Contra la desesperanza, un contrato social para los buenos empleos
El trabajo y no solo el bienestar de los consumidores ha de ser el santo y se?a de todas las pol¨ªticas
Una parte de la poblaci¨®n de las democracias occidentales ha perdido la esperanza en el futuro. En mi vida acad¨¦mica veo diariamente testimonios de esta desesperanza. Hace unos a?os dirig¨ª un curso de verano para los 50 mejores estudiantes de bachillerato de Galicia. La mayor¨ªa estaban seguros de que acabar¨ªan sus estudios, pero pensaban que no tendr¨ªan posibilidad de progresar. Un chico con expediente de 10, matriculado en Ingenier¨ªa de Caminos, me dijo que lo m¨¢s probable es que acabara descargando cajas de pescado en la Lonja de Vigo. Para ellos, el esfuerzo ya no era un una palanca para el...
Una parte de la poblaci¨®n de las democracias occidentales ha perdido la esperanza en el futuro. En mi vida acad¨¦mica veo diariamente testimonios de esta desesperanza. Hace unos a?os dirig¨ª un curso de verano para los 50 mejores estudiantes de bachillerato de Galicia. La mayor¨ªa estaban seguros de que acabar¨ªan sus estudios, pero pensaban que no tendr¨ªan posibilidad de progresar. Un chico con expediente de 10, matriculado en Ingenier¨ªa de Caminos, me dijo que lo m¨¢s probable es que acabara descargando cajas de pescado en la Lonja de Vigo. Para ellos, el esfuerzo ya no era un una palanca para el progreso ni un seguro contra la precarizaci¨®n. Se ven sin posibilidad de emanciparse y de crear familias. Renuncian a tener hijos por no estar seguros de poder educarlos. Esta desesperanza no la sienten s¨®lo los j¨®venes. Muchos trabajadores sin empleo o con trabajos precarios viven en la inseguridad econ¨®mica m¨¢s absoluta. Y aun aquellos que tienen un buen empleo, temen perderlo por la robotizaci¨®n y digitalizaci¨®n de la econom¨ªa. Este miedo al futuro se da tambi¨¦n en otros grupos sociales, como los pensionistas, para los que el aumento de la esperanza de vida representa una amenaza y no una bendici¨®n.
?Cu¨¢l es la ra¨ªz de esta desesperanza? Durante un tiempo pens¨¦ que se deb¨ªa a la tremenda desigualdad de ingresos que ha tenido lugar en los ¨²ltimos cuarenta a?os, una yuxtaposici¨®n de pobreza rampante y riqueza ostentosa. Pero no es la posici¨®n en el ranking de la distribuci¨®n de los ingresos la causa de la desesperanza, sino la inseguridad econ¨®mica en la que viven. Hay que recuperar la centralidad del empleo en la vida de las personas para construir una pol¨ªtica de la esperanza.
Adem¨¢s, la inseguridad econ¨®mica tiene efectos da?inos en la democracia y en el capitalismo. Es la causa de la inestabilidad pol¨ªtica que sufren las democracias y del riesgo de precipitarse en la barbarie del totalitarismo, como ocurri¨® hace un siglo. Adem¨¢s, la falta de buenos empleos deslegitima social y pol¨ªticamente al capitalismo, dado que su n¨²cleo moral es la promesa de ofrecer oportunidades de mejora para todos, especialmente para los que m¨¢s la necesitan.
F¨ªjense en una cosa: tanto en los a?os treinta como ahora, el contrato social totalitario ofrece seguridad en el empleo, a cambio de suprimir libertades individuales y civiles. El Am¨¦rica first de Donald Trump capta bien la esencia de ese contrato.
?C¨®mo vencer la desesperanza? Necesitamos construir una pol¨ªtica de la esperanza basada en un contrato social para la prosperidad compartida. Si la fuente de la desesperanza fuera la mala distribuci¨®n de la renta, la soluci¨®n ser¨ªa una mejor y mayor redistribuci¨®n. Pero si la ra¨ªz de la desesperanza es la falta de seguridad en el empleo, el contrato social democr¨¢tico ha de actuar en las dos etapas previas a la redistribuci¨®n: la preproducci¨®n y la producci¨®n, las etapas que sientan las bases de los buenos empleos.
