Los mexicanos s¨ª somos racistas
El reciente fen¨®meno en torno a 'Juanito' sac¨® del armario fantamas racistas y clasistas que, asegura el autor, campean en M¨¦xico
La gran opereta de la pol¨ªtica mexicana termin¨® su temporada de forma anticlim¨¢tica hace unos d¨ªas, pero dej¨® abierta la caja por donde escap¨® el fantasma m¨¢s grande que tenemos, a la vez enterrado bajo la epidermis nacional: el racismo. El galvanizador fue un humilde hombre llamado Rafael Acosta, que con su nombre de guerra Juanito cautiv¨® el imaginario colectivo.
Acosta fue un instrumento pol¨ªtico utilizado y abusado por la izquierda para resolver diferendos internos, pero se convirti¨® en un monstruo que les devoraba cada d¨ªa una parte de s¨ª mismos y del electorado. Lo hicieron candidato subrogado a un cargo de elecci¨®n popular que una vez que gan¨® comenz¨® a amenazar que no entregar¨ªa a sus patrocinadores, como hab¨ªan acordado. La semana pasada lo persuadieron y acab¨® el sue?o del absurdo pol¨ªtico mexicano.
Juanito hab¨ªa entrado por el port¨®n del star system de los medios. Sin recato, prensa, radio y televisi¨®n lo utilizaron como arma efectiva para desahogar las fobias, en buena parte dirigidas contra el l¨ªder de la izquierda social, Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, quien invent¨® a Acosta, como un actor pol¨ªtico. Los medios, que en los ¨²ltimos a?os han girado ideol¨®gicamente del liberalismo al conservadurismo, tuvieron un fest¨ªn pantagru¨¦lico contra L¨®pez Obrador y la izquierda social, al manipular a Juanito de la misma manera como sus patrocinadores lo hab¨ªan hecho.
En el camino sucedi¨® un fen¨®meno llamativo. La variable pol¨ªtica pas¨® a un segundo t¨¦rmino, superada por una persistente y sistem¨¢tica sobreexposici¨®n de Juanito, centrada en las miserias humanas. Lo primero que emergi¨® fueron los estigmas de clase. Al ser pobre, humilde y sin preparaci¨®n, no se le consider¨® uno de los millones de mexicanos castrados de oportunidades, sino un naco, que es una connotaci¨®n utilizada en M¨¦xico que descubre racismo econ¨®mico y discriminaci¨®n.
Al mismo tiempo, quiz¨¢s porque al verlo todo el tiempo en los medios se le adjudic¨® un blindaje metaf¨ªsico, fue calificado como "imb¨¦cil", con lo que se rompieron los autocontroles que se tienen con personas en sus mismas condiciones sociales, econ¨®micas y culturales, que no son celebridades instant¨¢neas. Si era p¨²blico, era sujeto de dilapidaci¨®n a garrote vil. Adem¨¢s, como no ten¨ªa poder ni poderosos detr¨¢s, era un objetivo altamente vulnerable.
Juanito tiene el fenotipo general mexicano, bajo de estatura, moreno claro, producto del mestizaje. Tiene rasgos duros en la cara, pero no es ind¨ªgena, que son el segmento social m¨¢s discriminado y repudiado en M¨¦xico. Pero como no tiene poder ni dinero, nadie guard¨® las apariencias que se cuidan cuando se trata de pol¨ªticos, empresarios o figuras p¨²blicas que llenan ese perfil f¨ªsico. Estos son aceptados por otros grupos sociales, blancos, con dinero y educaci¨®n -aunque no necesariamente refinados o sofisticados-, que sin embargo, nunca dejan de murmurar a sus espaldas la inferioridad de clase que el solo color de piel les significa.
Con Juanito, medios y actores pol¨ªticos fueron paternalistas y jugaron con ¨¦l de manera cruel, ensalzando su ignorancia y mof¨¢ndose abiertamente de ¨¦l, en su propia cara. Ya no hab¨ªa fobias contra nadie. Todo se volvi¨® personal. Pocos se percataron del maltrato humano al que estaba sometido, porque como el contexto era pol¨ªtico, el carnaval de la humillaci¨®n no pod¨ªa inscribirse en otro marco de referencia que no fuera la pol¨ªtica. Cuando se acab¨® el episodio pol¨ªtico, un periodista que se firma bajo el seud¨®nimo de Cat¨®n y que tiene sindicada su columna en decenas de peri¨®dicos en todo M¨¦xico, escribi¨®: "Luego de ser un hombre popular, pas¨® a la historia como un pobre diablo".
