Decreto real (saud¨ª) sobre ropa interior (femenina)
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?Qu¨¦ tiene que ver un gobernante con la ropa interior que una decida comprarse? En cualquier lugar del mundo, nada, pero en ese pozo de sorpresas (y petr¨®leo) que es Arabia Saud¨ª, bastante. Resulta que acaba de expirar el plazo de seis meses que el rey Abdal¨¢ dio el pasado junio para que los propietarios de tiendas de lencer¨ªa femenina sustituyan a sus dependientes por dependientas. A primera vista, la medida parecer¨ªa otro nuevo gesto machista a los que esta parte del mundo nos tiene acostumbrados. Todo lo contrario. El real decreto es una lanza a favor de las mujeres, de que puedan trabajar fuera de casa.
Me explico. No se trata s¨®lo de que a una le pueda dar pudor preguntarle por la copa C a un guapo dependiente liban¨¦s (a m¨ª me lo dar¨ªa), o de que las manos del no tan joven jordano sobre la blonda negra de un tanga rocen el morbo de una pel¨ªcula X. Sin duda, muchas saud¨ªes (y las numerosas extranjeras que habitan el reino) van a sentirse m¨¢s c¨®modas hablando de tallas, estilos y formas con una mujer al otro lado del mostrador, como dej¨® claro la campa?a ¡°Basta de pasar verg¨¹enza¡±. Pero la clave no est¨¢ en sus apuros, sino en las consecuencias del cambio para las mujeres, ya que se pretende que sean saud¨ªes las que sustituyan a los extranjeros que trabajan en el sector. Con los cl¨¦rigos hemos topado.
De lo que se quejan los ultraconservadores ulemas saud¨ªes no es de la anomal¨ªa de que las clientas tuvieran que pasar por el trago de explicar sus necesidades de bragas, sujetadores o fajas a unos perfectos desconocidos, en un pa¨ªs donde hombres y mujeres crecen segregados por ley y esos asuntos personales llegan con menor frecuencia que en Occidente a una conversaci¨®n coloquial. Lo que no pueden soportar, y as¨ª lo han hecho saber, es que la medida haya dado la posibilidad de trabajar fuera de casa a unas 40.000 mujeres en 7.300 tiendas distribuidas por todo el pa¨ªs. Seg¨²n un portavoz del Ministerio de Trabajo citado por el diario 'Al Ektesadiya', 28.000 saud¨ªes hab¨ªan presenado solicitudes para cubrir esos puestos a finales del pasado diciembre.
El debate no es nuevo. Empez¨®, como yo contaba en mi libro El reino del desierto, a ra¨ªz de que Abdal¨¢ siendo a¨²n pr¨ªncipe heredero diera peque?os pasos a favor del empleo femenino y promoviera una excepci¨®n a la ley que prohib¨ªa que hubiera dependientas. La propuesta inicial del Ministerio de Trabajo, que no reflej¨® ese deseo hasta meses m¨¢s tarde, desat¨® una oleada de protestas del alto clero, que lleg¨® a emitir una fetua prohibiendo que las mujeres ejercieran esa actividad. El gran muft¨ª, el jeque Abdelaziz al Sheij, incluso ha advertido a las corseter¨ªas de que emplearlas era ¡°delito y lo proh¨ªbe la Shar¨ªa¡± (ley isl¨¢mica).
Lo que preocupa a estos hombres de fe es que si se permite a que las mujeres trabajen en esas tiendas, que en su mayor¨ªa est¨¢n dentro de grandes centros comerciales, surja la posibilidad de que interact¨²en con hombres ajenos a su entorno familiar y eso, para ellos, es el m¨¢s grave de los pecados. Al parecer, estos supuestos sabios no se han dado una vuelta por esos mismos templos del consumo para ver que esa interacci¨®n es inevitable cuando las mujeres acuden a comprar desde un juguete para sus ni?os hasta un perfume, pasando por la ropa interior en el centro del debate. O que cada d¨ªa interact¨²an con unos perfectos desconocidos contratados para conducir sus coches porque tienen prohibido hacerlo.
Tal como ha explicado el siempre agudo comentarista socio pol¨ªtico Tariq al Maeena, el problema de base es que los saud¨ªes y las saud¨ªes est¨¢n ¡°separados por barreras antinaturales¡±. Y eso conduce al absurdo de que hombres y mujeres de una misma familia se vean confinados a la parte de atr¨¢s de cafeter¨ªas y restaurantes, pero en los aviones viajen a escasos cent¨ªmetros de extra?os del sexo opuesto.
Volviendo al decreto sobre las corseter¨ªas, el caso es que poco a poco algunas tiendas empezaron a contratar a dependientas, sobre todo en las ciudades m¨¢s liberales, como Yeddah, en la costa del mar Rojo. Pero las objeciones de los cl¨¦rigos frenaron a otros negocios. As¨ª que el rey tom¨® cartas en el asunto y promulg¨® el decreto estableciendo un plazo para cumplir la norma. No s¨®lo eso. El Ministerio de Trabajo ha anunciado que ha destinado 400 inspectores a comprobar que se respeta. Y de aqu¨ª a julio, las tiendas de cosm¨¦tica est¨¢n llamadas a hacer el mismo cambio.
Sin duda, ser¨ªa preferible que cada uno pudiera elegir su ocupaci¨®n sin que las leyes limitaran sus alternativas. Pero a la vista de ciertas tradiciones, la interferencia real parece un paso en el buen camino.
Foto: AMER HILABI / AFP
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