5 fotosHistoria de la sombraHistoria de la sombra 13 feb 2009 - 00:00CETWhatsappFacebookTwitterBlueskyLinkedinCopiar enlaceAutor: Pablo Picasso (1881-1973). ?leo. Museo de Israel, Jerusal¨¦n. SE CONJUGAN en este cuadro varias de las obsesiones m¨¢s recurrentes del artista malague?o: la del artista y la modelo, con toda su siempre muy ampliamente explotada por ¨¦l dimensi¨®n er¨®tica, pero tambi¨¦n la de su afici¨®n a autorretratarse a contraluz o, lo que es casi lo mismo, como sombra. Como corresponde a este tipo de escena, se trata de un interior, lo que vincula mucho a Picasso al mundo de los nabis, como Vuillard, Bonnard o Valloton, por no hablar ya de Matisse, pero le pone un toque siniestro al asunto, no s¨®lo por la irradiaci¨®n de su sombra espectral, que cubre como una nube jupiterina al sensual y entregado desnudo de esta especie de D¨¢nae, sino porque irrumpe la tenebrosa efigie invadiendo el espacio ¨ªntimo como si se tratase de la solapada presencia de un criminal. Es verdad que, a comienzos de la d¨¦cada de 1950, Picasso se entreg¨® a muchos juegos de luces y sombras del taller de La Californie, pero hay pocos de una sexualidad tan amenazante, como ha de serlo la de los fantasmas. (Texto: Francisco Calvo Serraller)Autor: Giorgio de Chirico(1888-1978). ?leo; Museo de Arte Moderno y Contempor¨¢neo de Trento y Rovereto. CON CUADROS como ¨¦ste se comprende la fascinaci¨®n que produjo De Chirico no s¨®lo entre los primeros surrealistas, que luego le dieron airada e injustamente la espalda, sino en muchas otras corrientes de la vanguardia hist¨®rica del siglo XX. No se trata del misterio magn¨¦tico que este artista sab¨ªa generar con sus plazas clasicistas despobladas, ni tampoco de su helada geometrizaci¨®n espacial con su profundidad aplanada, sino, sobre todo, de los intervalos de luz y sombra que se emancipan de cualquier l¨®gica horaria y, por tanto, que se proyectan de una misma forma disparatadamente homog¨¦nea, logrando as¨ª poner en un mismo plano jer¨¢rquico el cuerpo y la sombra, que resulta poseer de esta manera la misma densidad f¨ªsica, la misma materialidad. Por lo dem¨¢s, como ocurre casi siempre con este pintor "metaf¨ªsico", apasionado lector de Schopenhauer, Nietzsche y Freud, la desolaci¨®n umbr¨ªa de sus vacantes espacios est¨¢ repleta de rincones melanc¨®licos, como s¨®lo puede hacerlo quien lo construye todo a base de luces y sombras. Entre las consecuencias curiosas de la proyecci¨®n sombr¨ªa de De Chirico est¨¢ la obsesi¨®n que demuestra por ella, desde un punto de vista existencial, un pintor tan diametralmente opuesto como Bacon, que pone en clave org¨¢nica lo que aqu¨¦l hac¨ªa en clave cristalina (Texto: Francisco Calvo Serraller).AUTOR: Andy Warhol (1928-1987); serigraf¨ªa sobre papel con polvo de diamante, 96,5¡Á94,5 cent¨ªmetros. Galer¨ªa de Ronald Faldman, Nueva York. NO ES QUE FUERA muy frecuente en este artista, que trabajaba con la Polaroid en ristre, buscarle misteriosos tres pies al gato del rostro en sus retratos, entre otras cosas, porque pintaba "estrellas", fisionom¨ªas de marca, y lo hac¨ªa precisamente para que se viera expl¨ªcita y sint¨¦ticamente su identidad publicitaria; o sea: que pintaba c¨®mo se fabricaba una