Fomentar la natalidad, reducir la pobreza
Un nuevo pilar de nuestro Estado de bienestar deber¨ªa ser una prestaci¨®n universal por hijo para ayudar a la crianza
Hay dos datos que dibujan negativamente una parte importante de nuestra realidad social. El primero es que Espa?a tiene una de las tasas de fecundidad m¨¢s bajas de toda la Uni¨®n Europea. El n¨²mero promedio de hijos que una mujer podr¨ªa tener a lo largo de su vida reproductiva no llega a 1,2 ¡ªuna cifra que entre los pa¨ªses de la UE-27 solo es menor en Malta¡ª. Una tasa tan baja conduce a una poblaci¨®n m¨¢s envejecida, lo que supone una fuente de presi¨®n sobre el sistem...
Hay dos datos que dibujan negativamente una parte importante de nuestra realidad social. El primero es que Espa?a tiene una de las tasas de fecundidad m¨¢s bajas de toda la Uni¨®n Europea. El n¨²mero promedio de hijos que una mujer podr¨ªa tener a lo largo de su vida reproductiva no llega a 1,2 ¡ªuna cifra que entre los pa¨ªses de la UE-27 solo es menor en Malta¡ª. Una tasa tan baja conduce a una poblaci¨®n m¨¢s envejecida, lo que supone una fuente de presi¨®n sobre el sistema p¨²blico de pensiones y el gasto sanitario, adem¨¢s de tener otras consecuencias adversas relacionadas con la fuerza de trabajo y los incentivos para la innovaci¨®n.
Siendo muchos los factores que pueden explicar que la tasa sea tan peque?a, uno de los m¨¢s importantes es el coste de la crianza de los hijos. A los problemas estructurales de un mercado de trabajo que ofrece en muchos casos remuneraciones insuficientes para los hogares con cargas familiares y un mercado de la vivienda con barreras crecientes de acceso, se unen la elevada magnitud de los costes de la crianza y la penalizaci¨®n que sigue teniendo la maternidad en las trayectorias laborales. Seg¨²n los datos de la Fundaci¨®n FOESSA (Presupuesto de Referencia para unas Condiciones de Vida Dignas), el sobrecoste de la crianza de un hijo entre 0 y 3 a?os en el presupuesto familiar es de 5.000 euros al a?o, y de 6.000 cuando se trata de un adolescente.
Un segundo dato revelador es que m¨¢s de uno de cada cuatro menores de edad viven en hogares con ingresos por debajo del umbral de pobreza, lo que coloca a Espa?a como el pa¨ªs de la UE-27 donde mayor es este riesgo en los hogares con ni?os. Los datos disponibles ofrecen un retrato muy negativo cuando se compara la pobreza de los menores de edad con la de los adultos: no solo es m¨¢s extensa sino tambi¨¦n m¨¢s intensa, los ingresos de sus hogares son m¨¢s inestables y, especialmente preocupante, esta pobreza es cada vez m¨¢s multidimensional y cr¨®nica.
Los costes sociales derivados de esta segunda realidad son muy grandes. Por un lado, crecer en un hogar en situaci¨®n de pobreza tiene efectos duraderos en el largo plazo. Quienes han vivido esa situaci¨®n en edades tempranas tienen mayores dificultades para adquirir habilidades b¨¢sicas, menos estudios, menores posibilidades de acceder a empleos cualificados, salarios m¨¢s bajos, peor salud, un tejido m¨¢s fr¨¢gil de relaciones familiares y sociales, y un menor nivel de bienestar en general. Por otro lado, como revel¨® el informe El coste de la pobreza infantil en Espa?a, elaborado por el Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil, esas desventajas se traducen en importantes costes econ¨®micos para el pa¨ªs, que en una estimaci¨®n conservadora pueden cifrarse en torno a un 5% del PIB.
Invertir esta situaci¨®n deber¨ªa ser una prioridad en la agenda pol¨ªtica. Necesitamos tanto una gran transformaci¨®n del modelo actual de prestaciones familiares como un aumento importante de los recursos a ¨¦l destinados. Los pa¨ªses que menos gastan en estas prestaciones son tambi¨¦n los que tienen mayores tasas de pobreza infantil. Actualmente, el gasto en prestaciones monetarias destinadas a las familias en Espa?a es cerca de la mitad del promedio de los pa¨ªses de la UE-27. Aunque este gasto ha crecido desde mediados de la pasada d¨¦cada, la brecha con la media comunitaria no solo no se ha cerrado, sino que es mayor que la que hab¨ªa entonces.
El problema no es solo el reducido volumen de recursos invertidos, sino tambi¨¦n la singularidad de nuestro modelo de protecci¨®n. En Espa?a, el grueso de las ayudas a las familias procede de desgravaciones fiscales. El m¨ªnimo por descendientes del IRPF beneficia a m¨¢s de ocho millones de contribuyentes. Dado que los hogares con rentas bajas est¨¢n exentos de tributar en este impuesto, estos recursos (m¨¢s de 4.000 millones de euros) no afectan a la pobreza infantil. El otro eje de la protecci¨®n es el complemento de ayuda a la infancia vinculado al ingreso m¨ªnimo vital (IMV). Esta ayuda, que ha supuesto una mejora sustancial respecto a la cuant¨ªa que antes se pagaba en la prestaci¨®n no contributiva por hijo a cargo, est¨¢ muy focalizada en el segmento m¨¢s pobre de la poblaci¨®n.
De ambos esquemas quedan fuera los hogares con rentas medio-bajas, que no se benefician de los complementos destinados a las familias m¨¢s pobres ni de las ayudas fiscales del IRPF al no llegar a los umbrales de declaraci¨®n obligatoria (22.000 euros de rentas del trabajo). Este estrato es, precisamente, el que m¨¢s contribuye a explicar la desigualdad de ingresos en Espa?a. Cuando aumenta su peso en la poblaci¨®n total, la desigualdad se reduce.
Tal dise?o de la protecci¨®n es an¨®malo en t¨¦rminos comparados. La realidad m¨¢s com¨²n en la UE es una prestaci¨®n universal por hijo financiada con impuestos generales o cotizaciones sociales, junto con una variedad de desgravaciones fiscales reembolsables para familias con menores dependientes. Los siete pa¨ªses europeos que no cuentan con esa prestaci¨®n universal tienen, de hecho, mayores tasas de pobreza en los hogares con ni?os.
Un nuevo pilar de nuestro Estado de bienestar deber¨ªa ser, por tanto, una prestaci¨®n universal por hijo que ayudara a afrontar los gastos de la crianza y a reducir la pobreza infantil. Se trata de un objetivo ambicioso, que, inevitablemente, supondr¨ªa un aumento del gasto p¨²blico. De este posible incremento del gasto habr¨ªa que deducir, sin embargo, lo que ya se est¨¢ pagando por los complementos familiares y las ayudas fiscales. Ambos instrumentos podr¨ªan reformularse en torno a esta nueva prestaci¨®n universal. Esto no solo beneficiar¨ªa al segmento de hogares con rentas medio-bajas, sino tambi¨¦n a muchas familias en pobreza severa que no han podido acceder al IMV.
Aunque la respuesta a la baja natalidad y a la pobreza en los hogares con menores de edad no solo depende de esta prestaci¨®n, ya que son necesarias reformas m¨¢s ambiciosas en otros ¨¢mbitos, como la educaci¨®n, la vivienda, la conciliaci¨®n y el mercado de trabajo, su desarrollo contribuir¨ªa, como sucede en otros pa¨ªses, a mejorar el bienestar de la infancia y a reducir la magnitud de los problemas actuales.
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