Juanito fue un error t¨¢ctico de pol¨ªticos, pero r¨¢pidamente se convirti¨® en un fen¨®meno que traspas¨® las fronteras p¨²blicas y fue burla para conservadores, liberales y anarquistas, que se unieron en la mofa. Un blog que es rabioso simpatizante de L¨®pez Obrador, lleg¨® inclusive a plantear en un sondeo la siguiente pregunta: "?Cree usted que Rafael Acosta, 'Juanito', es apto sicol¨®gicamente para gobernar?". Nadie denunci¨® nada. La sociedad mexicana, mayoritariamente, lo celebr¨®.
Acosta fue el inesperado catalizador racista en la sociedad mexicana. El tema no es de f¨¢cil discusi¨®n, pues el racismo no es algo que procesen autocr¨ªticamente los mexicanos. Es un fen¨®meno con el que no gusta estar asociado, pero es una realidad que s¨®lo porque nos negamos a aceptar, pensamos que no existe.
El racismo en M¨¦xico tiene m¨²ltiples caras. Hay uno econ¨®mico, donde se han dado casos en el que proh¨ªben la entrada a restaurantes en la ciudad de M¨¦xico, la m¨¢s liberal en el pa¨ªs, por el hecho de que la persona que busca un servicio se ve humilde y es de tez morena, o donde no se les permite entrar a algunos hoteles por las mismas razones. Para un pueblo mestizo, es una enorme contradicci¨®n, pero ha sido parte viva del paisaje nacional. Uno de los grandes cantantes que ha tenido M¨¦xico, Pedro Vargas, dec¨ªa hace tiempo que se iba a dar ba?os con leche para que cuando entrara a Sanborn's, una de los establecimientos cl¨¢sicos mexicanos, no lo discriminaran.
Hay otro vinculado, aunque m¨¢s identificado como socioecon¨®mico, que es un estigma de clase que llega a ser de un abuso, incluso, irracional y desproporcionado. Por ejemplo, hace algunos a?os, el entonces presidente Ernesto Zedillo fue invitado por un poderoso grupo de empresarios a Monterrey, la capital financiera del pa¨ªs, para hablar con ellos mientras sus esposas fung¨ªan como anfitrionas de su esposa, una mujer sencilla sin grandes pretenciones. Sin saber la educaci¨®n de la primera dama ni los recursos econ¨®micos de su famila -ambos con abundancia-, la pasearon por la galer¨ªa de cuadros en una de sus casas, provoc¨¢ndola, humill¨¢ndola: "Este es un Picasso, ?s¨ª sabes qui¨¦n es Picasso, verdad?".
Pero tambi¨¦n hay formas m¨¢s violentas, como el antisemitismo que existe soterrado en la sociedad mexicana. Hay zonas en la capital que son habitadas mayoritariamente por jud¨ªos, donde alquilar o vender una propiedad a alguien fuera de la comunidad es muy dif¨ªcil. Hay pintas antisemitas, pocas pero de resurgencia intermitente, y hay hostigamiento y amenazas. Hace algunos meses, una importante estaci¨®n de radio fue sometida a presiones porque varios de sus conductores ten¨ªan origen jud¨ªo, llegando a pedir inclusive que se les despidiera. Las presiones amainaron, pero como sucede con este tipo de racismo, dif¨ªcilmente se puede decir que cesaron en definitiva.
El fen¨®meno en M¨¦xico es bastante m¨¢s complejo, por la variedad de expresiones racistas -directamente vinculadas a la discriminaci¨®n-. No hay nadie m¨¢s afectado que una mujer que sea ind¨ªgena, pobre y discapacitada; es la peor vida que podr¨ªa tener en este pa¨ªs. Hay tambi¨¦n discriminaci¨®n entre pueblos ind¨ªgenas, como en el estado ind¨ªgena por excelencia, Oaxaca, donde los zapotecos -de cuya cultura era Benito Ju¨¢rez- se sienten superiores a los chontales, o en zonas urbanas, como los potosinos de la capital de San Luis Potos¨ª, se sienten superiores a los residentes en Valles, la segunda urbe en importancia del estado. La ciudad de M¨¦xico misma, puede hablar en esos t¨¦rminos, la inferior parte del oriente frente a la bonanza del occidente, o la poca preparada poblaci¨®n del norte, frente al ilustrado e intelectual sur.
Juanito fue en este sentido, aunque no terminemos de percatarnos, una sacudida a todos los fantasmas racistas mexicanos, que se nos salieron del armario y nos mostr¨® c¨®mo somos, en carne y hueso: un pueblo racista que presume de tolerante. Ciertamente muy hip¨®crita. Y muy mexicano.
Raymundo Riva Palacio es director del portal ejecentral.com.mx.
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