Con Peter Eisenman en la Ciudad de la Cultura

Es la segunda vez que visito las tripas de este proyecto. Conoc¨ªa la inc¨®moda cotidianidad de la Ciudad de la Cultura: los sucesivos esc¨¢ndalos de un proyecto interminable en euros, tama?o, riesgo y tiempo, las comparecencias ante el Parlamento gallego y la continua bronca en la prensa. Como los compostelanos, me hab¨ªa acostumbrado a ver crecer la mole de Eisenman, como si el monte Gai¨¢s se abriera poco a poco y se acercara a la ciudad. Al ascender hoy, casi 12 a?os despu¨¦s del fallo del concurso, lo que sorprende m¨¢s es eso:

C¨®mo el monte absorbe un proyecto de 70 hect¨¢reas y hasta 52m de altura y c¨®mo la ciudad va absorbiendo tambi¨¦n el monte cada vez menos lejano.

-Quisiera que lo invadiera -comenta Eisenaman.

-?En serio?

-¡°S¨ª. No quiero que mi proyecto sea una joya aislada. Quiero que forme parte de la ciudad¡±, replica. Pero no es esa su especialidad. El arquitecto norteamericano sabe que el aislamiento es el precio de los iconos. Sus edificios lo son. Y la Cidade no puede ni ha querido ser nunca otra cosa. Eisenman sabe tambi¨¦n que ser¨¢ su obra m¨¢s importante. Cuenta que le han aconsejado que no hable ya de Fraga. Reconoce que ¨¦ste es el proyecto de ese pol¨ªtico a quien ¨¦l llama ¡°Manolo¡± pero no visita desde que recibi¨® la consigna de no mentarlo. Con todo, asegura que los gobiernos de derechas son mejores para la arquitectura ¡°porque el pensamiento de izquierdas busca consenso y eso entorpece la arquitectura¡± y confiesa que cada vez que llega a Santiago se asombra ante su propia obra.

Nos acompa?a Antonio Maro?o, el arquitecto supervisor de la Fundaci¨®n Cidade da Cultura de Galicia. Su punto de vista es radicalmente distinto. Tiene 44 a?os y habla de s¨ªndrome de Estocolmo. Cogi¨® una excedencia para supervisar este proyecto y lleva diez en ¨¦l. Fue como volver a la escuela. ¡±Es otra manera de trabajar, otro orden. Este edificio necesita otro tipo de atrevimiento. Y Eisenman tiene el lenguaje para hacerlo¡±, dice sin entrega pero con pasi¨®n. No le falta raz¨®n. Uno imagina una caja descomunal y se le cae a los pies. Piensa en un edificio cortando el monte en dos y siente v¨¦rtigo.

¡°La propuesta inicial ten¨ªa una fuerza tan grande que parec¨ªa complicado que esa intensidad pudiera arrastrarse con coherencia hasta cada una de las piedras que componen el edificio. Al final todo es coherente por que es el edificio el que dicta las normas¡±, explica Maro?o.

A seis meses de la inauguraci¨®n de dos de sus seis edificios (Biblioteca y Archivo) parece que, por fin, el proyecto va a hablar con voz propia. Con todo, una vista a las heridas del Monte Gai¨¢s tiene algo de viaje en el tiempo. Con el casco puesto, lo primero que sorprende es que un inmueble futurista y de futuro desvele, todav¨ªa inacabado, una preocupaci¨®n del pasado: la de mover el suelo, la de convertirse en terreno. ?Puede un edificio pensado para lanzar una regi¨®n hac¨ªa un nuevo futuro cultural arraigarse en una forma arquitect¨®nica de otra d¨¦cada?

Es evidente que Eisenman querr¨ªa su obra alejada de cualquier referencia temporal y, tal vez por ello, este es su primer edificio de piedra. Eso contribuye a anclarlo y a alejarlo de las modas arquitect¨®nicas. A pesar de su desmesura y su exceso formal, la piedra lo asienta en el lugar con naturalidad.

La Biblioteca y el Archivo est¨¢n ya listos. Tambi¨¦n las torres de Hejduk ¨Cque Eisenman le prometi¨® construir en su lecho de muerte- est¨¢n erigidas como un faro, animando la construcci¨®n del monumental empe?o de la Xunta, de Eisenman y del estudio de Andr¨¦s Perea, que es qui¨¦n ha dibujado todo el proyecto ejecutivo. Este dato puede sorprender en Espa?a. Pero es habitual en Estados Unidos. Eisenman jam¨¢s detalla sus ejecutivos. ?l es el responsable del dise?o. El hombre de las ideas. ¡°Y no es f¨¢cil que una pase a la historia¡±, dice.

Las carpinter¨ªas met¨¢licas y su intrincada estructura, ahora a la vista, le confieren al futuro museo un aspecto de osamenta animal extremadamente sugerente. El tama?o del proyecto y sus formas sinuosas engullen al visitante. Puede parecer caprichoso, pero se trata de uno de esos lugares en los que dos personas no se encuentran solas y dos centenares no se molestan. La compleja geometr¨ªa no s¨®lo asienta el proyecto en la cima del monte, tambi¨¦n lo acerca a la escala de los usuarios. A pesar de su radicalidad, a pesar de su forma ic¨®nica es, sin duda, un ejemplo de arquitectura no visual y por eso resulta dif¨ªcil de retratar, aunque el impacto f¨ªsico que logra en el visitante est¨¢ a la altura de sus enormes dimensiones. Lo que este arquitecto de 78 a?os lleva d¨¦cadas defendiendo -una arquitectura para los otros sentidos que la cultura actual no colma- se materializa en Santiago.

Durante la visita Eisenman le pregunta a Antonio Maro?o por el cambio de color de unas diagonales de piedra en la fachada. ?ste responde que es la junta de dilataci¨®n.

-No hay que querer saber demasiado -me dice Eisenman-. Lo importante es lo que sientes.

-?Qu¨¦ siente usted? -pregunto.

-Asombro.

Cuenta Maro?o que tuvieron que rechazar la primera partida de piedras de canter¨ªa. El cantero ten¨ªa tanta prisa que adelant¨® los cortes. El 85% era inservible. Ha pasado lo mismo con varios pa?os de cristal. Y se han quedado sin piedra local. Ahora la importan de Brasil. ¡°Y esa mezcla mejora la arquitectura. Nos creemos que todo es orden y al final el azar te hace regalos¡±, cuenta Eisenman. ¡°Una obra es eso: tomar decisiones y continuar. Si este proyecto se parece un 80% al que yo ide¨¦, ser¨¢ un gran logro¡±, decreta. ¡°Esto es el resultado de la falta de complejos¡±, remata Antonio Maro?o en castellano. Se cala de nuevo el casco y regresa a la obra.

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