital durante la pandemia no augura buenos resultados¡±, admite el docente.
Una l¨ªnea de puntos discontinuos une educaci¨®n, empresas y valores. Los economistas sienten pasi¨®n por acu?ar t¨¦rminos. El pen¨²ltimo: ¡°Woke Capital¡±. Capital progre. Aunque no existe una definici¨®n precisa. Son grandes corporaciones que ¡°defienden¡± causas sociales pero sin cambiar los valores propios. ¡°La publicaci¨®n de Chase Bank en Instagram de una bandera arco¨ªris la semana del orgullo gay de Nueva York es un ejemplo de cambio falso¡±, describe Jay Caspian, columnista en The New York Times. Las compa?¨ªas forman parte de la preocupaci¨®n. Su narrativa es, sobre todo, demogr¨¢fica. ?Qu¨¦ ocurrir¨¢ cuando se jubile la generaci¨®n del baby boom (m¨¢s de 55 a?os)? Y de ah¨ª, al discurso, recurrente, de la juventud y cuidar el talento. ¡°A medida que las plantillas se alejan de la generaci¨®n m¨¢s antigua y se acercan a la m¨¢s joven, las organizaciones que ofrezcan flexibilidad, o transmitan que el trabajo que desempe?an tiene importancia, tendr¨¢n ventaja para contratar¡±, vaticina Vanessa Burbano, profesora en la escuela de negocios de Columbia. Aunque la flexibilidad del mercado laboral estadounidense ni se asemeja al espa?ol. Los americanos utilizaron la pandemia para repensar el sentido de su vida laboral. Fue la famosa Gran Renuncia en 2021 de 40 millones de trabajadores. ¡°Una profunda llamada de atenci¨®n para que las empresas inviertan en su cultura y en su gente¡±, comenta Aymeric Gastaldi, gestor en Edmond de Rothschild. Pero no comparten pensamiento. Las ¨²ltimas decisiones de la Corte Suprema revelan una sociedad muy polarizada.
Un mundo colapsa y otro se alza. Entre medias, la preocupaci¨®n. ¡°La guerra, la pandemia, la subida de precios y la crisis clim¨¢tica complican el cambio hacia una ¡®nueva normalidad¡¯, que todav¨ªa no sabemos muy bien c¨®mo ser¨¢¡±, apunta Nuria Rodr¨ªguez-Planas, profesora de Econom¨ªa en la City University de Nueva York (Queen College). ¡°Estamos en plena transici¨®n sin saber a d¨®nde vamos, y con una enorme necesidad de l¨ªderes con una gran visi¨®n. Vienen tiempos convulsos y habr¨¢ ganadores y perdedores de todo este proceso¡±. Aunque quiz¨¢ deber¨ªamos dejar atrapado el pesimismo en su propia niebla.
Algo dif¨ªcil en un verano de incendios. Sin embargo, la emergencia clim¨¢tica no figura entre las preocupaciones que recoge el ¨ªndice del malestar desarrollado por Credit Suisse. Tal vez debido a los ataques de pol¨ªticos populistas, cierta industria financiera y activista que zarandea los tres billones de euros destinados a fondos sostenibles. El ecosistema ESG (medio ambiente, sostenibilidad y gobernanza) lleva a?os amenazado. Elon Musk lo califica de ¡°fraude¡±; Tariq Fancy, antiguo director de inversiones sostenibles de BlackRock, avisa de ¡°un peligroso placebo¡±, y Desiree Fixler, exresponsable de ESG de la gestora DWS, cree que el acr¨®nimo carece de significado.
El emprendedor Vivek Ramaswamy defiende, en Financial Times, que la verdadera lucha de nuestro tiempo no es entre la izquierda y la derecha, sino ¡°entre la clase gestora y los ciudadanos modernos. Es la reencarnaci¨®n de lo sucedido durante 1776 [Declaraci¨®n de Independencia] en Estados Unidos¡±. Sorprende la Iglesia. Entiende, mejor que las finanzas, que el mercado resulta incapaz de garantizar la inclusi¨®n social o el cuidado del entorno. El papa Francisco escribe durante 2015 en su Alabado seas (Laudato si): ¡°Las lecciones de la crisis financiera mundial todav¨ªa no han sido asimiladas, y estamos aprendiendo demasiado despacio las lecciones del deterioro medioambiental¡±. Pobre acr¨®nimo. ¡°La integraci¨®n de la ESG en las decisiones de inversi¨®n se encuentra en una etapa muy temprana. Sin embargo, con el tiempo mejorar¨¢. ?Pero hay que empezar por alg¨²n lado!¡±, exclama Andrew Clare, profesor de gesti¨®n en la escuela de negocios Bayes (Universidad de Londres). Aunque las ¨²ltimas estimaciones avanzan una subida de la temperatura media mundial entre dos y tres grados Celsius. Demasiadas potencias se desentienden.