m¨¢scara m¨¢s que lo que se pudiera sorprender debajo de la misma, si es que cupiera haber algo, que ¨¦l no daba la impresi¨®n de creerlo, salvo, claro, que se tratase de su propia imagen. Pero el asunto de esta serigraf¨ªa no es tanto nada egol¨¢trico, sino, a mi modo de ver, un ingenioso desaf¨ªo sombr¨ªo a los retratos cubistas de Picasso, donde se solapan la frontalidad y el perfil del rostro. Como siempre que se trata de una manifestaci¨®n de agudeza de ingenio art¨ªstico, Warhol sale siempre airoso y aqu¨ª lo corrobora por la densidad significativa lograda mediante una simplificaci¨®n extrema (Texto: Francisco Calvo Serraller).Autor: Joseph Wright de Derby (1734-1797); ¨®leo sobre lienzo, 106¡Á130 cent¨ªmetros. National Gallery de Washington. ESTE INTERESANT?SIMO pintor brit¨¢nico, a¨²n no lo suficientemente popular que debiera, a pesar de haber influido en Goya, se caracteriz¨® por un uso muy efectista del claroscuro, que aplicaba a la representaci¨®n de temas cient¨ªficos, industriales, pirot¨¦cnicos o volc¨¢nicos, siempre desde un prisma muy rom¨¢ntico. ?Por qu¨¦ entonces se le ocurri¨® abordar este asunto cl¨¢sico de la invenci¨®n de la pintura, que, seg¨²n Plinio, tuvo como origen la delineaci¨®n por parte de una joven corintia, hija del alfarero Butades de Sici¨®n, de la sombra que proyectaba sobre la pared su amante dormido? Que el m¨®vil fuera er¨®tico y la escena nocturna ya nos proporcionan el clima rom¨¢ntico, pero, sobre todo, es una temprana manifestaci¨®n de c¨®mo se iba a pervertir de manera moderna cualquier mito cl¨¢sico, porque aqu¨ª no queda ya nada de la intenci¨®n t¨¦cnica y doctrinal de la explicaci¨®n racional del origen de la pintura, sino su definitiva vinculaci¨®n al mundo de los sentimientos y las pasiones. No debe tampoco enga?arnos la t¨¦cnica de refinado linealismo, que luego populariz¨® Flaxman, con la que est¨¢ realizada esta pintura, porque es otro t¨ªpico sofisticado arca¨ªsmo rom¨¢ntico (Texto: Francisco Calvo Serraller).Autor: Johan Heinrich Wilhem Tischbein (1751-1829); acuarela, 36¡Á23 cent¨ªmetros. Landesmuseum f¨¹r Kunst und Kulturgeschichte, Oldenburg. EL M?S DESTACADO miembro de una familia de pintores, J. H. W. Tischbein pas¨® a la historia como el m¨¢s ¨ªntimo de Goethe entre la legi¨®n de pintores que buscaban prosperar junto al genio alem¨¢n. No en balde ¨¦l fue quien nos ha legado la m¨¢s conocida imagen de Goethe posando en la campi?a romana, pero ser¨ªa injusto subrogar su calidad, ya que no su fama, a este hecho singular, porque, como demuestra la acuarela La gran sombra, donde ¨¦sta se alarga retrepando por toda la habitaci¨®n salvo por la puerta emisora de la luz, fue capaz de concebir im¨¢genes de extra?eza sublime, que nos recuerdan las fantas¨ªas terror¨ªficas del gran escritor rom¨¢ntico E. T. A. Hoffmann (1776-1822), su contempor¨¢neo. Esta alucinante proyecci¨®n sombr¨ªa se escapa ya a cualquier control racional y adelanta no s¨®lo el onirismo surrealista, sino la angustia kafkiana; en fin: la realidad como una proyecci¨®n de los subterr¨¢neos del yo, sin excluir en ello otras versiones igualmente inquietantes, pero m¨¢s simp¨¢ticas, como la fugitiva sombra de Peter Pan (Texto: Francisco Calvo Serraller)