A modo de ejemplo, en la etapa de la preproducci¨®n tenemos que generalizar y hacer gratuita la escolaridad de cero a tres a?os. Sabemos que la trayectoria vital y laboral de las personas depende de lo que ocurre en esa edad temprana. Que Espa?a tenga la tasa de pobreza infantil (27,8%) m¨¢s elevada de Europa con la excepci¨®n de Ruman¨ªa, es un drama humano, una indecencia moral y un despilfarro de recursos econ¨®micos futuros. Un nuevo contrato social ha de que comenzar por invertir en la infancia.
En la etapa de la producci¨®n hay que extender la figura europea de garant¨ªa de empleo para toda persona que quiera trabajar y tenga las condiciones para hacerlo. Una garant¨ªa financiada centralmente y desarrollada localmente. En esta etapa la cercan¨ªa entre empleadores y trabajadores es esencial para el ¨¦xito de las pol¨ªticas activas de empleo. Y tambi¨¦n para ampliar la formaci¨®n dual profesional y universitaria. La formaci¨®n dual es la celestina que necesita la econom¨ªa espa?ola para emparejar la necesidad de las personas de tener buenos empleos con la necesidad de las empresas de tener buenos trabajadores. La etapa de la producci¨®n es tambi¨¦n el lugar adecuado para que empresas y trabajadores dialoguen y acuerden c¨®mo utilizar las nuevas tecnolog¨ªas para capacitar a los trabajadores y aumentar su productividad, no para sustituirlos. Necesitamos adem¨¢s una pol¨ªtica industrial para los servicios que mejore la productividad de los trabajadores de estos sectores. Otras pol¨ªticas deben orientarse al empleo, como comienza a ocurrir con la pol¨ªtica de competencia europea. El empleo de los trabajadores y no solo el bienestar de los consumidores ha de ser el santo y se?a de todas las pol¨ªticas.
Pero no ser¨¢ f¨¢cil. Desde Adam Smith, la Econom¨ªa tiene su punto ciego en el empleo. Su fin es maximizar el bienestar de los consumidores, no el empleo de los trabajadores. Los economistas ven el empleo como una derivada del crecimiento: si la econom¨ªa crece, tarde o temprano habr¨¢ empleo para todos. Es una falacia. Este punto ciego de la Econom¨ªa ayuda a explicar los motivos por los que la p¨¦rdida de buenos empleos y de capacidad industrial durante la desindustrializaci¨®n de finales de siglo no fue vista como un problema social y econ¨®mico. Con dolor, ahora lo sabemos. La reindustrializaci¨®n y el empleo han vuelto a ser objetivos prioritarios de Europa.
?Es ilusorio construir una pol¨ªtica de la esperanza centrada en el empleo en unos tiempos tan convulsos y pesimistas como los que vivimos? Lo tentador es dejarse llevar por el fatalismo de pensar que todo va ir a peor. Pero hay que resistir este pesimismo. La filosof¨ªa, la religi¨®n, la literatura o la poes¨ªa ense?an que lo malo puede traer lo bueno. Me gusta citar al poeta alem¨¢n Friedrich H?lderlin cuando en su poema Patmos dice que ¡°m¨¢s all¨ª donde hay peligro, crece / tambi¨¦n lo salvador¡±.
Por otra parte, la evocaci¨®n de la historia nos es ¨²til para luchar contra la desesperanza. En medio de la II Guerra Mundial, cuando el pesimismo llevaba a pensar que todo ir¨ªa a peor, las democracias, mediante coaliciones variables, fueron capaces de construir un nuevo contrato social que acab¨® con la inseguridad econ¨®mica y trajo los llamados ¡°Treinta Gloriosos¡±. Hoy, la pandemia, la guerra, la rivalidad geopol¨ªtica y la amenaza totalitaria est¨¢n creando un nuevo Zeigeist, un clima social y pol¨ªtico que favorece coaliciones sociales y pol¨ªticas para ensamblar las piezas de un contrato social democr¨¢tico basado en los buenos empleos, que permita luchar contra la desesperanza y la tentaci¨®n totalitaria.
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