Plaga b¨ªblica
Llegamos tarde. La preocupaci¨®n ya est¨¢ instalada, porque las familias no son responsables de una pandemia o de la guerra en Ucrania. Es igual que una plaga b¨ªblica. Si fueran langostas ser¨ªan como copos negros de nieve devorando campos dorados de cereal. Pero el riesgo profundo es debilitar la cohesi¨®n social. La gran amenaza atraviesa la p¨¦rdida de poder adquisitivo de salarios, pensiones y prestaciones sociales. Una respuesta ¡ªpropone Carlos Mart¨ªn¡ª ser¨ªa un pacto de rentas que reparta los costes del aumento externo de los precios, de la energ¨ªa y las materias primas entre empresas, trabajadores, rentistas y contribuyentes; que proteja a los m¨¢s vulnerables.
La ira en las calles ya est¨¢ siendo la contestaci¨®n de Ecuador (destina 3.000 millones de d¨®lares anuales a congelar los precios del gas), Ghana y Sud¨¢frica a la subida de combustibles e impuestos. El malestar social cuesta un punto del PIB seis trimestres despu¨¦s del suceso que lo desencaden¨®. ¡°La guerra en Ucrania ha supuesto un gran golpe para las perspectivas de recuperaci¨®n econ¨®mica en Espa?a y Europa. Desgraciadamente, si somos incapaces de atajar estos problemas [desencanto, inflaci¨®n], podr¨ªan generar una frustraci¨®n social que ser¨ªa muy da?ina para la cohesi¨®n de nuestras sociedades¡±, advierte Javier Solana, presidente de EsadeGeo y ex secretario general de la OTAN.
La esperanza queda en las letras de Francis Fukuyama, quiz¨¢ el polit¨®logo m¨¢s respetado de nuestro tiempo. En septiembre publicar¨¢ en espa?ol El liberalismo y sus desencantados (Deusto). Confiemos en su acierto. Los defensores del liberalismo ilustrado parecen pocos pero est¨¢n comprometidos. En Ucrania, millones de velas arden a la espera de que se atiendan sus plegarias. La humanidad est¨¢ tropezando con su peor naturaleza. Pero se dirige hacia un estado de gracia, una sociedad que busca el equilibrio entre libertad econ¨®mica e inequidad, que protege los derechos individuales y promueve la justicia para todos. Claro, es dif¨ªcil. Exige ciudadanos comprometidos. Aunque, como escribe el analista pol¨ªtico Joe Klein, cualquier otro destino ¡°resulta inimaginable¡±.
El don de hacer marchitar un cactus
Hay personas que tienen la capacidad de entrar en una habitación y con su resplandor marchitar un cactus. Donald Trump, Viktor Orbán, Vladímir Putin (quien quiere convertir Ucrania en un osario), Recep Erdogan o los arquitectos populistas del Brexit formarían parte de esta escuela económica sin nombre. La seguridad personal es una de las preocupaciones que ha detectado el banco Credit Suisse. Es mover ese baúl secreto que es la memoria. El siglo XX fueron 100 años perdidos. Murieron unos 187 millones de personas en guerras y conflictos. Solo la gripe española mató entre 1918 y 1919 a unos 675.000 estadounidenses. El mundo ha superado épocas más difíciles que las del coronavirus y la codicia rusa. Las preocupaciones se actualizan. Por ejemplo, la ciberseguridad. El ataque al oleoducto Colonial Pipeline en Estados Unidos en mayo de 2021 demostró la fragilidad virtual de las infraestructuras. Las consecuencias fueron largas colas en las gasolineras y cancelaciones de vuelos. “Esto demuestra lo grave que pueden ser estos ataques”, refrenda Reto Hess, analista sénior de la entidad financiera. El FBI prevé que este año aumenten las ofensivas. Y el valor de la higiene (algo que ya enseñaron griegos y romanos) regresa después de centurias en un cierto exilio.
Pero, por fortuna, alumbra un arco de luna azul rompiendo sobre el cielo de poniente. Una imagen ajena a las preocupaciones. Este siglo es, sin duda, el de las mujeres. Las empresas con más de un 20% en puestos directivos —según el trabajo de Credit Suisse Gender 3000— consiguen un ebitda (beneficios antes de intereses e impuestos) del 19%, frente al 17% de las compañías con únicamente un 15% o menos en posiciones de responsabilidad.
Fiel a su inercia, el mundo rota y la historia regresa a su principal desasosiego: la desigualdad. “No creo que hoy en día nadie pueda argumentar de forma seria que la democracia estadounidense funciona bien”, reflexiona Daron Acemoglu, profesor de Economía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). “Y aunque carecemos de pruebas de que esto se deba a la inequidad, sí hay muchas evidencias plausibles de que los elevados niveles de injusticia han sido una fuerza de corrupción”. Por ejemplo, bastantes personas han recurrido al “populismo autoritario” de Trump porque sienten que se han quedado atrás económicamente. “Y a la vez se ha fortalecido una pequeña élite que controla, gracias a sus contribuciones, las campañas de los políticos de ambos partidos”, advierte el economista. Necesitamos fuera de la sociedad a quienes tienen el don de entrar en una habitación y marchitar un cactus.